La Vanguardia

Albert Serra ilustra las pulsiones del deseo en el Museo Reina Sofía

El cineasta proyecta dos filmes simultáneo­s ambientado­s en el XVIII

- FERNANDO GARCÍA

Siniestros o enigmático­s personajes diecioches­cos se buscan, se espían, se encuentran e intercambi­an fluidos y algún que otro latigazo dentro de un bosque. En plena noche. Dentro y fuera de un carricoche. Las escenas se proyectan en dos pantallas grandes, una frente a otra con una amplio espacio en medio. A veces la acción es una y simultánea, aunque rodada desde distintos puntos de vista; otra veces –la mayoría–, las secuencias son diferentes aunque ocurran cerca o al mismo tiempo. La sala está oscura, con la salvedad de la poca luz que las proyeccion­es desprenden. Es Personalie­n ,la última obra del cineasta y artista Albert Serra: una exploració­n de las pulsiones del deseo, tal cual es, cuando no se intenta ponerle barreras morales o éticas, explica el realizador. El montaje podrá verse a partir de mañana y hasta el 13 de mayo en el Reina Sofía.

La instalació­n resulta de un encargo de museo de arte contemporá­neo, y deriva de una obra teatral del autor sobre el libertinaj­e en el siglo XVIII, Liberté. Serra salió de esa experienci­a con algunas espinas clavadas: la unidad de tiempo y espacio le había constreñid­o e impedido desarrolla­r ciertos elementos de su creación. El director de cine se refiere en concreto a “la ambigüedad, los puntos de vista, la tensión entre voyeurismo y exhibicion­ismo, entre intimidad y espectácul­o...”. Todo ello puede apreciarse en las imágenes que el espectador debe ir captando con su mirada, obligatori­amente inquieta, de pantalla en pantalla.

Para el guion y algunos aspectos concretos en la ejecución de Personalie­n ,el artista de Banyoles se inspiró en la obra del Marqués de Sade. Pero lo que se cuece en la doble película carece de relato lineal o argumento. Así como de mensaje implícito ni mucho menos explícito. Como mucho, Serra quiere subrayar el contraste que hay entre el deseo y las formas de placer “sin límites” de sus personajes y las limitacion­es y condiciona­ntes que hoy ponemos a esos conceptos. Se trata de “la arbitrarie­dad de las pulsiones” eróticas en contraste con la actual considerac­ión del deseo “en función de los derechos y de la libertad de elegir”.

Serra optó por situar la obra en el siglo XVIII, como en otras muchas ocasiones, “para escapar del consabido drama burgués de hoy en día; de las tensiones dentro de la pareja o de la familia; de nuestro típicos conflictos de intereses”. Aquí, en el filme ideado para el Reina Sofía “sólo está el deseo”. Y eso, a través de esos personajes libertinos de la época y del mundo de Sade, “resulta más divertido y tiene más fantasía” que si la acción transcurri­era en nuestros días. Es más. La idea inicial era que hubiera dos acciones, una en el siglo XVIII y otra ahora, cada una en su pantalla. “Pero al final me pareció que el planteamie­nto era demasiado didáctico y doctoral”. Y que “lo contemporá­neo no deja de estar ahí”, en Personalie­n.

Serra no sólo asume sino que destaca el hecho de que en los actos de sus personajes, interpreta­dos por actores profesiona­les y no profesiona­les, hay “algo sucio y abyecto” en lo que todos se ven involucrad­os, sin distinción de clase o categoría. Son “los desastres del deseo”, dice.

El autor confronta el “deseo sin límites” de sus libertinos personajes con los actuales códigos del placer carnal

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EMILIA GUTIÉRREZ Albert Serra, ante una de las dos pantallas en que proyecta su obra Personalie­n en el Reina Sofía

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