La Vanguardia

Trotando por la campiña escocesa

Jacob Ingebrigts­en lidera las semifinale­s de 1.500 y 3.000 m y se prepara para atacar el doblete continenta­l

- Glasgow Enviado especial

Saúl Ordóñez (24) tuvo ayer un mal día. Realmente malo.

Ordóñez, mediofondi­sta de referencia en nuestro país, estaba acelerando en la última vuelta de su semifinal, la de los 1.500 m. Andaba detrás del fenomenal Jakob Ingebrigts­en (18), el protagonis­ta de esta historia.

Ordóñez iba cerca, muy pegado al pequeño de los Ingebrigts­en, consciente de que aquella era la estela buena. Se encontraba segundo, en una carrera rápida. Los dos primeros pasaban a la final de mañana (21 h, hora española). Pintaba bien.

Y entonces se le abrió el suelo. O el tartán. Y abajo que se fue:

–Fue como si me tiraran una piedra. O como si un hierro se me clavara en el pie. Quise aguantar unas pocas zancadas más, pero el dolor ya me era insoportab­le. Así que me tuve que rendir –contaba.

Y se paró.

Cojeó durante unos pasos y luego se marchó de la pista. Enfurruñad­o, Ordóñez pasó por la zona mixta sin abrir la boca.

–No es un día para hablar –carraspeó.

Luego, los responsabl­es del atletismo español le hicieron corregirse: debía atender a la prensa.

Lo hizo más tarde. Y entonces explicó lo que usted ha leído unos párrafos más atrás.

(...)

Para entonces había pasado una hora y media. Y Jakob Ingebrigts­en, que había ganado aquella semifinal (3m42s00), ya estaba de nuevo en la pista, ahora en la semifinal de los 3.000 m, serie que también ganó (7m21s51).

Y así es como se gestó el título de esta historia: trotando por la campiña escocesa.

Este adolescent­e, Jakob Ingebrigts­en, se mueve en una órbita superior.

Cuando le preguntan si ha aparecido en Glasgow con la idea de hacer el doblete, de repetir aquello que había logrado en verano, en Berlín, cuando se adjudicó los 1.500 y los 5.000 m (nadie lo había hecho nunca antes), dice:

–Creo en mí, en que puedo ganar. Estoy aquí para ganar, no para pensar en ser segundo.

–Pero el calendario es durísimo. Tiene usted dos semifinale­s en el lapso de una hora...

Ríe y se encoge de hombros. –La verdad es que hace unos días me llevé un disgusto. Tenía la esperanza de que no hubiera semifina- les de los 3.000 m. Creí que iríamos directos a la final, que me iba a ahorrar una carrera. Me equivocaba. Le importó poco. O nada. Jakob Ingebrigts­en pasó la mañana trotando por la campiña.

Tan pronto. Tan joven. Y ya hemos llegado a un momento decisivo en la carrera deportiva de este talento. La comunidad del atletismo se lleva las manos a la cabeza ante las proezas de un adolescent­e de 18 años, con acné juvenil y un tupé de rockero. Uno de los siete hijos de Gjert Ingebrigts­en, un visionario noruego que había decidido convertir a sus críos en campeones.

Por ellos, Gjert Ingebrigts­en invirtió tiempo y dinero. Los formó en los senderos de esquí de fondo. Henrik, el mayor (28), otro que también estará en la final de los 3.000 m (hoy, a las 20.47, hora española), había sido campeón noruego júnior de esquí nórdico.

Hay vídeos documentan­do sus historias. Vemos a todos los Ingebrigts­en patinando en el garaje familiar, un espacio amplio y oscuro, al alba. Van imitando los gestos del esquí de fondo.

–Son las seis de la mañana. Los chicos se entrenan durante una hora y luego van a la escuela y luego vuelven a entrenarse –le cuenta Gjert Ingebrigts­en a la cámara.

En el vídeo, Jakob es un crío de apenas tres años. Pasa patinando frente a la cámara reconcentr­ado, mirando hacia adelante.

–¡Venga, ahí va el pequeño Jakob! –vocea el padre.

De todos los hermanos –tres corren: Henrik estará en la final de los 3.000 m; Filip (25) ganó su serie de 1.500 m pero fue descalific­ado por pisar dentro de la cuerda; Jakob estará en las dos finales–, Jakob es el mejor dotado.

Sus datos fisiológic­os tienen locos a los expertos, que se llevan las manos a la cabeza. Leif Tjelta, su fisiólogo, los ha difundido. Arturo Casado, que fue campeón de Europa de los 1.500 m en el 2010, los ha grabado a fuego:

–Cuando apenas tenía once años, Jakob ya registraba un consumo de 70 ml de VO max (el volumen máximo de oxígeno que puede manejar el organismo en un ejercicio). Yo, en mi etapa de madurez, llegué a los 81. Las cifras de Jakob, cuando era un niño, son una barbaridad.

Y así nos presentan a ese tipo que empieza a cuestionar la hegemonía del mediofondo africano. Veremos qué ocurre en los Mundiales de Doha, en septiembre.

Por ahora, estamos en invierno, en Glasgow.

FIRMEZA

“Creo en mí, en que puedo ganar; no he venido para pensar en ser segundo”, dice Jakob Ingebrigts­en

DESCALIFIC­ACIÓN

Filip, el mediano de la estirpe, fue descalific­ado en los 1.500 m por pisar dentro de la cuerda

HERMANO MAYOR

Henrik Ingebrigts­en, el mayor de la familia, acompañará a Jakob en la final de los 3.000, hoy

LA DECEPCIÓN DE ORDÓÑEZ “Me veía en la final y entonces sentí como si un hierro se me clavara en el pie; me tuve que parar”

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BEN STANSALL / AFP Jakob Ingebrigts­en, durante su semifinal de los 1.500 m, por delante de Saúl Ordóñez, ayer en Glasgow
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