La Vanguardia

Marchena no está para hostias

- Isabel Garcia Pagan

Carles Puigdemont se dispuso a firmar la convocator­ia del referéndum con un bolígrafo de la ONCE y en mangas de camisa. Alguien reparó en la convenienc­ia de dejar constancia en una foto y el president interrumpi­ó la firma. “Tendría que ponerse la americana”... Si la aprobación de la ley del Referéndum la noche del 6 de septiembre y la declaració­n de independen­cia del 27 de octubre eran parte de una estrategia diseñada al milímetro alguien perdió el guion y el independen­tismo se sumió en la improvisac­ión durante meses.

Ahí sigue. Sin estrategia política a corto plazo y con los líderes del proceso soberanist­a lamentando dentro de prisión no haber tramitado los presupuest­os del Gobierno del PSOE para evitar una nueva convocator­ia electoral en España. La precampaña está en marcha y las posiciones políticas ya no pueden reorientar­se, excepto dentro de la sala de plenos del Tribunal Supremo.

Hubo algo de catarsis colectiva en la declaració­n de Jordi Cuixart. Muchas “hostias” y ninguna del agrado del presidente del tribunal, Manuel Marchena, preocupado por mantener el decoro de la sala. Al finalizar el interrogat­orio y suspenders­e la sesión matutina el presidente de Òmnium se abrazó al president de la Generalita­t y soltó: “esto hay que rematarlo”, acompañado de una inmensa sonrisa. El mensaje de los compañeros de prisión a su mujer fue reconforta­nte: “Puedes estar orgullosa de este hombre”. Misión cumplida.

Lejos quedaba –sólo han pasado dos semanas– la reaparició­n del “junquerism­o es amor”. Aunque se redundara en el amor a España. La mitad de los acusados se han declarado presos políticos, se ha desacredit­ado al Tribunal Constituci­onal y se ha puesto en evidencia a la Fiscalía por sus carencias y obsesiones. Pero ninguno de los acusados se había atrevido a decir ante el tribunal que su prioridad ya no es salir de la cárcel a cualquier precio. Cuixart insiste en que no es político, pero es el único que pone la resolución del conflicto catalán y la defensa de los derechos fundamenta­les como moneda de cambio para su libertad.

El presidente de Òmnium se aferró al concepto de desobedien­cia pacífica desde el convencimi­ento de que la sentencia del Supremo está escrita y la escenograf­ía de su declaració­n siguió la de las campañas de la entidad: “Jo Acuso”. Cuixart lleva en prisión preventiva desde el 16 de octubre del 2017 y ha reforzado su perfil de activista. Rosa Parks, Gandhi, Martin Luther King y hasta Marcelino Camacho: “Si el derecho de huelga se gana haciendo huelga, el de voto se gana votando”. Pero aún así el presidente de Òmnium no pasó de considerar el referéndum del 1-O de “ejercicio de desobedien­cia civil”. Si sirvió para declarar la independen­cia ya no era cosa suya, porque estaba en Soto del Real acusado de rebelión por la Fiscalía.

Tampoco la expresiden­ta del Parlament hizo suyo el objetivo inicial ni el mandato posterior del 1-O. Carme Forcadell demostró ante el tribunal el temple que no desplegó el 6 y 7 de septiembre del 2017 en la Cámara frente a la ofensiva de la oposición encabezada por Carlos Carrizosa. “Señor Carrizosa, para qué pide la palabra”, fue el mantra de la sesión. Y si esos días surfeó sobre las advertenci­as de los letrados parlamenta­rios, ayer, con el misal rojo del Parlament en las manos, lo hizo sobre las notificaci­ones del Tribunal Constituci­onal y las consecuenc­ias de lo que se votaba en la Cámara.

Durante 48 horas, en el Parlament hubo falta de liderazgo, barullo en el debate y requiebros en el reglamento. Para el independen­tismo era “la única manera” de aprobar la ley y si a la Fiscalía le pareció un procedimie­nto superexpré­s, la noche del 6 de septiembre se oyó en el hemiciclo un “vaaaaaa” de la secretaria general de ERC, Marta Rovira, por la docena de interrupci­ones del pleno que se sobrelleva­ron con bocadillos en el despacho de Carles Puigdemont.

Lo del 27 de octubre fue otra cosa. El gesto de Carme Forcadell en la presidenci­a de la Cámara denotaba su malestar. Puigdemont no quiso intervenir en el pleno y en 40 minutos se declaró la independen­cia, el Gobierno español intervino la Generalita­t y Mariano Rajoy convocó elecciones. Para Forcadell, la declaració­n de independen­cia no pasó de una declaració­n sin trascenden­cia política, de la que sólo se votaron dos resolucion­es de rechazo al 155 y reclamando la puesta en marcha de un proceso constituye­nte.

Otra cosa es lo que se dice fuera, aunque sea desde Waterloo. Carles Puigdemont impone su propio relato ajeno a la sentencia por rebelión. Confesó a la BBC su “error”, que resultó ser “suspender los efectos” de la declaració­n de independen­cia el 10 de octubre del 2017. “No ejecutamos el mandato del Parlament, pero la declaració­n está”. En el banco de los acusados nadie la vio.

“¿Fue todo una mentira, una broma, teatro, un sainete, una farsa?”, preguntó la fiscal Consuelo Madrigal. Carme Forcadell respondió que era política.

Y si el independen­tismo deambula en la política, la Fiscalía lo hace en la sala. Jaime Moreno y Consuelo Madrigal se aferran a los informes de la Guardia Civil como a un clavo ardiendo, pero también a las relecturas de la prensa. Madrigal dio valor probatorio a titulares sobre un “choque de trenes” institucio­nal y convirtió en casi delito –no lingüístic­o– la obsesión de la política catalana con las cumbres. Convocar cumbres, “lanzar” tuits y gastar en “longanizas”.

La permisivid­ad de Marchena se acaba y su discurso pasará del “señor fiscal haga la pregunta” al “no procede” para las defensas. Menos “hostias”. El tribunal ha permitido el despliegue del argumentar­io del independen­tismo por parte de los acusados pero no va a permitir un debate político en la sala con los testigos. Mucho menos con un expresiden­te del Gobierno español.

El presidente de la sala ha ido dejando caer que el tribunal evaluará los “hechos”. “Hechos,

ENTRE EL TS Y WATERLOO Mientras Forcadell se desmarcaba de la DUI, Puigdemont confesaba el “error” de frenarla

POLÍTICOS EN LA SALA

El tribunal pasará del “haga la pregunta” al no procede; no habrá debate con Rajoy

hechos” y a punto de finalizar el turno de descargo de todos los acusados deslizó de nuevo su criterio. “Se hacen considerac­iones que carecen de relevancia jurídica, aunque tengan su sentido político”. El comentario pasó algo desapercib­ido porque la vehemencia de Cuixart había inundado la sala de resistenci­a pacífica con el No pasarán de Apel·les Mestres, pero quien avisa no es traidor.

Marchena y el resto de magistrado­s han visto vídeos “con sumo agrado”, algunos toman notas con fragor, uno incluso parece sonreír... Queda mucho, y la crisis institucio­nal se cronifica. Lo estará hasta más allá de las elecciones generales, municipale­s, europeas y la sentencia del Supremo. Nadie podrá reír el último. Quizás Vox ría mejor...

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ORIOL MALET Jordi Cuixart y Carme Forcadell cerraron el turno de declaracio­nes de los acusados
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