La Vanguardia

“Tuve que pintar para ser Van Gogh”

Dafoe profundiza en el éxtasis creativo del genio pelirrojo durante su etapa final en Arlés

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Willem Dafoe es de esos actores que, para prepararse a fondo un papel, pueden pasarse meses estudiando al personaje y poniéndose en su piel de manera lo más literal posible, y hasta las últimas consecuenc­ias. Esta vez, con vistas a su trabajo en Van Gogh, a las puertas de la eternidad, de Julian Schnabel, Dafoe aprendió a pintar. Ésa fue “la clave” de su aplaudida interpreta­ción del genio holandés, que le valió la Copa Volpi al mejor actor en el Festival de Venecia, entre otros premios. “Van Gogh siempre me gustó. Pero admito que eso se debía en parte a que todo el mundo decía que tenía que gustarme. Siempre me pareció audaz, y pensaba que sus colores eran excelentes. Pero hasta que no empecé a pintar yo mismo no pude apreciar del todo su trabajo. Fue decisivo”, explica en conversaci­ón telefónica con La Vanguardia.

El ya cuatro veces nominado al Oscar –por este filme entre otros– no tuvo que dar muchas vueltas para encontrar maestro, porque Schnable es pintor además de cineasta. “Julian sabía que de ese modo yo tendría un conocimien­to más profundo de lo que estábamos haciendo. Y eso tenía todo el sentido. Porque, en la cinta, Van Gogh pinta mucho. Así que lo ideal es que yo pintara de verdad. No sería lo mismo hacerlo así que haber utilizado tomas de cobertura o recurrido a un pintor que hiciera de doble. Y renunciamo­s a todo eso: cuando yo aparezco pintando en la película, lo estoy haciendo realmente. Sin poder dudar o rectificar. Tenía que aparecer confiado. Y sólo cuando me involucré en ello pude apreciar del todo la obra de Van Gogh”.

Dafoe leyó además cientos de folios de documentac­ión sobre el artista, con especial atención a las cartas que escribió a su hermano, Theo: una fuente fundamenta­l para la confección del guion, a la que él contribuyó enviando de vez en cuando algunas notas sobre lo que iba aprendiend­o del personaje. ¿Qué fue lo que más le impactó de él? “Muchas cosas –contesta–, pero sobre todo su sinceridad y su alegría. El júbilo que sintió al pintar y que expresó en sus lienzos”. Una energía que en consecuenc­ia se percibe en sus cuadros, “pero también en sus palabras a Theo”.

¿Por qué, entonces, el maestro neerlandés nos parece tan desgraciad­o?

COMO PEZ FUERA DEL AGUA “Van Gogh no supo llevar a su vida la alegría que vivía y transmitía a través de su pintura”

FAMOSO PINTOR DESCONOCID­O “La gente tiende a creer que lo sabe todo de este artista; también yo lo pensaba, y no era cierto”

Dafoe lo tiene claro: “Por su dificultad para conciliar sus momentos de alegría en el trabajo con el día a día de su vida cotidiana”, responde. Se trata –cree– de una manifestac­ión extrema de un problema “muy común entre las personas que se dedican a crear”. Pues suele haber una brecha, una lucha, “entre los artistas y su arte; entre su obra y su vida, entre ellos mismos y la sociedad”, opina tras haber profundiza­do en las ansias y frustracio­nes de su personaje.

El largometra­je de Schnabel, donde lo mejor es sin duda la aportación de Dafoe, se circunscri­be a los últimos tres años en la vida del pintor. La película arranca con su traslado a Arlés en 1888 y termina con su muerte a consecuenc­ia de un tiro en el estómago, el 29 de julio de 1890. Fue “un periodo muy fructífero”. Y el filme se centra en lo que el actor denomina “el éxtasis” del creador “más que en su agonía”. Y en la realizació­n de su arte, que es “donde se sentía más en casa”.

Cuando se habla de Van Gogh, a cualquier espectador del mundo se le viene inmediatam­ente a la cabeza la imagen de Kirk Douglas en El loco del pelo rojo, de Vincente Minnelli (1956). Dafoe niega que aquella excelente interpreta­ción ejerciera una presión previa sobre él al encarar el papel. “Vi el filme de Minnelli cuando era un crío, y recuerdo que me gustó. Pero no pensé en ello para nada cuando estaba haciendo la película”, afirma. Y enseguida añade: “Mire. No hice este trabajo con la pretensión de que nadie cambiara su opinión sobre ninguna cosa. Pero también sabía que esta obra no apoyaría lo que el público pensaba de antemano sobre Van Gogh”. Y es que “la gente –precisa– tiende a considerar que lo sabe todo sobre este hombre. Es lo que me pasaba a mí antes de meterme en esta película. Pensaba que lo conocía. Pero no era así en absoluto”.

Gran parte de los óleos que Van Gogh nos dejó los pintó en el exterior. Y la cinta que sobre él se estrena hoy en España se explaya en la relación casi mística que entabló con la naturaleza. También esto tiene sentido para el actor. Porque “es a través de este contacto, seas pintor o no, cómo se nos revela eso que llamamos Dios, a falta de una palabra mejor. O cómo se nos revela la verdad de las cosas”, señala. “Van Gogh estableció esa conexión a través de la pintura. Porque se acercaba a la naturaleza de un modo que lo convertía en parte de todo”. No en vano proclamó que él no inventaba lo que pintaba sino que lo hallaba en la naturaleza y tenía que liberarlo. “Esa forma de ver las cosas nos dice mucho de cómo era él, no sólo como pintor; también en su viaje humano y espiritual”, añade Dafoe.

El gran actor estadounid­ense subraya y agradece la manga ancha que el realizador le dio para que encarnara al genio pelirrojo. “En algunos fragmentos había muy pocas indicacion­es de lo que tenía que hacer. Me sentí muy libre”, enfatiza. En la película se nota. Dafoe salva y dignifica al Van Gogh de Schnabel.

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