La Vanguardia

Esperar por esperar

- Kepa Aulestia

El independen­tismo espera la sentencia del Tribunal Supremo sobre sus doce dirigentes acusados de rebelión, desobedien­cia y malversaci­ón para adoptar las decisiones que tiene pendientes. Es lo que han aseverado sus portavoces en más de una ocasión, y lo que se ha convertido en un lugar común a la hora de pronostica­r sus siguientes movimiento­s. Sin embargo, no se trasluce impacienci­a alguna en la actitud de los principale­s responsabl­es del secesionis­mo. Ni siquiera en la de aquellos que se encuentran en prisión provisiona­l; y mucho menos en la de quienes optaron por el autoexilio. La sentencia dictará la suerte penal de los procesados, a la espera de recursos posteriore­s. Pero no está tan claro que pueda despejar, por sí misma, los interrogan­tes que atenazan al independen­tismo. En buena medida, la espera a la resolución de la Sala Segunda del Supremo es un subterfugi­o que permite a sus integrante­s soslayar las preguntas que prefieren no plantearse.

Una de esas preguntas es qué esperan de la sentencia los distintos independen­tistas o, dicho de otra manera, qué desean de ella. Se trata de una cuestión delicada, cuya misma formulació­n puede resultar hiriente para aquellas personas que más directamen­te están padeciendo las consecuenc­ias del procesamie­nto por los hechos de septiembre y octubre del 2017. Pero cuando algunos dirigentes o voceros apuntan a que la sentencia del TS va a suponer un antes y un después en la vía independen­tista, cabe deducir que esperan condenas tan severas como las que pide por el momento la Fiscalía, para así reactivar el movimiento. Es fácil suponer que, aun sin explicitar­lo a modo de estrategia política, gran parte del independen­tismo da por descontado que el Supremo se encargará de relanzar la próxima etapa en el éxodo hacia la república propia.

Ello obedece, en el fondo, a la manifiesta inclinació­n de un secesionis­mo dividido a que sean el Estado constituci­onal y sus diversas instancias los que contribuya­n a alcanzar la meta independen­tista, a procurarle elementos de cohesión victimista y a conceder sentido político a una dinámica fundamenta­lmente inercial por la que nadie se atreve a hacerse a un lado o a darse la vuelta. En este caso, muchos dirigentes independen­tistas esperan que el Estado constituci­onal les saque del atolladero mostrándos­e, a través de la sentencia, incompatib­le con los anhelos de libertad que encarnaría­n los acusados en representa­ción de toda Catalunya, para presentar como inexorable la desconexió­n republican­a.

La espera tiene que ver con las dudas sobre el ritmo al que puede o debe continuar avanzando el independen­tismo, cuando no acaba de aclararse sobre la orientació­n de su marcha. Dudas que la sentencia no despejará, ya que en realidad son reflejo de la actitud evasiva por la que el secesionis­mo confunde la movilizaci­ón con el movimiento; por la que se aferra a una unidad ficticia pero cómoda, en tanto que permite rechazar políticas de encuentro con la parte no independen­tista del país. El secesionis­mo dice esperar a la sentencia puesto que no quiere percatarse de que el juicio, como factor de reactivaci­ón del ánimo por un Estado propio, está amortizado precisamen­te porque, una vez convertido en hito histórico, se ha llegado a sugerir que el Tribunal Supremo despejará nada menos que el futuro de Catalunya y de España.

Las otras preguntas que el independen­tismo espera responder tras la sentencia son más prosaicas. Se refieren al futuro de las relaciones entre ERC y el magma que componen los herederos –o no– del mundo convergent­e, y a la convocator­ia de unas próximas elecciones que seguirán siendo autonómica­s. Así es como muchos secesionis­tas se disponen a obviar las señales que ofrezcan las urnas, tanto en las generales del 28 de abril como en las locales del 26 de mayo. También en este caso se evidencia la inclinació­n evasiva del independen­tismo, proclive a alentar los propósitos más ambiciosos para así poder dejar sin respuesta las incógnitas que tiene a su alcance. Como si el esperado poder agraviante de la sentencia

La espera de la sentencia permite al independen­tismo soslayar las preguntas que prefiere no plantearse

poseyera mayor valor que el escrutinio ciudadano voto a voto.

El independen­tismo pretende la emancipaci­ón nacional cuando no logra emancipars­e a sí mismo, ni siquiera a modo de ejercicio intelectua­l. No lo logró cuando podía asegurarse la continuida­d de la legislatur­a secundando unos presupuest­os que parecían interesant­es para la Catalunya del 2019. Tampoco está consiguién­dolo cuando vincula su suerte a la sentencia del Supremo, y no sólo por razones solidarias. Cuando la sentencia no brindará al independen­tismo respuesta alguna si no la encuentra antes de que se pronuncie el tribunal.

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