La Vanguardia

Premios y obras

- Jaime Rosales

Este ha sido un buen año. La cosecha cinematogr­áfica del 2018 ha dejado un puñado de buenas películas. Algunas excelentes. Una extraordin­aria. Me encantó Un asunto de familia y me gustó Cold War.

Me entretuve con Bohemian Rhapsody y con Green Book, películas ya vistas, pero muy bien hechas. Me perdí Infiltrado en el KKKlan pero he escuchado excelentes comentario­s. Espero verla pronto. Y luego está Roma. La gran derrotada de la noche de los Oscar. Una obra maestra incontesta­ble, sin embargo, contestada.

Los que la contestan esgrimen como argumento la pobreza dramática de la historia que cuenta. Se quejan de que no pasa nada en la película; o muy poco. En cualquier caso, según ellos, muy lentamente. El valor de Roma tiene que ver con sus atributos fílmicos. El valor de una ópera no se encuentra en su argumento dramático, sino en lo musical. ¿Acaso La Bohème de Puccini despliega una gran historia? ¿Lo hace el Tannhauser de Wagner? El valor de un cuadro no se encuentra en el contenido escénico, sino en el pictórico. ¿Presentan Los Girasoles de Van Gogh un motivo escénico impactante? De igual modo, el valor de una película no se encuentra en su historia, sino en lo fílmico.

¿Qué es lo fílmico? La expresión plástica del tiempo en el espacio. El cine es una experienci­a que nos conecta con la sensación de vida ligada a la percepción del tiempo y del espacio. Sentir el tiempo. Sentir el espacio. En esa expresión, Roma es superlativ­a. Lo es en la sensación del espacio de la casa cuando hay gente y cuando está vacía. Cuando muestra cómo viven las criadas y la familia. Cuando muestra la extraordin­aria escena del campo con los chavales entrenando artes marciales. Cuando muestra el cuerpecito de la niña muerta en el paritorio; así como los gestos y los sonidos que acompañan ese momento. Lo es en la secuencia final de la playa con el mar –ese otro espacio/tiempo no humano que nos rodea, nos fascina y nos puede engullir– tratando de arrebatar la vida de los chicos. El argumento dramático es importante en una película, sin duda, pero no es sustancial. Roma es cine y es arte. Es arte porque es bella y verdadera. Emana belleza y verdad en todos sus personajes, en todos sus detalles plásticos y sonoros.

El Oscar ha sido para Green Book. Me gusta que la película haya sido producida por un estudio y haya sido distribuid­a en salas de cine con gran éxito, pero no era la mejor opción, si de lo que se trataba era de premiar las cualidades fílmicas de una película. Es muy correcta y emana un aire de clasicismo que produce placer. Nada chirría. Todo está en su sitio. Me gusta. Me entretiene. Y eso no es poco. No cabe olvidar que Hollywood es la meca del entretenim­iento. Este año, ante la oportunida­d/riesgo de premiar algo que se salía de toda norma, ha preferido premiar lo seguro, lo de siempre. Que siga el espectácul­o.

Ante la oportunida­d/riesgo de premiar algo que se salía de toda norma, se ha preferido premiar lo seguro, lo de siempre

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