La Vanguardia

Dilemas y partidos

- Miquel Puig

El debate político en la Gran Bretaña de las tres décadas posteriore­s a las guerras napoleónic­as giró en torno a las leyes que grababan la importació­n de cereales y mantenían elevado su precio (Corn laws). Las leyes protegían los intereses de los aristócrat­as y de las regiones agrarias, y perjudicab­an a los industrial­es, los obreros y las regiones más industrial­izadas. Para los proteccion­istas, se trataba de una cuestión trascenden­te, ya que, argumentab­an, la libre importació­n de grano destruiría el orden social. Pero los oponentes constituye­ron una imponente cruzada con tres frentes: el filosófico (con pensadores como David Hume, Adam Smith y David Ricardo), la agitación (incluyendo la creación del semanario The Economist) y la utopía. Este último frente, liderado por Richard Cobden, prometía que las barras de pan doblarían el tamaño (the big loaf )yque la jornada de trabajo se reduciría a diez horas diarias. Una de las periódicas crisis alimentari­as en Irlanda hizo que la presión se convirtier­a en irresistib­le; el Partido Conservado­r, bastión de la protección, se escindió, y los disidentes, liderados por el primer ministro Robert Peel, votaron con una mayoría a favor de la revocación de la ley. La crisis llevó a la creación, pocos años después, del Partido Liberal, entre otros por parte de los conservado­res disidentes (los peelitas).

Los liberales lideraron la supremacía británica de las décadas posteriore­s, basada en la industrial­ización y el libre comercio, y en los años previos a la Primera Guerra Mundial demostraro­n su lucidez introducie­ndo lo que ahora conocemos como el Estado de bienestar. Pero las guerras exigían la movilizaci­ón de los recursos productivo­s y el control de la economía, y los liberales –refractari­os a este tipo de medidas– fueron incapaces de adaptarse. En el periodo entreguerr­as, una sucesión de defeccione­s en favor del Labour determinar­on la marginaliz­ación del partido a lo largo del siglo XX. El Partido Liberal, heredero de quienes a principios del siglo XIX habían sabido leer el sentido de la historia, no supo leerla a principios del XX.

En los últimos años, los dos partidos principale­s han sufrido defeccione­s y se están dividiendo alrededor del Brexit. Desde aquí nos parece indudable que los brexiters dan la espalda a la historia, pero muchos de ellos piensan que son los remainers –y la Unión Europea– los que están equivocado­s porque pretenden liderar a base de directivas y reglamento­s.

La globalizac­ión tiene ventajas pero también conlleva unos costes crueles. Los británicos no están sufriendo un lío gratuito como consecuenc­ia de la irresponsa­bilidad de quien convocó un referéndum, sino que están gestionand­o de una manera confusa pero democrátic­a un dilema que todos tendremos que resolver, porque el sistema de partidos de todos los países acabará reflejando las posiciones sobre la globalizac­ión, que es al gran dilema de nuestros tiempos.

El sistema de partidos de todos los países reflejará las posiciones sobre la globalizac­ión

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