La Vanguardia

La noche que Hollywood sale de marcha

Spike Lee y Glenn Close se olvidaron de sus enfados en las fiestas de la madrugada

- GABRIEL LERMAN

Tuvo que pasar un buen rato una vez que concluyó la ceremonia para que a Spike Lee se le pasara el enojo por el triunfo de Green book. Es que el realizador afroameric­ano sigue teniendo abierta la herida por lo ocurrido en 1990, cuando Paseando a Miss Daisy se llevó la estatuilla más importante de la noche, mientras que su elogiada Haz lo que debas se marchó con las manos vacías, después de haber recibido sólo dos nominacion­es y sin participar como mejor película. Pero bastó que entrara al enorme salón en el piso superior del complejo donde se encuentra el Dolby Theater, donde cada año se celebra el Baile de los Gobernador­es, para que se relajara y empezara a celebrar la primera estatuilla dorada que ha ganado en su carrera por una película (obtuvo un Oscar honorífico en el 2016), y lo hizo de la mejor manera posible, hablando durante un largo rato con Barbra Streisand, devota admiradora de Infiltrado en el KKKlan. A poca distancia, Rami Malek abría una botella del mejor champaña entre aplausos. Aún cuando se dio un buen golpe al bajar del escenario con el premio en la mano, el protagonis­ta de Bohemian rhapsody, que se llevó cuatro estatuilla­s, rebosaba felicidad, y en las horas que siguieron se dedicó a demostrarl­o junto a su madre, sus hermanos, su novia Lucy Boynton (quien encarna a Mary Austin en el filme) y lógicament­e Brian May y Roger Taylor en la fiesta que Fox organizó en el Hollywood Athletic Club para festejar las 20 nominacion­es obtenidas por el estudio en tiempos críticos, en lo que puede leerse como una elíptica llamada de atención a los ejecutivos de Disney que tendrán que decidir el futuro de esa compañía en los próximos meses.

Hay muchas incertidum­bres en el mundo del cine, pero la noche del Oscar es para celebrar, y es lo que ocurrió en Los Ángeles a partir de las 9 pm. Numerosas fiestas abrieron sus puertas, entre ellas la más famosa, la que organiza Vanity Fair, que se hizo en un enorme complejo cultural en Beverly Hills, el Wallis Annenberg Center for the Performing Arts. Allí se pudo ver a una Glenn Close muy relajada, a la que parecía no haberle importado perder una vez más, al punto que en determinad­o momento se sumó a la pista de baile y danzó hasta que se le acabaron las fuerzas, nada mal para una mujer que en unos días cumplirá los 72. Lady Gaga tampoco parecía molesta porque Ha nacido una estrella hubiese sido la gran perdedora, llevándose apenas una estatuilla por Shallow, la canción que ella compuso con otros tres colegas. Se dedicó a sonreír, besar su Oscar ante cada fotógrafo que se lo pidiera y antes de partir a la fiesta que Warner Bros organizó para la película en los San Vicente Bungalows hizo una escala en el evento superexclu­sivo que habitualme­nte realiza Madonna y en donde no se permite tomar fotografía­s y mucho

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