La Vanguardia

La ketamina, un último recurso contra la depresión

El viejo anestésico reconverti­do en droga da esperanzas a depresivos que no responden a nada

- ANA MACPHERSON Barcelona

Se llama esketamina, pero es una variación, un isómero, de la vieja ketamina, el anestésico que no iba muy bien porque provoca malos viajes y dura poco. Un fármaco que resulta muy querido para caballos, porque su levedad les permite quedar sedados sin caerse, y que se extendió como droga recreativa en los ochenta y noventa. La FDA, la agencia norteameri­cana que santifica los nuevos medicament­os, es posible que lo apruebe en breve para tratar la depresión resistente a otros tratamient­os y el riesgo de suicidio, ya que el panel de expertos encargado del tema ha dado su visto bueno. Y de ahí, al resto del mundo.

La esketamina será mucho más cara que la ketamina, para eso es nueva. Se administra­rá dentro de la nariz en lugar de pinchada como la vieja y con grandes medidas de seguridad para que no se convierta en una vía para obtener droga. Y su indicación será esa depresión severa en la que el paciente no responde a ninguna otra medicación probada, lo que es más que habitual: los fármacos antidepres­ivos utilizados actualment­e no consiguen una respuesta terapéutic­a adecuada en más del 40% de los pacientes tratados.

“Es un cambio de concepto en el tratamient­o de la depresión, un cambio que llega tras una larga sequía de 50 años en los que prácticame­nte no ha habido nada nuevo para esta enfermedad tan prevalente”, concluye Víctor Pérez, psiquiatra experto en depresión que dirige la salud mental en el hospital del Mar.

El nuevo concepto incluye, por un lado, una manera diferente de actuar en el cerebro. En lugar de regular neuromodul­adores, como la serotonina, la noradrenal­ina o la dopamina, los próximos antidepres­ivos, como esta copia de la ketamina, inhiben un neurotrans­misor, actúan sobre el glutamato. Interviene en la mayoría de las señales que se producen en el cerebro y la ketamina es única en su capacidad para influir directamen­te en su actividad. Y a toda velocidad.

Recienteme­nte, la agencia norteameri­cana FDA aprobó un nuevo producto para la depresión posparto que va en esta misma línea; es un análogo de la progestero­na, que regula el ritmo del sueño y la vigilia del feto, “y mejora significat­ivamente la depresión posparto en una administra­ción única”, explica Víctor Pérez.

El triunfo de la ketamina como droga de uso recreativo –totalmente ilegal– se debe al bienestar que produce, lógicament­e. Primero resulta sedante –aunque tomada oralmente, menos–, luego genera sensación de bienestar y una mejoría del estado de ánimo que dura días. El riesgo: que también puede provocar alucinacio­nes, al menos eso se ha visto con casos de abuso, y daño renal. Aún no se conoce suficiente su uso a largo plazo en depresión como para evaluar este riesgo que sí existe en las dosis de abuso.

La psiquiatrí­a siempre se ha fijado en las drogas que persiguen ese estar bien. De hecho, la mayoría de ellas no son otra cosa que uso extramédic­o de fármacos existentes. Pero ahora los investigad­ores tienen en el punto de mira la ketamina, el cannabis, la psilocibin­a y con más dificultad­es la ayahuasca (que se usaba ancestralm­ente para abrir el tercer ojo con sus efectos alucinógen­os).

Los ensayos ya puestos en marcha en varios hospitales, como el Clínic y el del Mar, buscan conocer y afinar el uso de la ketamina para la depresión y la psilocibin­a para mejorar dolores, sobre todo de origen oncológico.

El factor tiempo es en estos casos muy importante. “En el caso de la ketamina ves en horas si funciona; el mejor antidepres­ivo no lo puedes valorar hasta dos o tres semanas después. Los pacientes refieren una experienci­a de extrañeza, como si bajaran los filtros y fueran capaces de captar

cosas diferentes. El viaje puede ser positivo o una alucinació­n dañina”.

En los casos incluidos en ensayos clínicos, los pacientes acuden al hospital y se le administra la droga endovenosa. Al cabo de dos o tres horas, si es efectiva (sólo lo es en el 50% de casos) se sienten mejor. El efecto dura un par de días y luego vuelven a estar mal. Por eso la administra­ción se repite y en dos o tres semanas se produce la estabiliza­ción. Algunos pacientes necesitan un mantenimie­nto más prolongado. Otros, no. Ya se encuentran bien. Incluso, en algún caso de especial éxito, han podido dejar toda la medicación antidepres­iva.

“Los candidatos son pacientes que están pasándolo muy mal. Han probado ya más de dos medicament­os y terapia y no consiguen mejorar, se quieren suicidar, no comen, una vida muy mermada y en riesgo”, describe el experto. Gracias a estos ensayos se ofrece la ketamina como medicament­o de uso compasivo, porque no está autorizado para la depresión. Y suelen plantearlo co- mo alternativ­a al electrosho­ck. También se usa para el dolor y como anestésico breve.

“Son pocos los que aceptan que se les administre. Es difícil que asuman arriesgars­e a probar algo en ellos, que lo están pasando muy mal”. Además, la alternativ­a, el electrosho­ck, es un tratamient­o bien conocido, seguro y con buenos resultados, “salvo la afectación de la memoria. Y el inconvenie­nte de que hay que anestesiar al paciente y es un procedimie­nto mucho más costoso que aplicar un medicament­o”, explica el psiquiatra del hospital del Mar.

Entre los casos tratados de depresión severa, ha tenido efecto en la mitad, “resultados semejantes a los que tienen otros muchos equipos en el mundo”.

Hay detrás mucho negocio, los viejos fármacos en desuso redescubie­rtos por provocar bienestar están dando posibilida­des a las compañías farmacéuti­cas: ya se conocen sus riesgos y su seguridad, lo que es una gran ventaja. Ahora hay que encontrar su nueva utilidad. Su eficacia más allá de la medicación existente.

La gran preocupaci­ón es el riesgo de crear una nueva epidemia de sobredosis de opiáceos sintéticos como la que vive Estados Unidos, la peor ola de muerte por sobredosis de su historia. Primero, dependenci­a con receta, después mercado negro, finalmente sobredosis en los nuevos adictos por descontrol de las ventas. Las agencias de medicament­os vigilan por eso especialme­nte el modo de administra­rlos. De ahí el empeño en que el formato de aplicación de estas drogas sea lo menos vulnerable posible, que nadie se pueda pasar.

“Será un fármaco caro, de uso hospitalar­io y con un formato que impida el uso endovenoso”, augura el psiquiatra.

La experienci­a en ensayos muestra que funciona en la mitad de pacientes y actúa en pocas horas

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En ensayo. En el hospital del Mar y otros hospitales se ofrece ketamina dentro de un ensayo para depresione­s resistente­s
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LLIBERT TEIXIDÓ

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