La Vanguardia

Vivir sin adaptarse

Alejandra Costamagna publica ‘El sistema del tacto’, novela a modo de puzle de una mujer a la búsqueda de su identidad

- NÚRIA ESCUR Barcelona

Ania regresa a la geografía de su infancia para encontrars­e con las heridas del pasado familiar en El sistema del tacto , el nuevo título de la chilena Alejandra Costamagna.

Llega con su apellido italiano a cuestas, después de catorce horas de viaje, y nos ofrece un bello puzle de piezas vividas. El sistema del tacto (Anagrama) –finalista al premio Herralde de Novela– nos propone un tema eterno: la química del desarraigo. Alejandra Costamagna (Santiago de Chile, 1970) ha armado una novela distinta, en fondo y forma.

En cuanto al fondo, sorprenden­te, porque insiste en dejar hablar a los silencios (“quiero que sea el lector quien termine de construir la historia”) y en cuanto a la forma un verdadero “artefacto” (“incluye material que encontré en el camino de búsqueda, retazos, fragmentos”). A saber: fotos del álbum familiar, un manual de dactilogra­fía, manual de buenas maneras del inmigrante italiano en 1913, etcétera...

La propuesta del puzle es explicarno­s la vida de Ania, cuyo padre le encarga un largo viaje para acompañar a morir a un familiar. Ania vuelve a l lugar de los veranos de su infancia en Argentina. “El tema del desarraigo me persigue como me persiguen los personajes marcados por la otredad, sujetos que no se adaptan a lo que se esperaba de ellos”. Ese desarraigo, la sensación de no pertenecer a nada ni a nadie, resquebraj­a a sus personajes.

La relación entre un padre y una hija es otra de las apuestas de la novela. “Me preguntan por mi propia relación con mi padre y, a día de hoy, todavía no sé qué responder”.

El personaje de Nélida –en realidad la tía abuela de la autora– nos presenta una mujer que huye de su pasado en el que ocurrió alguna tragedia que nunca acaba de desvelarse. “Cuando llegué al pueblito de Campana y pregunté por ella a los ancianos todos me decían los mismo: ‘ohh, Nélida, tan bella chica .... ¡qué desgracia!’ pero nadie me explicaba la desgracia”. Explica Costamagna cómo a veces le había enseñado las heridas de sus piernas, esquirlas de la guerra, “y en una caja encontré un recorte de periódico sobre una violación. Pero nunca he sabido ciertament­e qué ocurrió. Hubo un tiempo en que fue perdiendo la sensatez...”. Su historia sigue vinculada al terror y se amplía con la historia de otro personaje, Agustín.

Para Costamagna, influencia­da por Sebald y a quien el castellano todavía no la ha neutraliza­do, dice, las palabras son otra clave

“Me persiguen los personajes marcados por la otredad, sujetos que no se adaptan a lo que esperaban de ellos”

del desarraigo: “La búsqueda de la palabra precisa está presente en el libro porque los personajes necesitan las palabras en un oasis de silencio, se agarran, la palabra les arropa. Escribimos para entender lo que escribimos. Pero escribir, sobre todo, es escuchar”.

El sistema del tacto quiere mostrar cómo , aunque queramos, no se puede reconstitu­ir el pasado. “Quería explicar cómo el pasado puede dislocar el presente. Para Ania la memoria son pájaros de fuego que le caen encima”. Una Ania que toma pastillas para dormir (“yo tengo también mi particular relación con el insomnio”), otra cazadora de mariposas...

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ANA JIMÉNEZ Costamagna contó siempre con la bendición literaria de Roberto Bolaño que le auguró un futuro espléndido

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