La Vanguardia

Olivia Colman

ACTRIZ

- FERNANDO GARCÍA

La protagonis­ta de La favorita brindó uno de los momentos más simpáticos de la velada de los Oscars. Al recoger su premio a la mejor actriz se dirigió a Glenn Close, que partía como favorita. “No es así como quería que fuera”.

Una de las comidillas de los Oscars de este año ha sido la decisión de la academia de negar a Glenn Close el premio a la mejor actriz, una vez más..., y van siete. ¿Por qué, si todo el mundo reconoce la excelencia de su trabajo en La buena esposa? Y con el carrerón que lleva detrás, ¿no era acaso de justicia? Tal vez sí; es una forma de verlo. Pero si de lo que se trata es de premiar el conjunto de una carrera, hay que recordar que para eso están los Oscars honorífico­s. Y, más importante que eso: el trabajo por el que la británica Olivia Colman se llevó anteanoche el galardón de Hollywood a la mejor intérprete es de una riqueza de registros y matices apabullant­e. Es decir, que si Close merecía la estatuilla, Colman la merecía tanto o más que ella. En cuanto a las actuacione­s de las restantes candidatas, (Yalitza Aparicio en Roma, Lady Gaga en Ha nacido una estrella y Melissa McCarthy, en ¿Podrás perdonarme algún día?) la mayoría de la crítica coincide en que no estaban al nivel de sus dos compañeras.

En La buena esposa, de Björn Runge, Glenn Close borda el papel de la más que sacrificad­a y leal mujer de un Nobel de Literatura engreído, infiel y miserable. La actriz dibuja a la perfección el giro que su personaje va dando a medida que su nivel de hartazgo se eleva por encima de lo acostumbra­do en decenios de convivenci­a. La interpreta­ción es sutil, redonda, magistral.

Lo malo es que la película de Runge no tiene mucho más que eso. Podría pasar por un modesto telefilme. Y es en gran parte una obra de teatro filmada; con oficio pero sin pulso dramático, más allá de lo previsible. Los actores que acompañan a la fallida candidata al Oscar, Jonathan Pryce en el papel del esposo y Max Irons como hijo de ambos, quedan completame­nte anulados por la actuación de ella. Y esto beneficia a Close sólo relativame­nte, pues sirve para resaltar su calidad interpreta­tiva pero a la vez que perjudica al producto final y resiente el interés de la cinta. El lucimiento de la protagonis­ta gracias al contraste con todo lo demás del filme resulta demasiado solitario.

Por el contrario, La favorita, de Yorgos Lanthimos, es una película con todas las de la ley donde el trabajo en equipo se nota y funciona. Especialme­nte dentro del trío de actrices que Colman encabeza como centro de la trama en su papel de Ana Estuardo, primera reina de Gran Bretaña. Emma Stone en la piel de Abigail Masham y Rachel Weisz como lady Sarah Jennings, duquesa de Marlboroug­h, están impecables como pretendien­tes del favor de la soberana. Pero aquí nadie tapa o eclipsa a nadie; cada una de las actuacione­s va en beneficio de las otras, y Colman impera con autoridad en su retrato de monarca triste, infantil, voluble, algo histérica y con destellos de ternura. Su actuación es como un master interpreta­tivo.

El filme de Lanthimos tiene sus partidario­s y sus detractore­s, como todas las obras de un cineasta tan suyo. El estilo de filmación, a base de grandes angulares y fuertes contrastes de color y de luz, es peculiar. Lo mismo que la combinació­n de lo histórico y lo contemporá­neo, pues hay aspectos del lenguaje, la música y hasta el vestuario más próximos a nosotros que a una corte del siglo XVIII. Pero todo ese contexto de se pone al servicio de los personajes a través de un guión que convierte un fragmento poco conocido de la historia del Reino Unido en una apreciable sátira sobre la lucha por el poder. Colman exprime al máximo las circunstan­cias y, con ayuda de Stone y Weisz, engrandece la película.

La nueva reina del cine británico, a

EN LA PELÍCULA

Olivia Colman retrata con maestría a una reina triste, infantil, voluble y tierna

EN LA GALA

La actriz cautivó a todos con un discurso emotivo y cómico a partes iguales

quien pronto veremos como Isabel II en la tercera temporada de The Crown (Netflix), exhibió algunas de sus virtudes actorales en la gala misma de los Oscars. Su intervenci­ón de agradecimi­ento a unos y de reconocimi­ento a otras –básicament­e a Glenn Close y Lady Gaga– fue inmediatam­ente considerad­a como la más memorable y espontánea de toda la ceremonia. Y aunque de lo segundo sea imposible de medir, lo cierto es que la actriz demostró sobre el escenario que tiene un don especial a la hora de combinar emoción y comicidad. Una virtud que quienes la han entrevista­do también han percibido. Pues en pocos segundos Colman puede transmitir gravedad, nostalgia, compasión, indiferenc­ia y cachondeo, esto último con cierta frecuencia.

De Lady Gaga cabe decir que su trabajo a las órdenes y a la vera de Bradley Cooper es más que estimable para una debutante. Igual que el de la maestra escolar Yalitza Aparicio para una actriz no profesiona­l. Melissa McCarthy, por su parte, no figuraba en ninguna quiniela. El Oscar se disputaba esta vez entre dos, y ambas tenían méritos para ganarlo. No hay que extrañarse de que al final se lo llevara Colman. Así que lo justo es dejarla que reine en paz.

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VALERIE MACON / AFP Seductora. Colman se metió al público en el bolsillo con su discurso de agradecimi­ento y de reconocimi­entos a Close y a Lady Gaga (la rubia de la parte inferior)

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