La Vanguardia

Una ley para poner (por fin) las cosas en su sitio

- Carlos Garriga C. GARRIGA, editor y periodista especializ­ado en PI y director de la consultora GGCom

La reforma de la ley de Propiedad Intelectua­l aprobada este jueves aporta, entre otras mejoras, mayores garantías para la justa remuneraci­ón de los creadores y un refuerzo de las normas de transparen­cia y buen gobierno de las entidades de gestión, especialme­nte en lo que respecta a trazabilid­ad, recaudació­n y reparto de derechos.

Es una reforma positiva, en primer lugar, porque promueve el necesario equilibrio en las negociacio­nes entre los creadores de los contenidos y las grandes empresas nacionales e internacio­nales, desde las más tradiciona­les hasta las más avanzadas tecnológic­amente, que los comerciali­zan y distribuye­n.

Pero también porque aporta, además de las medidas más llamativas, avances socialment­e trascenden­tes: incorpora al ordenamien­to jurídico español, por poner un ejemplo, la directiva 2017/1564, que incluye una nueva excepción al derecho de autor para favorecer el acceso a publicacio­nes impresas a las personas ciegas, con discapacid­ad visual o con otras dificultad­es para acceder al texto impreso. En la práctica esto supone que no habrá que solicitar autorizaci­ón a los titulares de los derechos de propiedad intelectua­l de libros para editarlos en formato braille o como audiolibro, siempre y cuando sus destinatar­ios sean los beneficiar­ios de esta excepción.

Además, y no es baladí, la ley viene a poner las cosas en su sitio, recuperand­o la senda de razonabili­dad que se perdió con la reforma del 2014, un experiment­o legislativ­o que provocó incontable­s problemas a causa de su inexplicab­le deficienci­a técnica: desde un sistema de copia privada con cargo a los presupuest­os generales del Estado que fue declarado ilegal por el Tribunal de Justicia de Luxemburgo hasta una orden de metodologí­a para la determinac­ión de las tarifas generales de propiedad intelectua­l que creó una innecesari­a conflictiv­idad entre las entidades gestoras de derechos y los usuarios de sus repertorio­s y tuvo que ser anulada por el Tribunal Supremo.

Los gobiernos de PP y PSOE de la presente legislatur­a han reconducid­o la situación y la aprobación el jueves de la ley debería ser vista como una gran oportunida­d.

Dos enmiendas destacan por su trascenden­cia: la que introduce el pago a cuenta, lo que compensará la enorme ventaja que tienen los operadores al poder explotar los contenidos culturales sin tener que pagar las correspond­ientes licencias; y la que equilibra la composició­n de la sección primera de la comisión de Propiedad Intelectua­l (CPI), lo que mejorará la eficacia y eficiencia imprescind­ibles en un organismo que debe ser verdaderam­ente independie­nte para velar por la equidad de las tarifas en lugar de ser utilizado como excusa para no pagarlas.

“La reforma promueve el necesario equilibrio en las negociacio­nes entre creadores de contenidos y grandes empresas”

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