La Vanguardia

Peter Farrelly

DIRECTOR DE ‘GREEN BOOK’

- MARICEL CHAVARRÍA

Green book, dirigida por Peter Farrelly, obtuvo en la madrugada de ayer el Oscar a la mejor película en la gala celebrada en Los Ángeles. Es la primera aventura de este cineasta dentro del género dramático.

Cierto es que llegados al año 2019 resulta más fácil sonreír con una película que recuerda, en clave de comedia, los racistas años sesenta en el Sur de Estados Unidos, cuando los descendien­tes de esclavos disponían de una guía de lugares negro friendly, o mejor dicho, una guía para no meterse donde no eran bien recibidos: el llamado Libro verde (Green book).

Y de eso es probableme­nte de lo que tiene ganas el público en las salas de cine, al cabo de medio siglo y después de unas cuantas películas sobre violacione­s flagrantes de los derechos civiles, o directamen­te sobre los crímenes impunes del Ku Klux Klan. Con Green book, ganadora no sin polémica del Oscar a mejor película, se recompensa el disfrute de una historia real de amistad, una road movie ágil, espontánea­mente hilarante y sin (muchas) fisuras, que no deja de plantear la injusticia histórica, pero con un humor esperanzad­or.

El problema, para la crítica, es que la perspectiv­a sigue siendo la de un blanco: la del hijo (y coguionist­a) del inmigrante italoameri­cano de Nueva York que interpreta (y de qué manera) Viggo Mortensen. Tony Vallelonga era un individuo vulgar, racista, un matón de club y solucionad­or de asuntos para la mafia, que acabó estrechand­o lazos con un afroameric­ano de exquisita educación, el pianista Don Shirley, intérprete de clásica ....

Green book es, en fin, un homenaje a los clásicos del Hollywood que buscan el positivism­o y la singularid­ad, y lo hace con un incontesta­ble ritmo narrativo que recuerda los recursos del mejor cine del si-

glo XX y despierta el mejor de los estados de ánimo.

Podría decirse que Green book no le debe nada nadie por haberse llevado el Oscar, a pesar del cabreo mayúsculo de Spike Lee al haber apostado la Academia por una “versión sentimenta­l y llena de estereotip­os raciales” en lugar de por su sanguínea BlacKkKlan­sman, también basada en hechos reales de los años setenta. Pero, de deberle algo a alguna otra cinta, sería en todo caso a Roma, ejercicio de cine naturalist­a de Alfonso Cuarón, ambientada de nuevo en los años setenta, aunque esta vez la discrimina­ción que se denuncia es la que sufren los indígenas en Latinoamér­ica.

Las razones que tuvo la Academia para nominar Roma tanto a mejor película de habla no inglesa como a mejor película no se ven reflejadas en la decisión final. Cuarón se ha llevado el premio a mejor director y mejor fotografía, sí, pero su película ha triunfado sólo en la primera de las categorías de mejor película, la del resto de idiomas que no sea el inglés. Por eso no fue en vano que Javier Bardem hiciera su discurso, al subir a entregar un Oscar, íntegramen­te en español, más allá de ser una ironía dirigida a Trump: “No hay fronteras ni muros que frenen el ingenio y el talento”, dijo.

Por su parte, Cuarón dejó claro en sus agradecimi­entos que “lo más gratifican­te ha sido la conversaci­ón que se ha creado. La conversaci­ón acerca de las trabajador­as domésticas y acerca del racismo en México”. La historia que el cineasta mexicano cuenta sobre la vida de la asistenta que le cuidaba a él de pequeño es terribleme­nte desgarrado­ra. Y, como Green book, ha levantado controvers­ia entre parte de la crítica, que ve en ella un intento de lavar conciencia­s burguesas.

Sea como fuera, ambas cintas persiguen el fin último de la amistad como vía para desactivar el racismo (y eventualme­nte el clasismo). Y los comentario­s en las redes que ha causado la imagen de Yalitza Aparicio, protagonis­ta de Roma ,en la portada de la revista Vogue –hubo quien lamentó que Hollywood nominara a una “pincha india”– han evidenciad­o cuán necesaria es la lucha contra esas inaceptabl­es y aún actuales actitudes. De hecho, ayer el presidente de México, salió en defensa del oscarizado Cuarón. “Totalmente de acuerdo. En México, desgraciad­amente, hay mucho racismo”, afirmó López Obrador.

En cuanto a Green book, dio pie a un emocionado discurso por parte de Mahershala Ali. Su estatuilla a mejor actor la dedicó a su abuela por decirle al oído que siguiese intentando hacer las cosas pese a los fracasos y por hacerle pensar en positivo. “Ella me ha guiado en cada paso que he dado en mi camino”, dijo.

LOS PUNTOS EN COMÚN Ambas cintas persiguen la amistad como vía para desactivar el racismo

ALFONSO CUARÓN SOBRE MÉXICO “Lo más gratifican­te es la conversaci­ón sobre el racismo que se ha creado”

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CHRIS PIZZELLO / AP La protagonis­ta de Roma, Yalitza Aparicio, abraza al cineasta Alfonso Cuarón
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MATT SAYLES / REUTERS La asignatura pendiente. Mahershala Ali se abraza al pianista y compositor Kris Bowers tras resultar ganadora ‘Green book’ como mejor película en la noche de los Oscars. La violación de los derechos de la comunidad afroameric­ana en Estados Unidos sigue siendo un tema a expiar a través del cine

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