Los dedos manchados
Angel Badia Camps dibujó historias toda su vida, primero las de los demás, más tarde las que imaginaba y finalmente la propia.
Nació en la Colonia Pons. Su padre fue alcalde de Puig-reig en 1934 y al final de la guerra civil se exilió a Francia y la familia tuvo que irse del pueblo. En aquellos años difíciles de la posguerra comenzó a desarrollar su vocación de dibujante en el mundo del cómic con personajes como Capa Negra y Flecha Roja y más adelante en la editorial Bruguera, donde se inició como ilustrador. Muy influenciado por dibujantes estadounidenses como Bernie Fuchs, destaca por un lado el trabajo que realizó para la editorial Molino, con libros juveniles como Alfred Hitchcock y los tres investigadores y Clásicos Universales y por la otra su
trabajo para Selecciones ilustradas, que le abrió las puertas a él y a tantos otros a un mercado internacional que valoraba el talento de esta generación de artistas.
Badia Camps se tomaba estos trabajos con una gran intensidad, realizando una búsqueda exhaustiva de documentación relativa a la ambientación del libro y organizando sesiones de fotografía que planeaba con la meticulosidad de un rodaje de cine, donde se servía de amigos y parientes para construir unas escenas que ya contenían gran parte de los gestos y movimientos tan característicos de su obra. Algunas de estas sesiones ambientadas en el oeste americano, realizadas en el estudio cinematográfico Balcázar de Esplugues de Llobregat, son memorables.
En una etapa posterior de su vida, Badia Camps decide dejar la ilustración para dedicarse plenamente al mundo de la pintura, donde desarrolla una obra realista y muy personal, basada en su habilidad en el dibujo de la figura humana y en un uso muy particular de la pincelada y el color. Desnudos femeninos en entornos vacíos y humildes, donde la soledad de la figura ayuda a resaltar toda su expresividad. Durante gran parte de estos años expuso regularmente en la Sala Parés de Barcelona, como tantos artistas figurativos de la época que han quedado un poco olvidados por un entorno muy crítico con este tipo de arte y que quizá habrá que reivindicar en un futuro próximo.
En los últimos meses, cuando ya estaba enfermo, dedicó su tiempo a preparar una exposición permanente en la biblioteca de su pueblo natal, Puig-reig, que se inaugurará el mes de abril, y a preparar lo que él consideraba su obra final, un estudio pictórico en torno a la decrepitud de su cuerpo, hecho a trozos y montado posteriormente en un gran collage a escala real. Un trabajo que entendía como la continuidad lógica en la carrera de alguien que había dedicado toda su vida al estudio del cuerpo humano. No pudo ser, pero su recuerdo quedará en su obra, que tal como alguien dijo en la despedida, ha dejado en este mundo algo más de belleza de la que había, en algunas paredes y en muchas estanterías.
Badia Camps ha muerto en Barcelona el 21 de febrero a la edad de 89 años. Espero que ahora esté pescando con su padre como tanto deseaba y disfrute de todos los matices azules del cielo.