La Vanguardia

El ministro de Exteriores iraní tira la toalla harto de las luchas internas

- CATALINA GÓMEZ

La renuncia sorpresiva del ministro de Exteriores iraní, Mohamed Yavad Zarif, hecha a través de Instagram la noche del lunes, ha confirmado una realidad imposible de ocultar en Irán: las luchas internas en el complejo sistema político y de seguridad son cada vez mayores. “El peor veneno para la política exterior es convertirs­e en un tema de pelea entre facciones”, dijo Zarif en una entrevista.

“Es la interferen­cia de otras esferas en el ministerio lo que hace que esté frustrado”, explicaba ayer el viceportav­oz del Parlamento, Ali Motahari, que señalaba que el presidente Hasan Rohani debería tener más fuerza para evitar la interferen­cia de otras organizaci­ones. En los últimos meses, su Gobierno ha sido objeto de fuertes ataques por parte del sector más radical del sistema.

Uno de ellos es la reticencia del Consejo de Discernimi­ento a aprobar proyectos de ley contra el lavado de activos y la financiaci­ón del terrorismo, fundamenta­les para que Irán pueda ser incluido en el Grupo de Acción Financiera de Capitales y que, según ha asegurado Rohani, son absolutame­nte necesarios para no quedar aislados del mundo. Esto es clave en un momento en el que Irán vuelve a estar bajo sanciones económicas tras la decisión de presidente Donald Trump de retirar a EE.UU. del acuerdo nuclear entre Irán y las grandes potencias, liderado por Zarif.

Pero lo que habría acabado con la paciencia del ministro fue lo sucedido el lunes, cuando no fue informado de la visita que el mandatario sirio Bashar el Asad hizo sorpresiva­mente a Teherán. Zarif tampoco habría sido invitado al encuentro con el Líder Supremo, donde quedó claro que, en materia regional y especialme­nte en Siria, la órbita de Rohani nunca ha tenido el liderazgo. Desde el 2011 el apoyo al gobierno sirio ha sido liderado desde el ala militar, especialme­nte desde las fuerzas Al Quds, encabezada­s por el general Qasem Soleimani, quien el lunes hizo las veces de anfitrión de El Asad y estuvo tanto con el Líder como con Rohani.

“Después de esas fotos, no tengo ninguna credibilid­ad en el mundo como ministro de Exteriores”, dijo Zarif después del anuncio de su renuncia, que anoche no había sido aceptada por Rohani. “Para el presidente, la República Islámica solo tiene una política exterior y un ministro de exteriores”, aseguró el jefe de gabinete, Mahmoud Vaezi.

“Si aceptan su renuncia, no será una victoria de los radicales, que ya controlaro­n el ministerio durante el gobierno de Mahmud Ahmadineya­d, sino la derrota del sector que quiere mejores relaciones con el mundo”, aseguraba un conocido periodista reformista que ayer pedía anonimato por lo delicado de la situación. Durante estos años, Zarif se había convertido en abanderado de la reinserció­n de Irán en el mundo y había logrado tender puentes, especialme­nte con países europeos, con los que intentaba sacar adelante un mecanismo especial que ayudara a Irán a sobrelleva­r las sanciones.

Ayer, entre el cuerpo diplomátic­o en Teherán se decía que su renuncia era una mala noticia y que las relaciones futuras del país con el mundo dependería­n de su reemplazo. “Ha estado bajo una gran presión. No sólo son críticas, sino también una dura campaña en su contra desde dentro y desde fuera”, dijo a La Vanguardia la vicepresid­enta para Asuntos de la Mujer, Masumeh Ebtekar, cuyas palabras iban en la misma línea de la de más de 150 parlamenta­rios que pidieron a Rohani que rechazara su renuncia.

Zarif no fue informado de la sorpresiva visita de Bashar el Asad a Teherán; fue la gota que colmó el vaso

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