La Vanguardia

“No he vuelto a tener tristeza, ni un bajón”

Una paciente que entró en el ensayo logra dejar las 13 pastillas diarias que tomó 12 años

- A. MACPHERSON

Llegué a desear que al cruzar la calle una moto me atropellar­a y no me despertara en tres años, y que luego todo hubiera pasado. Prefiero un cáncer a volver a tener depresión”.

M. era auxiliar de enfermería y nunca dejó de trabajar. “Lloraba en el lavabo”. Pero de nada sirvió su esfuerzo por no coger la baja. La acabaron echando.

Doce años de tristeza absoluta “en que era incapaz de elegir la ropa que tenía que ponerme, o ir a comprar la comida para mis hijos. Me duchaba mi hija, me decía la ropa que debía ponerme. No podía cocinar. Del sofá a la cama. Yo era una lectora voraz y ahora no podía terminar una página, interesarm­e por ningún libro”.

Sus hijos estaban entonces en casa y se lamenta de lo mal que lo pasaron con ella y todo lo que no pudo darles. En ese largo periodo de depresión de vez en cuando mejoraba. “Pasaba 15 días bien. La gente no lo entiende, a veces tampoco la familia. Vienen a distraerte. Anda, vamos al cine. Es difícil explicar que ¡no puedes!”.

“Un día me planté. No quería tomar más pastillas. Estaba todo el día chutada, 13 o 14 píldoras diarias para seguir estando mal. Fue entonces cuando me propusiero­n en el hospital lo de la ketamina. Estaba tan desesperad­a que acepté”.

Le aplicaron 8 sesiones de ketamina. Pasaba la mañana en el hospital de día. Luego, el suero con una bomba de infusión durante 3 horas. “Cuando me despertaba me iba a tomar algo y luego tenía que contestar un inacabable cuestionar­io de 400 preguntas”. Los ensayos necesitan toda esa participac­ión del paciente para que lo que ocurre sirva para evaluar su eficacia.

“Cuando estás dormitando estás bien, totalmente consciente, no me llegaba a dormir ni a perder el conocimien­to. Al terminar cada día notaba como un trancazo, creo que se me juntaba el cansancio de la propia depresión. Porque estaba siempre muy cansada, muy cansada”.

“Lo noté al cabo de un mes, tras acabar el tratamient­o. Había desapareci­do el cansancio. Al mes tenía ganas de levantarme de la cama, de salir, de vivir una vida normal. Fue poco a poco. Un día dije ‘qué día más bonito’. Me di cuenta que hacía años que no lo decía”.

Dejó la medicación (ante la inquietud de sus médicos) y sólo toma una pequeña dosis de un fármaco que le ayuda a dormir tranquila. Fuera la boca seca y el temblor de manos –“¿sabes lo que es tener que tomar el cortado siempre en taza grande para no derramarlo?”–. Tanto chute y sin dormir. Desde hace tres años no ha necesitado más dosis de mantenimie­nto. Es un caso de éxito de momento único en la experienci­a del hospital del Mar.

Tres años. “No he vuelto a tener tristeza, ni un bajón. Disfruto de mis nietos, voy a buscarles al cole. Muchos amigos me preguntan cómo se consigue entrar en el ensayo. Nos ha cambiado la vida a todos. La familia sufre mucho. Es difícil de entender esta enfermedad. Tengo tres hijos, de 38, 33 y 29. Sin su ayuda no hubiera podido. Y ahora que tengo tres nietos, soy yo la que puede ayudarles”.

Sobre la ketamina y su espectacul­ar efecto en su caso, “no sé a qué se debe, no sé cómo explicarlo. No sé si es mi cerebro o mi sistema hormonal que lo necesitaba. Pero ahora estoy bien, tan bien que me doy cuenta de que nunca lo estuve cuando pensaba que mejoraba. Siempre estaba cansada. Ahora sí que estoy bien”.

Atrás los doce años de depresión crónica. “Si me vuelvo a poner mal, ¿me lo podrán dar otra vez?”.

DESESPERAN­ZA

“Llegué a desear que me atropellar­a una moto y no despertar en tres años”

TRES AÑOS

“La primera señal fue que desapareci­era el cansancio: tenía ganas de dejar la cama y salir”

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