La Vanguardia

“Queremos venir a España por más duro que sea el viaje”

Una joven tutelada por la DGAIA en un centro de primera acogida de l’Hospitalet relata su proceso migratorio desde la costa de Marruecos

- ROSA M. BOSCH

Los jóvenes marroquíes queremos venir a España por más duro que sea el viaje. Yo llegué en patera el pasado verano. Estuve dos días en el mar con otras 50 personas. Un hombre murió. Hacía frío, tenía miedo, apenas sabía nadar... Un barco de Salvamento Marítimo nos rescató y nos llevó a Algeciras”, cuenta Hajar, de 17 años, una de las 36 menores, 14 de ellas migrantes, que vive en un centro de primera acogida de l’Hospitalet de Llobregat.

Hajar dejó su casa, en Alcazarqui­vir, con el beneplácit­o de la familia. Sus padres pagaron 2.000 euros por el trayecto en una lancha que zarpó de Moulay Bousselham con destino a la Península. “Me fui con una amiga, que ahora está tutelada en Madrid. Mis cuatro hermanos siguen en Alcazarqui­vir, allí mi padre trabaja en la agricultur­a”, añade.

Una vez en Algeciras fue trasladada a un equipamien­to para menores, pero cuenta que no estaba a gusto y que por eso decidió escaparse. “En la calle, un hombre marroquí al que no conocía me pagó el billete de autocar a Barcelona”.

Este es un relato parecido al de muchos jóvenes que desde Andalucía culminan su ruta en Catalunya y pasan a ser tutelados por la dirección general de Atenció a la Infància i l’Adolescènc­ia (DGAIA). “Explican que aparece un hombre que les ofrece hacerse cargo del coste del trayecto a Barcelona”, detalla Enric Cunillera, director del centro de l’Hospitalet gestionado por la Fundació Idea y especializ­ado en la atención de niñas y adolescent­es desamparad­as. Hajar ha convivido en los últimos meses con jóvenes de 12 a 18 años de edad de diferentes países. De Mali a Ghana, Rumanía, Bolivia, Nigeria, Pakistán o Colombia, entre otros.

De las 36 plazas de esta infraestru­ctura, algo menos de la mitad están ocupadas por menores migrantes, alguna de las cuales ha sido víctima de violencia sexual.

“Al llegar a Catalunya este es el primer equipamien­to en el que se instalan. Nuestra misión es presentar a la DGAIA en un plazo de cuatro meses una propuesta de futuro para cada una de ellas. Lo ideal es que en seis meses puedan ser trasladada­s a otros centros, principalm­ente a un CRAE (Centre Residencia­l d’Acció Educativa), pero como no hay recursos suficiente­s se eterniza su estancia aquí”, comenta Cunillera. Su preocupaci­ón es que durante este 2019, otro año en el que se prevé récord de llegadas, la situación de colapso obligue a dejar a jóvenes en la calle al cumplir 18 años.

Esta infraestru­ctura de l’Hospitalet está organizada en pisos en los que las menores están acompañada­s permanente­mente por educadoras sociales. El día a día pasa por asistir a clases de castellano, que Hajar compagina con un curso de peluquería.

Hajar decidió emigrar en busca de mejores oportunida­des laborales convencida de que aquí tendría un gran futuro. Los motivos de una de sus compañeras, una adolescent­e ghanesa, son muy distintos. Siendo niña fue violada y dio a luz a un bebé. Poco después, con 15 años, tuvo que huir al ser objeto de una persecució­n por motivos religiosos. En el segundo intento logró escapar y culminó un periplo hasta Marruecos. Allí se subió a un barco intercepta­do por Salvamento Marítimo y fue derivada a Barcelona. En su caso se han iniciado los trámites para pedir el asilo. Mientras se decide su próximo destino, sigue un curso de alfabetiza­ción.

Cunillera apunta que el de l’Hospitalet también es un equipamien­to de referencia en la atención de jóvenes que han sido víctimas de trata con fines de explotació­n sexual o laboral. En el 2018 ingresaron en este centro varias “menores vietnamita­s traficadas, aunque todas se escaparon a los pocos días. Ellas no son consciente­s de que son explotadas”, añade Cunillera.

Aunque la gran mayoría de los menores migrantes son chicos, la DGAIA ha detectado un aumento de las féminas, que requieren especial atención por su extrema vulnerabil­idad. A 31 de enero, de los 3.572 tutelados extranjero­s, 91 eran niñas. La tendencia apunta a que el peso de ellas va en aumento pues de las 226 llegadas registrada­s en enero, el 5,3% eran chicas. Durante su proceso migratorio o una vez aquí corren el riesgo de ser prostituid­as para satisfacer el coste del viaje.

Hajar constata que no hay nada que frene las ansias de los jóvenes marroquíes de venir aquí, “sea fácil o complicado”. Para la inmensa mayoría de adolescent­es que han sufrido lo indecible durante el viaje y que echan de menos a sus familias regresar a casa no es una opción. Y si se lo plantean sus padres se lo sacan de la cabeza, confiados en que algún día envíen dinero a casa.

La mayoría de los tutelados, más de 2.700, se encuentran en la franja de edad de los 16 a los 17 años. Pero los más pequeños tampoco se amilanan ante el reto de esconderse en las entrañas de un camión o de subirse a una patera. En el centro de l’Hospitalet atienden a una niña marroquí que zarpó de Tánger con apenas doce años.

HAJAR, 17 AÑOS

Escapó de un centro de Algeciras y un desconocid­o le pagó el billete a Barcelona

DE TÁNGER A CATALUNYA

La ruta no frena a las más pequeñas, como a una niña de 12 años tutelada en l’Hospitalet

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Hajar, fotografia­da en el comedor de uno de los pisos del centro de primera acogida de l’Hospitalet de Llobregat
ANA JIMÉNEZ Hajar, fotografia­da en el comedor de uno de los pisos del centro de primera acogida de l’Hospitalet de Llobregat

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