La Vanguardia

Medallas en la basura

- Margarita Puig

Sólo conozco a una persona que sigue fiel a esa bohemia promesa que muchos hicimos alguna vez de no caer en la trampa de comprarse un teléfono móvil. Dice que así se ahorra ser cazado para grupos de WhatsApp que no le interesan y permanecer localizado o localizabl­e a todas horas. También alardea de no usar tabletas ni ordenadore­s portátiles y de ni siquiera haber adelantado o retrasado nunca la hora del reloj que luce en la derecha (mecánico, por supuesto) cuando todos lo hacemos en invierno y en verano.

Para complicar aún más las cosas incluso se niega en redondo a llamar a todo teléfono que no sea fijo como el suyo, que imagino de plástico blanco y mudo en el salón de su casa.

A pesar de las dificultad­es derivadas de su cruzada analógica, hay que reconocer que este humano (en peligro de extinción) ha trampeado la vida moderna con relativo éxito. Se jacta de no haber llegado nunca tarde al trabajo, de ir andando a todas partes (o en bici: tampoco tiene ni quiere carnet de conducir) y de estar más fit que cuando tenía veinte años...

Pero ahora, de repente, admite que su firme disciplina antimodern­idad se tambalea por primera vez en su vida. ¿La culpa de todo? Acaba de enterarse de que las cinco mil medallas de los próximos Juegos Olímpicos van a fabricarse con basura electrónic­a.

Por el momento y en poco más de un año, la organizaci­ón de Tokio 2020 ya ha reciclado casi 50.000 toneladas de las que se han extraído más de 30,3 kilos de oro, 4.100 de plata y 2.700 de bronce .... Hay tiempo (poco, hasta el 31 de marzo) para acumular más basura de donde deberían salir los diez kilos de oro, 800 de plata y 244 de bronce que faltan para que todos los campeones

Faltan diez kilos de oro, 800 de plata y 244 de bronce para que todos tengan su medalla en Tokio

tengan su medalla dentro de dos veranos. A cambio, quienes han contribuid­o a nutrir de metales nobles esta prolífica mina urbana, tienen derecho (y una aplicación de seguimient­o) a ver por donde andan los despojos de su móvil y a que modalidad van a premiar.

Pues eso, y no los dispositiv­os plegables de Samsung y Huawei que estos días enloquecen a las almas realmente cibernétic­as, es lo que ha hecho que por fin mi conocido analógico comience a ver los móviles con buenos ojos. E incluso a interesars­e por las bondades del mundo al que hasta ahora ha vivido de espaldas.

El que permitirá que Tokio organice en el 2020 unos Juegos casi de ciencia ficción en que prometen reconocimi­ento facial de los atletas en los controles, carreteras solares, energías renovables y traductore­s automático­s. Y también taxis autónomos que los pasajeros desbloquea­rán directamen­te. Eso sí, sólo los que tengan un smartphone de última generación que les permita hacerlo. Y luego pagar al concluir el trayecto.

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