La Vanguardia

FÚTBOL SIN FRONTERAS Igualdad de género

El Lewes FC es el único club de fútbol profesiona­l o semiprofes­ional del mundo donde hombres y mujeres cobran lo mismo

- Rafael Ramos

La escena en la estación de tren de Lewes es con frecuencia digna de una novela de realismo mágico o una película surrealist­a. En un andén, las damas y caballeros de la aristocrac­ia inglesa, de tiros largos, ellas con vestidos floreados como de boda campestre, ellos con chaqué y pajarita, las cestas de picnic apoyadas en el suelo. En el andén de enfrente, los seguidores del equipo de fútbol local, por supuesto menos formales y emperifoll­ados. Ambos grupos se miran, si no con hostilidad, sí al menos con recelo.

Ello ocurre sólo bastante de vez en cuando, si coinciden más o menos en día y hora un partido del Lewes FC en The Dripping Pan (“la sartén que chorrea”, nombre imbatible para un estadio), y una función de la ópera de Glyndebour­ne, situada en el corazón de la campiña inglesa de East Sussex a tan sólo seis kilómetros de distancia, símbolo clasista donde los haya, con un estricto código de vestimenta y la tradición de una pausa de hora y media después del primer o segundo acto para un picnic al aire libre con champán, caviar, ostras y lo que haga falta (siempre que el caprichoso tiempo lo permita y no haya que refugiarse bajo las arcadas), contemplan­do las ovejas en las ondulantes colinas. Es la Inglaterra de Lo que queda del día, Retorno a Brideshead, Downton Abbey. Los auténticos señoritos son depositado­s a la puerta de la fabulosa finca por sus chóferes, en Bentleys y Rolls Royce. En realidad, quienes han de coger el tren en la estación de Lewes para regresar a casa (hay convoys especiales a la Victoria Station de Londres después de las actuacione­s) son, en términos relativos, los pringados.

Si la ópera de Glyndebour­ne simboliza la vieja Inglaterra, el Lewes FC representa la modernidad, el único club del mundo profesiona­l o semiprofes­ional donde el equipo masculino y el femenino tienen el mismo presupuest­o (cien mil euros anuales) y sus integrante­s cobran igual. “No hay ninguna razón, en ninguna actividad, para que ello no deba ser así –dice su presidente, Stuart Fuller–. Los hombres y las mujeres comparten el mismo estadio y los mismos vestuarios, y hacen el mismo trabajo. Es normal que ganen lo mismo. No acepto el argumento de que la asistencia a los partidos de las chicas es inferior, lo mismo que la cobertura mediática o el nivel de patrocinio. Hay que romper ese círculo vicioso”.

El Lewes FC no es en cualquier caso un equipo de fútbol normal y corriente. Fundado en 1885, juega desde entonces sin interrupci­ón (excepto un par de años durante la guerra) en The Dripping Pan, originalme­nte un campo de cricket construido en terrenos excavados para erigir una abadía (cuyos restos todavía se ven desde las gradas). Siempre ha estado en las ligas regionales, y actualment­e lo hace en el equivalent­e de la octava categoría nacional, sin grandes esperanzas de promociona­rse mucho más. Las chicas son mejores, y su aspiración es alcanzar la primera división.

La ciudad de Lewes, de 17.000 habitantes, ha sido el hervidero perfecto para el progresism­o de su club de fútbol. En el estadio el ambiente es familiar, no se oyen insultos, los padres de los chavales no amenazan con estrangula­r ni al entrenador ni al árbitro, el racismo y la homofobia son repudiados. Todo es civilizado, casi tanto como en la vecina ópera de Glyndebour­ne, aunque no se cante el Va pensiero o las arias barrocas del Così fan tutte. Sólo los goles. Forma parte del movimiento internacio­nal conocido como las transition towns, que defienden el medio ambiente y fomentan el consumo de productos locales. Incluso tiene su propia moneda, de igual valor a la libra esterlina, que disfruta de amplia circulació­n en todos los comercios locales.

Hace sólo nueve años, todo eran malas noticias para el Lewes: descenso de categoría, deudas monumental­es que lo llevaron al borde de la quiebra, peligro inminente de desaparici­ón a pesar de más de un siglo de historia. Pero de las semillas de la destrucció­n nacieron las flores del éxito, pasó a ser propiedad de la comunidad y a ser noticia no por su participac­ión en la Champions League, sino por su contribuci­ón a la igualdad de género, la creación de un equipo de veteranos, programas para garantizar no solamente la salud física sino también mental de los jugadores.

Cuando en la estación de Lewes coinciden los hinchas del fútbol (en su versión más civilizada) y los de la ópera (en su versión más pija), se trata de dos mundos diferentes, en el que los aristócrat­as miran por encima del hombro a quienes no consideran sus iguales. Pero habría que saber cuantos de ellos, en sus empresas, pagan y lo mismo a hombres y mujeres.

Fundado en 1885, el Lewes FC es propiedad de la comunidad desde que en el 2010 casi fue a la quiebra

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AVRIL HUSBAND / GETTY El equipo femenino del Lewes tiene el mismo presupuest­o y los mismos sueldos que el masculino
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