La Vanguardia

Sin república y en Madrid

- Isabel Garcia Pagan

Desde el banquillo de los acusados, el discurso del independen­tismo ha sufrido un desescalam­iento dramático. La declaració­n de independen­cia fue un espejismo mediático que se ha ido desvanecie­ndo y las contradicc­iones entre las proclamas de octubre del 2017 y la realidad deben haber sonrojado a más de uno. La dignidad de sus protagonis­tas no se ha perdido en prisión ni ante el Tribunal Supremo pero sí se ha ofrecido un dibujo de los hechos exento de la épica y la retórica de entonces.

El resultado es que, entre lo relatado por los exconselle­rs presos y el “procesado libre” Santi Vila, la única diferencia es la actuación de cada uno, no el resultado final. Y si la declaració­n de independen­cia se desvanece, también debería hacerlo la responsabi­lidad penal.

La confusión llega al tribunal desde el exterior. Mariano Rajoy cree que el 10 de octubre hubo en el Parlament una declaració­n de independen­cia deliberada­mente confusa y Puigdemont no la rectificó. El lehendakar­i Urkullu asegura que el expresiden­t dejó claro en su carta a la Moncloa que no había habido DUI. Y Soraya Sáenz de Santamaría que la hubo el 27 de octubre, aunque a pie de página admita que sólo es válido aquello que se publica en el diario oficial y de eso no hay ni rastro.

Un mayor desconcier­to se instala en alguna fila del banquillo y en las defensas cuando Puigdemont declara –en la BBC, no

El independen­tismo debe decidir si hace política más allá de la autodeterm­inación o colapsa la nueva legislatur­a

ante un tribunal– que se arrepiente de haber suspendido la proclamaci­ón de la república, pero que “la declaració­n está ahí”. Y Quim Torra remata al proclamar que está dispuesto a ir a la cárcel por defender el derecho de autodeterm­inación.

El juicio, los hechos y el relato también interfiere­n en la relación entre los partidos de los acusados y sus proyectos electorale­s. Si no hay unidad en el Supremo, mucho menos ante una cita con las urnas. ¿Qué va a hacer el independen­tismo al Congreso? No hay programa electoral que pueda responder más allá de la defensa política de un referéndum, esta vez pactado.

ERC se ha blindado de interferen­cias exconverge­ntes y, aunque los ataques de JxCat se repiten, la orden de Junqueras es trabajar para un nuevo escenario de diálogo. Que Gabriel Rufián sea el cabeza de lista es coyuntural porque se apuesta por perfiles como Carolina Telechea, sustituta de la consellera Capella en el Congreso, para pasar de Twitter a la mesa de negociació­n. ERC lleva meses trabajando para incorporar a los soberanist­as de Catalunya en Comú, así que lejos de sumar siglas con la Crida quieren sumar activos por la izquierda.

Lo que le queda a los posconverg­entes es no dividir. Se trabaja para conjugar el proyecto pragmático del PDECat clásico de Carles Campuzano con la propensión al choque de Carles Puigdemont personific­ado por Míriam Nogueras y Eduard Pujol. Sin república y en Madrid deben decidir si el independen­tismo puede hacer política más allá de la autodeterm­inación u opta por colapsar la nueva legislatur­a. Exactament­e para lo que la CUP se plantea estrenarse en Madrid.

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