Albert Serra ilustra las pulsiones del deseo en el Museo Reina Sofía
El cineasta proyecta dos filmes simultáneos ambientados en el XVIII
Siniestros o enigmáticos personajes dieciochescos se buscan, se espían, se encuentran e intercambian fluidos y algún que otro latigazo dentro de un bosque. En plena noche. Dentro y fuera de un carricoche. Las escenas se proyectan en dos pantallas grandes, una frente a otra con una amplio espacio en medio. A veces la acción es una y simultánea, aunque rodada desde distintos puntos de vista; otra veces –la mayoría–, las secuencias son diferentes aunque ocurran cerca o al mismo tiempo. La sala está oscura, con la salvedad de la poca luz que las proyecciones desprenden. Es Personalien ,la última obra del cineasta y artista Albert Serra: una exploración de las pulsiones del deseo, tal cual es, cuando no se intenta ponerle barreras morales o éticas, explica el realizador. El montaje podrá verse a partir de mañana y hasta el 13 de mayo en el Reina Sofía.
La instalación resulta de un encargo de museo de arte contemporáneo, y deriva de una obra teatral del autor sobre el libertinaje en el siglo XVIII, Liberté. Serra salió de esa experiencia con algunas espinas clavadas: la unidad de tiempo y espacio le había constreñido e impedido desarrollar ciertos elementos de su creación. El director de cine se refiere en concreto a “la ambigüedad, los puntos de vista, la tensión entre voyeurismo y exhibicionismo, entre intimidad y espectáculo...”. Todo ello puede apreciarse en las imágenes que el espectador debe ir captando con su mirada, obligatoriamente inquieta, de pantalla en pantalla.
Para el guion y algunos aspectos concretos en la ejecución de Personalien ,el artista de Banyoles se inspiró en la obra del Marqués de Sade. Pero lo que se cuece en la doble película carece de relato lineal o argumento. Así como de mensaje implícito ni mucho menos explícito. Como mucho, Serra quiere subrayar el contraste que hay entre el deseo y las formas de placer “sin límites” de sus personajes y las limitaciones y condicionantes que hoy ponemos a esos conceptos. Se trata de “la arbitrariedad de las pulsiones” eróticas en contraste con la actual consideración del deseo “en función de los derechos y de la libertad de elegir”.
Serra optó por situar la obra en el siglo XVIII, como en otras muchas ocasiones, “para escapar del consabido drama burgués de hoy en día; de las tensiones dentro de la pareja o de la familia; de nuestro típicos conflictos de intereses”. Aquí, en el filme ideado para el Reina Sofía “sólo está el deseo”. Y eso, a través de esos personajes libertinos de la época y del mundo de Sade, “resulta más divertido y tiene más fantasía” que si la acción transcurriera en nuestros días. Es más. La idea inicial era que hubiera dos acciones, una en el siglo XVIII y otra ahora, cada una en su pantalla. “Pero al final me pareció que el planteamiento era demasiado didáctico y doctoral”. Y que “lo contemporáneo no deja de estar ahí”, en Personalien.
Serra no sólo asume sino que destaca el hecho de que en los actos de sus personajes, interpretados por actores profesionales y no profesionales, hay “algo sucio y abyecto” en lo que todos se ven involucrados, sin distinción de clase o categoría. Son “los desastres del deseo”, dice.
El autor confronta el “deseo sin límites” de sus libertinos personajes con los actuales códigos del placer carnal