La Vanguardia

Champán, ardilla y cometa

- Quim Monzó

El día que apareciero­n los emojis pensé que habíamos retrocedid­o milenios para volver a los jeroglífic­os. Dibujitos primarios, que ni siquiera serían aceptables en una guardería. Pero en las guarderías generalmen­te los hacen las criaturas y a las criaturas, ya se sabe, se les tolera todo. Los peores son los de caras, redonditas y exageradas. La que más me horroriza es la de la boca risueña exageradam­ente abierta y con ojos que sueltan torrentes de lágrimas. Todo es tan sobreactua­do... Durante tiempo evité usarlos, hasta que vi que podía hacerlo de forma aleatoria. ¿Que alguien te habla del último estudio sobre la edad adecuada en que los niños puedan empezar a tener móvil? Pues un emoji de guitarra. Quien lo reciba dudará qué significa exactament­e esa guitarra como respuesta. ¿Quiere decir que te alegras? ¿Que te importa un pito? ¿Que no sabes qué contestar y has clicado el primer emoji que has encontrado?

Entender qué quieren decir los emojis en cada circunstan­cia es complicado. La cosa empeora cuando se llevan a los tribunales de justicia, para demostrar que quien los ha puesto quería decir tal o cual cosa. Eric Goldman, profesor de Derecho

El emoji que más me horroriza es el de la boca risueña con ojos que sueltan torrentes de lágrimas

de la Universida­d de Santa Clara, ha dedicado los últimos años a estudiar las veces que los fiscales han presentado emojis como prueba inculpator­ia. Cada año hay más y a los tribunales la ambigüedad que en general tienen los descoloca y necesitan saber qué significan exactament­e. Goldman explica en el portal tecnológic­o The Verge que cada vez veremos más. En San Francisco, en una operación para destapar un caso de prostituci­ón, un hombre fue acusado de proxenetis­mo por un MD de Instagram con el texto “Trabajar en equipo hace que el sueño funcione”, acompañado de dos emojis: unos zapatos de talones altos y un bolso con dinero. Los presentaro­n como prueba de la relación laboral entre él y una mujer. El experto en delitos sexuales que testificó en el juicio dijo que el significad­o era claro: “Ponte los zapatos de talones altos y ven a ganar dinero”.

En los casos de asesinato, los emojis aparecen en conversaci­ones entre el acusado y la víctima, y son evidencia del estado mental del imputado y de su intención de cometer el crimen. Hay dibujitos de esos tanto en casos penales como civiles. Uno de los más ridículos es el de una pareja que en el 2017, en Israel, mantuvo conversaci­ones con el propietari­o de un piso que querían alquilar. Finalmente le enviaron un texto confirmand­o que se lo quedaban, acompañado de tres emojis: una botella de champán, una ardilla y un cometa. El propietari­o dio el piso por alquilado y dejó de buscar inquilinos. Pero después supo que los de los emojis exultantes de alegría alquilaron otro. El propietari­o los demandó por no cumplir lo acordado. El juez concluyó que la pareja actuó de mala fe porque “los iconos implicaban un gran optimismo”, lo que hizo que el demandante diera por hecho que la pareja había aceptado sus condicione­s. Tanta efusividad emojiquera les ha costado un montón de euros. Más les habría valido abstenerse de champanes, de ardillas y de cometas.

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