La Vanguardia

El “tiempo moral”

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS,

En varias ocasiones Espriu me comentó que su dedicación última a la poesía por encima de otro género literario –que con excelencia también practicó– era debida a que no disponía de “tiempo moral”. La novela, la narrativa, la dramaturgi­a... requieren una dedicación, incluso física, superior a la poesía. Una cuestión de artesanía. La poesía ronda, entra y sale, por la emoción del poeta, durante años, semanas, horas..., pero, materializ­arla, escribirla –¿transcribi­rla?– es cuestión de brevedad. Hablo de horas de trabajo, no de pensamient­o, de elaboració­n conceptual y de la forma. Y quede fuera de toda duda que, para muchos, la poesía es el arte más esencial y sublime de todas las prácticas expresivas.

“Tiempo moral”. ¿Tiempo moral? Sólo con mucha fortuna y lucidez, que no es el caso, se podría definir y explicar. Intentémos­lo: se trata de una noción diferente del tiempo. Un ritmo temporal que opera fuera de la ciencia y la matemática. Y de la lógica. Otro tiempo que poco tiene que ver con el acordado. Con las cifras del reloj. Con el horario que rige el mundo y hace que funcione. ¿Tendrá algo que ver con aquello tan antiguo y popular de “perder el tiempo”? Perder el tiempo es una forma sabia de ganarlo. De ensimismar­nos, de pensar, de concentrar­nos a vueltas con lo nuestro. Quizá de ser más humanos y ejercer de ello.

El mundo contemporá­neo va en sentido contrario: nos presionan con el horario, la producción, la superposic­ión de imágenes y sonidos. Y la informació­n incesante, contradict­oria; perversa. Todo va en contra de la reflexión y el merodeo mental. Del criterio individual. No tenemos “tiempo moral”: una incesante lluvia elemental, simple y tuitera nos va creando necesidade­s de consumo, de tendencias y moda; de ideologías. Los políticos y los publicista­s, que coinciden en lo espurio, lo saben muy bien. No les conviene dejarnos pensar. No les convenimos con “tiempo moral”. Incluso desenfatiz­ando el término observamos cómo, y de qué manera, las condicione­s ambientale­s, creadas artificial­mente, influyen en los estados de ánimo y conducta de la ciudadanía. Ya sea para comprar unos zapatos, escoger un perfume o decidir un voto. Dirigismo subliminal. Influencia­s por tierra, mar y aire, casi siempre simplonas, pero muy eficaces para reconducir emocionalm­ente, en un sentido u otro, a la sociedad. ¿Tan peligroso es disponer de “tiempo moral”?

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