La Vanguardia

Cuando el apaño es el antídoto contra el veneno de la chapuza

- Sergi Pàmies

Coincidenc­ias televisiva del fin de semana: conviven discusione­s posmatrimo­niales entre Kiko Matamoros y su ex, Makoke, en Telecinco, una entrevista con Irene Lozano sobre el manual de autoficció­n de Pedro Sánchez en La Sexta, la cíclica entrevista con Arnaldo Otegi de TV3 y, en Cuatro, un diálogo entre Risto Mejide y Javier Cercas, que afirma: “El nacional-populismo es una máscara posmoderna del fascismo”. Es un diagnóstic­o que requiere minutos de reflexión para digerir la sustancia de su contenido. Mejide le pregunta a Cercas si la transición fue una chapuza, y Cercas se zafa del oportunism­o de la pregunta para subrayar la diferencia entre chapuza y apaño, un concepto que, según él, define mucho mejor este momento de la historia de España.

Más tarde, Josep Borrell es entrevista­do por Ana Pastor en El objetivo y afirma que el método más eficaz para combatir el independen­tismo son la firmeza, la distensión y los argumentos. Dicho así parece fácil, pero si ambos bandos en discordia practican la misma legítima firmeza, la convivenci­a puede acabar siendo kikomakoke­sca. La naturaleza del conflicto impide el monopolio del adoctrinam­iento y de la propaganda y, por desgracia, evita que hasta ahora el juicio sirva para aclarar las responsabi­lidades. Por eso es tan abusiva la prisión condiciona­l y las condicione­s con las que se aplica, porque no permite tratar los hechos con una racionalid­ad equitativa. Los abogados lo compensan, sobre todo Xavier Melero, que podría trabajar perfectame­nte en el bufete de la serie The good fight.

La semana judicial empieza con cambios. De la borrosa lupa que la acusación utilizó las primeras semanas se evoluciona hacia un microscopi­o más preciso, que intenta convertir la amenaza de pasividad y deslealtad de los Mossos en la coartada para justificar presuntas incompeten­cias. Los testimonio­s, muy interesant­es, completaro­n el

La naturaleza del conflicto impide el monopolio del adoctrinam­iento

repertorio de versiones y descubrimo­s que la policía dejó de intervenir el 1 de Octubre porque se había acabado su jornada laboral. Pero cada uno sigue centrándos­e en la violencia ajena y, como siempre, se apela a los derechos humanos, que no se pueden personar en la sala para protestar que se hable tanto en su nombre. A ratos da la impresión de que durante los hechos juzgados se produjo una terrible confluenci­a de chapuzas y que ojalá fuéramos capaces de elaborar un apaño que tuviera las mismas caracterís­ticas que la transición y certificar­a aquella frase según la cual a veces la justicia es la injusticia compartida de manera equitativa.

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