El pequeño marciano
Se dio a conocer públicamente como un pequeño marciano en un universo atípico para él, el del show televisivo nocturno, aunque cuando se apagaban los focos era un humano extremadamente cuidadoso con su vida privada y alejado de la pomposidad que desprendía el espectáculo que le catapultó a una fama que no perseguía. Martí Galindo i Girol (Barcelona, 21 de mayo de 1937) murió el pasado domingo a los 81 años. Con una vida como actor ligada al teatro, donde empezó como amateur en su querido barrio de Gràcia, el artista fue catapultado a la fama por Xavier Sardá gracias a Crónicas Marcianas, programa late night del que formó parte desde sus inicios, en 1997, hasta el 2002, cuando la productora Gestmusic decidió hacer cambios en los contenidos a consecuencia de los bajos índices de audiencia. El señor Galindo, como se le conocía artísticamente en el universo televisivo, desapareció del medio con el mismo sigilo con el que luego se dedicó a cultivar su vida privada desde su domicilio barcelonés, alejado del ruido y el ruedo televisivo.
Antes de entrar por la puerta grande en el show de la pequeña pantalla y formar parte del elenco de actores que consolidaron Crónicas Marcianas como uno de los late shows con más historia de la televisión española, Galindo disfrutaba de una vida mucho más sencilla como actor, erigiéndose como un activista del género teatral, especialmente en el barrio de Gràcia. Dado su estatura, era habitual viéndole interpretar papeles de niño. El intérprete logró dar el paso como profesional del género y, en 1963, formó parte del elenco de la obra El hombre, la bestia y la virtud de Luigi Pirandello, que se estrenó en el teatro Calderón de la ciudad por la compañía de Alejandro Ulloa.
Años más tarde, en 1985, también apareció en la obra La desaparición de Wendy que se estrenó en la sala Villarroel bajo la dirección de Josep Maria Benet i Jornet. Seis años después, en 1991, participó en el musical Snoopy dirigido por Ricard Reguant. Galindo hizo sus primeros pinitos en la pequeña pantalla para la televisión catalana e incluso llegó a tener protagonismo en la televisión nacional gracias al espacio Planeta imaginario , en la década de los ochenta, y donde el actor daba vida a Morgan, un personaje conocido como el vampiro come-libros y que recitaba de memoria Shakespeare o Cervantes ante Flip, una chica de 16 años que vivía sola en ese planeta imaginario. El barcelonés también llegó a colaborar con Rosa María Sardà, una de sus principales valedoras, en su programa magazine Ahí te quiero ver. Fue el escalón previo a que la actriz convenciera a su hermano para que Galindo formara parte de la particular galaxia que preparaba.
El año 2002, una vez finiquitado de Crónicas Marcianas, Galindo puso punto y final a su proyección mediática y se dedicó a disfrutar herméticamente de sus principales pasiones, como la ópera, la música clásica, el teatro o, últimamente, las series. Sus apariciones en televisión fueron a cuentagotas, como cuando en el 2011 apareció en el programa La Noria de Jordi González para explicar sus duros inicios durante la infancia. Y es que Galindo nació prematuramente y, al no existir incubadoras, tuvo que sobrevivir, según contó él mismo, en una pequeña caja con bolsas de agua caliente. Cuando médicamente nadie daba un duro por él, el actor logró sobrevivir hasta que años más tarde, en la incubadora de un plató de televisión, obtuvo un reconocimiento mediático inesperado para él. En épocas de divismos y proyecciones de egos, él solo puso una condición: no madrugar. “Mis mañanas son para dormir”, solía decir. Galindo ya descansa para siempre.