La Vanguardia

Del suelo pegajoso al techo de cristal

Barcelona se conjura para acabar con las principale­s barreras de la mujer en el ámbito laboral

- SILVIA ANGULO

El suelo pegajoso y el techo de cristal son dos conceptos que se utilizan para hacer referencia a las barreras que sufren las mujeres en el ámbito laboral que las condena a permanecer en la base de la pirámide económica o les impide acceder a un cargo directivo. Se trata de una precarieda­d laboral que atrapa a las mujeres y que Barcelona se ha conjurado para atajar. No es tarea fácil. Sobre todo cuando cuestiones harto conocidas como la brecha salarial entre féminas y hombres –en la capital catalana se sitúa en un 21,9%– sigue marcando las diferencia­s en el mercado laboral.

La empresa pública Barcelona Activa ha hecho una radiografí­a de las mujeres que protagoniz­an estos dos fenómenos con el fin de aportar mecanismos y herramient­as que les permita superar estos límites. La directora de Barcelona Activa, Sara Berbel, explica que difícilmen­te se puede ayudar a estos colectivos sin disponer de datos pormenoriz­ados y con perspectiv­a de género que permiten visualizar una solución.

Señala que los obstáculos del techo de cristal están claramente identifica­dos y existen muchas entidades y asociacion­es de mujeres que están trabajando por la paridad e igualdad. Más desconocid­o es el concepto de suelo pegajoso que provoca que el 32,6% de las mujeres trabajador­as de la capital catalana cobren un sueldo de 1.000 euros o por debajo de esta cantidad, frente al 23,7% de hombres. “La pobreza y la precarieda­d tienen rostro de mujer. Ellas son las que tienen los sueldos más bajos, concentran el empleo en actividade­s menos reconocida­s, representa­n la cotización más baja y una contrataci­ón de menor duración”, apunta Berbel. De ahí la definición de suelo pegajoso, en referencia al último escalafón del mercado laboral del que es muy difícil salir.

El estudio realizado por la empresa pública revela que estas trabajador­as se concentran en cuatro actividade­s; la limpieza de edificios –las kellys serían uno de los colectivos más conocidos–, la atención y cuidados a domicilio, el comercio y la hostelería. El perfil de la trabajador­a de estos sectores es el de una mujer de entre 16 y 24 años –las de mayor edad se encuentran en la economía sumergida–, un 45,4% de ellas son inmigrante­s y con un porcentaje elevado de estudios primarios y de escasa formación que impiden que puedan acceder a un puesto de trabajo mejor remunerado y más estable.

El principal problema es que se trata de mujeres que se pasan el día trabajando y resulta complicado que puedan acceder a un curso de formación. “Queremos formarlas a distancia y ofrecerles asesoramie­nto vía Skype, además hemos detectado que acuden habitualme­nte a la biblioteca para buscar ofertas de empleo. Por eso estamos poniendo en marcha en estos equipamien­tos “antenas cibernétic­as” para que puedan aprender una digitaliza­ción básica y, posteriorm­ente, acu- dir a algunos de los cursos que ofrecemos”, refiere la directora. Además, Barcelona Activa está obligando a que todas las empresas con las que trabaja paguen un mínimo de 1.000 euros y que los contratos sean superiores a los seis meses.

Al margen de estas empleadas, Barcelona Activa a través de un estudio realizado por la Universida­d de Vic ha analizado la situación de la emprendedu­ría femenina y los retos de futuro. Los niveles se mantienen

El 32,6% de las mujeres trabajador­as de la capital catalana cobra un sueldo por debajo de los 1.000 euros

desde hace más de una década en torno al 30% y es difícil salir de estos porcentaje­s. Las doctoras Anna Sabata y Anna Pérez y las investigad­oras Patrícia Illa y Judit Solà han elaborado este informe que revela que la cifra de autónomas es más elevado en la capital catalana y se sitúa en un 39%.

El perfil de la emprendedo­ra barcelones­a es el de una mujer de unos 36 años –los hombres tienen 34 años– con un nivel de estudios superior al de ellos. Se focalizan sobre todo en actividade­s del comercio al detalle y la hostelería. La mayoría de ellas lo hacen por necesidad y no ven la creación de su propia empresa como una oportunida­d de negocio. Además, ellas reciben menos dinero para financiar su aventura empresaria­l (15.000 euros frente a los 21.000 de los hombres), y tienen mayor éxito las que tienen referentes familiares de emprendedu­ría.

Las principale­s dificultad­es que se encuentran están relacionad­as con la “baja confianza en sus propias capacidade­s y el conocido síndrome de la impostora que a la hora de pedir la financiaci­ón se hace más visible”, señala Illa . También influye el nivel de responsabi­lidad, en el caso de las que son madres, y cómo les cambia el rol en el ámbito familiar que se convierte en una presión añadida que funciona como barrera para sus aspiracion­es.

 ?? PAU BARRENA / AFP ?? Protesta del colectivo de camareras de piso, conocidas como las kellys, el día internacio­nal de la Mujer del año pasado
PAU BARRENA / AFP Protesta del colectivo de camareras de piso, conocidas como las kellys, el día internacio­nal de la Mujer del año pasado

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