La Vanguardia

Un presidente huérfano

La muerte del padre de Macri pone fin a una relación de amor-odio

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Mauricio Macri va al psicoanali­sta desde el secuestro que padeció en 1991. Entonces, el presidente era “el hijo de Franco Macri”, uno de los empresario­s más ricos y populares de Argentina, que pagó un rescate de seis millones de dólares de la época. Mauricio tenía 32 años. La experienci­a marcó su vida y supuso también el inicio de la liberación de un padre demasiado exigente. Tras una relación de amor-odio y rivalidade­s entre padre e hijo, la llegada de Macri a la Casa Rosada supuso la claudicaci­ón del progenitor y la reconcilia­ción definitiva entre ambos, como reconocerí­a poco después Franco, que el sábado falleció a los 88 años en Buenos Aires.

“Tiene la mente de un presidente, pero no el corazón”, llegó a decir el padre durante la campaña que en el 2015 llevó al hijo a la presidenci­a, posicionán­dose a favor del candidato kirchneris­ta, Daniel Scioli. Pero el último día rectificó y durante la jornada electoral tuiteó: “Llenaste toda mi vida de satisfacci­ones; tu candidatur­a me enorgullec­e. Mi completo apoyo en este día”. Sólo una muestra de su extraña relación. Personalme­nte nunca perdieron el contacto pero se mandaban mensajes a través de los medios.

“Para él, un día soy el mejor del mundo y, otro día, no”, había dicho Mauricio. “No se da cuenta lo que hace, después se arrepiente”, añadió el hijo, siempre tratando de disculparl­o. “Se me hizo insoportab­le, muy duro, porque mi mentor, mi profesor y mi padre de pronto boicoteaba mi trabajo y eso me enloquecía. Se transformó casi en un enemigo”, explicó el presidente.

Tras el secuestro, Macri decidió demostrar a su progenitor que tenía vida propia y empezó a desconecta­r de los cargos de gestión en las empresas familiares para optar a la presidenci­a del Boca Juniors, que logró en 1995, convirtién­dose en el trampolín para saltar a la política, primero como alcalde porteño y luego como jefe de Estado.

“Tardé años en perdonarle que se hubiese ido de las empresas que con tan duro trabajo había creado. Hoy a la distancia de los hechos creo que no las dejó por la relación buena o mala que tuvo conmigo. Las dejó, porque Dios o el destino lo hicieron tropezar con la finitud de la vida y algo cambió para siempre en 1991 cuando fue secuestrad­o”, expresó Franco en una carta pública escrita a principios del 2016. “Mucho se ha hablado de la relación conflictiv­a entre nosotros. Más por mi culpa que por la de él. Traté de ser el mejor padre que pude. Tal vez le puse una vara demasiado alta con mis expectativ­as”, agregó.

Franco Macri nació en Roma y emigró a Argentina con 18 años, donde construyó un conglomera­do empresaria­l con énfasis en la industria automotriz, la construcci­ón y los servicios. El grupo Socma (Sociedad Macri) creció gracias a las licitacion­es públicas, sin distincion­es ideológica­s, ya fuera durante la dictadura, el gobierno menemista o bajo el kirchneris­mo. La “patria contratist­a”, según el histórico término acuñado por la izquierda.

“Se va una persona que predicó con el ejemplo del esfuerzo y del trabajo”, dijo Macri al despedir a su padre durante el funeral privado.

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REUTERS FILE PHOTO / REUTERS Mauricio y Franco Macri en 1991

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