La Vanguardia

El lector expone

Hoy he visto al mendigo de mi calle sonreír

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¡Me equivoqué! Hoy por primera vez en muchos años he visto al mendigo de mi calle sonreír. Era una sonrisa cálida, bonita y cuerda. La destinatar­ia de esta sonrisa no era yo, era una amiga de alma blanca que sabe escuchar. ¡Quién sabe cuántas cosas le habrá contado! ¡Quién sabe por qué ese pobre hombre relativame­nte joven ha terminado allí! No lo sé, pues yo me he limitado durante años a darle alguna limosna y esforzarme por no invisibili­zarlo con saludos o sonrisas bien intenciona­das. Aun así, mi juicio templado al pasar corriendo por ahí me ha llevado a equivocarm­e en su evaluación.

Quizás esa persona, como todos nosotros, sólo necesita una persona que le quiera bien. Quizás nuestros juicios estan plagados de sesgos de miedo y prejuicios hacia las cosas o hacia los demás que no consideram­os igual. Quizás no ha tenido una segunda oportunida­d.

Sólo sé de forma fiable que mi política de costes y beneficios fracasó. Igual deberíamos ser más altruistas y no culpar a cualquiera instantáne­amente de sus propios fracasos. Quizás deberíamos invertir más en dar cariño gratis sin esperar reciprocid­ad. En perder nuestros temores por una buena causa. E incluso en empeñarnos un poco más en nuestra generosida­d. Son estos momentos los que te dan la libertad. Los que mejoran tu mundo y el de los demás. Aquellos momentos en que piensas que te has equivocado y trazas una estrategia nueva que te hace crecer. No se trata de ser perfecto, sino más bien de nunca dejar de aprender.

No sé certeramen­te lo que me deparará el futuro, pero sí sé en lo que de hoy en adelante me voy a empeñar.

CRISTINA SANDE CECCHI

Zaragoza

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