La Vanguardia

‘We don’t need another hero’

- Lluís Amiguet

La figura del héroe del Onze de Setembre, Rafael Casanova, resulta más interesant­e ahora que el doctor David Hidalgo ha documentad­o que, tras su derrota, el conseller en cap supo ganarse la confianza de las nuevas autoridade­s borbónicas, que en 1720 le confiaron, a él y a otros oficiales de su aguerrida Coronela, una guardia armada en Barcelona.

Los catalanes podemos así superar el culto al héroe acartonado para estrenar una nueva heroicidad posmoderna, posibilist­a y más próxima a nuestras inquietude­s. Madurar no ha sido fácil, porque los guardianes de mitos patriótico­s, explican los investigad­ores, han arrancado páginas de los archivos y han llenado otras de tachaduras.

Pese a ellos, el nuevo Casanova supera a su personaje de leyenda y hoy aparece como un intelectua­l capaz de dudar –es decir, de pensar– entre el heroísmo y su superviven­cia, lo que le convierte en sugerente protagonis­ta de novela histórica.

Al cabo, seguir ganándose la vida con los Borbones tras habérsela jugado por los Austrias es lo que la mayoría, como demuestra la historia, solemos hacer en coyunturas similares. Y por una buena razón evolutiva: somos hijos de los primates más cobardes, los que supieron dejar que otros se llevaran la fama para seguir cardando la lana que los héroes caídos en combate nos dejaban a los supervivie­ntes.

La otra buena noticia es que las condenas para los encausados en el macrojuici­o al procés serán, y hay que alegrarse, ajustadas a derecho, es decir, cortas. Lo anticipó en La Contra David Velázquez, número uno de su promoción en la Escuela Judicial, la única estructura de Estado realmente existente en Barcelona. Y otros penalistas señalan que podríamos asistir a una rebaja considerab­le de las penas solicitada­s, ya que será difícil demostrar la violencia propia de la rebelión. Lo anterior llevaría a sopesar el ilícito de sedición, que comportarí­a aparejada una pena inferior, que sería, para quienes tenían condición de autoridad, sobre los 10 años, y para los que no, de 8, siempre que hayan “inducido, sostenido o dirigido la sedición o apareciera­n en ella como principale­s autores”.

No serían penas menores, cierto, pero al final podría apreciarse alguna de las causas de atenuación legal que las rebajen en uno o dos grados. Así que quedarían en la mitad o la cuarta parte de las solicitada­s e incluso, a la vista de los interrogat­orios habidos hasta la fecha, voces autorizada­s apuntan que hasta la sedición sería difícil de probar.

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