La Vanguardia

Operación Gran Centro

- Enric Juliana

“Cualquier presidenci­a es como un cuento alrededor de un

protagonis­ta”, dice Ben Rhodes, el hombre que escribía los

discursos a Barack Obama, en El mundo tal y como es, crónica de los momentos vividos junto al presidente de los Estados Unidos.

Una presidenci­a de diez meses debe de ser un cuento corto. Hay muy buenos relatos cortos, como los que escribe

Sergi Pàmies. En su último libro, dedicado al arte de llevar gabardina, cuenta cómo su admiración por el vuelo de la gabardina de Jorge Semprún le alejó durante un tiempo de la clandestin­a elegancia de su

padre, Gregorio López Raimundo. Siendo aún adolescent­e, Pàmies leyó la Autobiogra­fía de Federico Sánchez y descubrió algunas cosas. Habrá motivo para hablar de Semprún, el comunista que adivinó que el franquismo iba para largo, durante esta próxima campaña electoral. El cuento corto de Pedro Sánchez lo está escribiend­o

Iván Redondo con voluntad de convertirs­e, después de abril, en un relato más largo y consistent­e que el Manual de resistenci­a que acaba de ponerse a la venta para afianzar la figura del presidente entre el público que se interesa por la política sin que le guste la política. El cuento breve de Pedro Sánchez tuvo su momento clave el pasado domingo en el cementerio francés de Montauban.

La escena es conocida por todos. El presidente acudió a rendir homenaje a la figura de

Manuel Azaña. Desde la restauraci­ón democrátic­a de 1978, era la primera vez que un jefe del Ejecutivo español visitaba la tumba del más afamado presidente de la Segunda República, pese a los numerosos elogios que ha recibido la figura de Azaña en los últimos años. Recordemos que incluso

José María Aznar tuvo una fase “azañista” allá por los 90.

El detalle clave de la presidenci­a Sánchez no se halla en el Valle de los Caídos, como mucha gente cree. Está en el cementerio de Montauban. Es probable que los restos de Franco no sean exhumados antes del 21 de abril. El cinturón de extrema derecha que rodea a la familia del dictador hará todo lo posible para retrasarlo y según cuál sea el resultado de las elecciones, la tumba permanecer­á en la basílica de Cuelgamuro­s hasta la eternidad. Atención a los detalles. Franco quizá sea el macguffin de la presidenci­a Sánchez. (Macguffin, según Alfred Hitchcock: elemento de suspense que ayuda a desarrolla­r la trama, sin que sea su elemento

La clave del relato de Sánchez no está en el Valle de los Caídos; está en el cementerio de Montauban

más relevante).

La clave está en Montauban. Las rosas depositada­s sobre la tumba del jefe republican­o reproducía­n los colores de la bandera de España. La bandera monárquica. La bandera que ganó la Guerra Civil. La bandera que aceptaron los comunistas en 1977 (Gregorio López Raimundo estaba ahí). La bandera constituci­onal. La bandera que presidía el despacho de Jorge Semprún Maura cuando Federico Sánchez se hizo cargo de la cartera de Cultura en 1988. La bandera oficial de España sobre la tumba republican­a. Homenaje, reconocimi­ento y afirmación. A la misma hora, Inés Arrimadas protagoniz­aba en Waterloo uno de los actos más erráticos de su corta pero intensa carrera política.

España es el tema. En su tramo final, el relato corto de Sánchez intenta apoderarse de la gabardina centrista de Ciudadanos, prenda que quizás acaben compartien­do a partir de mayo, como aquellos personajes de Hergé, Hernández y Fernández.

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ERIC CABANIS / AFP Pedro Sánchez ante la tumba de Manuel Azaña en Francia
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