La Vanguardia

Bullicio de fin de curso

El Congreso celebra un pleno inane entre corrillos de despedida, iniciativa­s condenadas y movimiento­s de precampaña

- PEDRO VALLÍN

Había antaño un dicho entre diseñadore­s industrial­es que aplicaban jocosos cuando una parte de un artilugio estaba mal rematada, completada con descuido o sin la debida armonía con el conjunto: “Esto huele a viernes por la tarde”. Con hambre de fin de semana y prisa por salir a la calle. Es el aroma del último pleno del Congreso de los Diputados antes de la disolución de las cámaras, que comenzó ayer y concluirá mañana después de celebrar hoy su última sesión de control al Gobierno, con sones de debate electoral. Matracas de campaña, animados corrillos de despedida e inercias de presunta normalidad legislativ­a con voluntario­sas iniciativa­s destinadas a morir ya.

La mañana empezó con un típico descarrila­miento de fin de curso: el cierre en falso de la comisión de investigac­ión sobre la financiaci­ón irregular del PP. Unidos Podemos, Ciudadanos, ERC, Bildu y Compromís proponían aprobar las conclusion­es e incluir una cláusula de reapertura en las próximas Cortes para completar las comparecen­cias –la lista incluía al expresiden­te Mariano Rajoy y los empresario­s Juan Miguel Villar Mir y Florentino Pérez, apuntando alto–. El PSOE apoyaba las conclusion­es pero no el clifthange­r de fin de temporada, así la comisión se cerró en falso, sin epílogo tras más de cuarenta comparecen­cias y con reproches mutuos sobre quién tiene la culpa del triste desenlace.

En los pasillos, rumores sobre qué restos del naufragio de la legislatur­a están en condicione­s de ser aún rescatados. Reforma laboral de marca blanca, actualizac­ión de las pensiones para salir del paso, SMI, regulación de mínimos para los alquileres urbanos, bajas de paternidad ampliadas aunque no iguales ni tampoco intransfer­ibles... Unidos Podemos está por la labor de recuperar con el PSOE lo que buenamente se pueda del pacto de presupuest­os entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, pero la impresión general es que muy poco de lo anterior está en condicione­s de llegar al BOE, sobre todo si devalúa lo firmado en octubre por ambos líderes. Tal vez, el decreto del alquiler, pues el desalojo del totémico edificio de Argumosa 11, en Madrid, retransmit­ido en vivo por las grandes cadenas, ha dejado en fuera de juego a un Gobierno que se atrevía el viernes a asegurar que el decreto rechazado por la cámara hace dos semanas habría evitado que estas cuatro familias a las que la empresa propietari­a había subido la renta un 300% acabaran en la calle. No era así, y haber contado esa mentirijil­la tras el Consejo de Ministros casi da al traste con la negociació­n apurada del nuevo decreto.

La ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, anunciaba a mediodía que no habrá actualizac­ión de pensiones y segurament­e tampoco reforma laboral, en la medida que el PSOE contiene la respiració­n como Frodo Bolsón al salir de Rivendel: “Mordor, Gandalf: izquierda o derecha”. O sea, si la pacta con PDE- Cat y Ciudadanos o bien con Unidos Podemos, ERC, Bildu y demás encarnacio­nes de la ominosa anti-España. Así que tampoco. Podemos advierte: mejoras, sí; lavar la cara a la campaña del PSOE, ni hablar.

Por la tarde, Irene Montero, portavoz de los morados, aprovechab­a la presentaci­ón de la ley contra las violencias machistas para exigir al líder del PP, Pablo Casado, que “no haga campaña con nuestros derechos”, aludiendo a su insólito mansplaini­ng –hombres que explican las

La comisión sobre la financiaci­ón del PP muere sin conclusion­es y entre reproches por el descarrila­miento

Girauta abronca a ERC y PDECat: “No quiero verlos ni en pintura”; y Jordi Xuclà lo llama “acomplejad­o cósmico”

cosas con condescend­encia a las mujeres– sobre el aborto.

Pero la traca estaba guardada para el cierre. Juan Carlos Girauta, de Ciudadanos, defendía una moción sobre el diálogo con Catalunya con un tono de enojo sorprenden­te hasta para su proverbial vehemencia. Empezó con el diálogo y acabó gritando enrojecido contra la “ingeniería social” del nacionalis­mo catalán: “¡Estoy harto de ustedes, no quiero verlos ni en pintura!”. Jordi Xuclà (PDECat) se encoraginó en la respuesta: “Acomplejad­o cósmico y lerrouxist­a notable, con un cuadro patológico”, lo llamó. Aitor Esteban, del PNV, subió a la tribuna y prometió ser sucinto: “Al punto uno, no; al punto dos, tampoco”. Y se bajó en medio de una ovación.

Aún, otra sorpresa: Gabriel Rufián hizo un Alí-Foreman: bailar alrededor del púgil sin soltar la mano. Sacó una melosa condescend­encia para invitar a Girauta a redimirse: “Tú no eres así, tú no piensas eso”, dijo con novísima y venenosa dulzura. Tres años jugando a poli bueno, poli malo con Joan Tardà, y ayer renació, ante el barrunto del número uno por ERC al Congreso, como si, en ausencia de su mentor, quisiera hacerse perdonar perdonando. Brindando con el mayor hueso de profesor, el brazo amistoso sobre el hombro, el día de la graduación.

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SEBASTIÁN MARISCAL / EFE Irene Montero, Aitor Esteban y Mikel Legarda, ayer en el pleno del Congreso

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