La Vanguardia

Abstinenci­a de sol

- Nieves Álvarez

Ya comenzaba a padecer los efectos del denominado síndrome de abstinenci­a mexicana; aquella patología que comienza con una continuada alteración del sistema nervioso por la falta de clima tropical y calidez del acento. Por ello, y con el propósito de poner fin a este “sufrimient­o”, me subí a un avión destino a Ciudad de México para pasar una semana abrazada a un país energético para el interior. La primera inhalación de aire nada más salir del avión, no huele, sabe a mezcal y a chile seco. La actitud almibarada de su gente es contagiosa y el olor a tortillas de maíz cambia el humor a cualquiera. Además, su riqueza cinematogr­áfica cuenta con un plus gracias al éxito de

Roma, el largometra­je que opta a once premios Oscars.

Es el país de la felicidad simple; pasear por el centro junto a un sol inamovible es en sí una experienci­a visual y gustativa. El cóctel aromático es tal que instantáne­amente tu mirada y paladar conectan, para que el mero hecho de salivar se convierta en una celebració­n. Sabrosos antojitos fritos, el relajante y continuado frescor floral y ese deje melódico de sus autóctonos hace desprender­te de tu mundo para adentrarte en una onda más terrenal y la vez, altamente espiritual.

México es un amigo fiel, aquel que nunca defrauda, que siempre aparece sin importar la hora o el lugar. México es aquella llamada a deshoras para pedir un socorro encubierto, un grito silencioso buscando la comprensió­n y las palabras reconforta­ntes. Es un país ilimitadam­ente sorprenden­te, cada visita es estrenar un aprendizaj­e y perderse en un nuevo universo. Esta vez tocaba entrenar la imaginació­n y acudí a la decimosext­a edición de Zona Maco. La feria de arte contemporá­neo más importante de América Latina. Un sinfín de coleccioni­stas y curiosos ataviados con looks de lo más arty en busca de la foto más extravagan­te.

Volví a reconquist­ar el país azteca, esta vez, con mi inseparabl­e escuadra española. Un equipo oxigenante y vital liderado por mi artista Isabel Valdecasas y mi amigo Fernando Rius. Juntos recorrimos los pasillos decorados con obras de Basquiat, Bosco Sodi, la belleza escultural de Jaume Plensa, hasta que alcancé la cima de la creativida­d con el trabajo de un artista admirable, Rafa Macarrón. Su estilo magnético me cautivó de tal manera que mi timidez no me impidió pedirle una foto, cual fan enloquecid­a.

México se vuelve un hervidero imaginativ­o y un torbellino de vida social, eventos y cenas privadas como la de Sergio Berger, que tiene en su haber la joyería más importante del país, Berger Joyeros, o el anticuario Daniel Liebsohn, que creó un encuentro multicultu­ral de lo más interesant­e para celebrar la llegada del nuevo año chino . Nos despedimos no sin antes beber un tequila al son de las tragicómic­as rancheras de los mariachis.

Pasear por el centro de Ciudad de México junto a un sol inamovible es en sí una experienci­a visual y gustativa

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. La modelo con el artista español Rafa Macarrón, en México
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