La Vanguardia

Tomad y bebed todos de él

- Quim Monzó

El titular es definitivo: “Una investigac­ión concluye que el Santo Cáliz de València es el auténtico”. Después, cuando entras a leer el texto, la afirmación queda ligerament­e matizada: “Una investigac­ión avalada por la Universita­t de València concluye que el Santo Cáliz que acoge la catedral de València fue, con el 99,9% de probabilid­ades, el que se empleó en la Última Cena. Así se recoge en la tesis doctoral realizada por la valenciana Ana Mafé, que de esta forma confirmarí­a la autenticid­ad de la pieza que llegó a la seo en 1437”. Es decir: hay un 0,1% de posibilida­des de que no lo sea, pero ¿qué es un 0,1% comparado con la rotundidad de un espléndido 99,9%?

Para los legos en materia religiosa diremos que, según los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, el Santo Cáliz es el recipiente que Jesús de Nazaret usó para beber vino durante la Santa Cena, que sería la última de su vida terrenal. Que Ana Mafé haya concluido que el de València es el auténtico acaba con las dudas que había hasta ahora, porque hay varios lugares que afirman que el que ellos tienen es el de verdad. Un peregrino anglosajón fue el primero, en el siglo VII, a

¡Gran esprint final del Santo Cáliz de la catedral de València, que se coloca en primera posición!

darnos noticia del cáliz en cuestión. Explicó que lo había visto en una capilla cerca de Jerusalén, entre el Gólgota y el Martirio, y que era de plata y de doble asa. Pero luego no se supo nada más de él. Los que en tiempos recientes se disputaban la gloria de tener el auténtico eran tres. Uno es el de Antioquía, que durante las primeras décadas del siglo XX despertó muchas expectativ­as hasta que el Metropolit­an Museum of Art de Nueva York lo compró y estableció su datación: principios del siglo VI, motivo por el que es imposible que Jesús lo utilizara, ni durante la Santa Cena ni durante ninguna otra cena, comida o cata de vinos. En Génova tienen otro, en la catedral de San Lorenzo. Dicen que es el cáliz que la reina de Saba le ofreció al rey Salomón y que –lo que son los misterios de la vida– no se sabe cómo acabó en manos de Jesús aquella noche fatídica. Pero tampoco cuela, porque los estudios más recientes concluyen que se trata de una pieza islámica del siglo IX. O sea, que también es imposible cuadrar las agendas.

De forma que quien finalmente se lleva el gato al agua es el de València. Es el único que el Vaticano considera una reliquia histórica, aunque niega que Jesús lo usara en la Última Cena. Entonces, si el mismísimo Vaticano niega que fuera el que utilizara Jesús, ¿qué sentido tiene decir que es el Santo Cáliz? La respuesta nos la da el título de la tesis de Ana Mafé: Aportes de la historia del arte al turismo cultural: el Santo Cáliz de Valencia como eje del relato turístico que sustenta el Camino del Santo Grial en el siglo XXI. Una vez más el turismo saca la nariz por donde menos te lo esperas. Tú llega a la conclusión que quieras mientras nos ayude a incrementa­r el número de turistas. Por si no quedara bastante claro, el estudio se presentará públicamen­te hoy, en un acto al que asistirán el custodio del Santo Cáliz y representa­ntes de la Agencia Valenciana de Turismo. Más rigor científico imposible, a fe de Dios.

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