Psico-Händel
Felicidad barroca tras el exitoso estreno de la ópera Rodelinda (1725) de Händel, nunca antes vista en el Liceu. Casi trescientos años después de su première en Londres, triunfó este capolavoro barroco con una fantástica Lisette Oropesa como Rodelinda, junto al Bertarido de un Bejun Mehta de lirismo arrebatador.
Hay que alabar las virtudes de la Orquesta del Liceu, convertida al estilo barroco con el concienzudo trabajo de Josep Pons, quien firmó al podio su primera ópera de Händel escenificada. Se cuidó sobremanera el sonido barroco gracias a unos escuderos de lujo, desde el hermoso arco de la concertino Lina Tur Bonet, pasando por dos especialistas como son David Bates (clave) y Dani Espasa (clave y órgano), sumados a un bajo continuo de extraordinaria belleza musical gracias a las aportaciones de Guillaume Terrail y Òscar Alabau (violonchelo), Giovanni Bellini (tiorba), Joaquín Arrabal (contrabajo) y Guillermo Salcedo (fagot).
El fluir de las tres horas y media de inspirada música recreó las arias di furore, patetismo o elegíacas con un seductor sonido barroco, del que Pons salió más que airoso. Un único pero a la elección de los tempi, en demasía dilatados puntualmente como en la última aria de Grimoaldo Pastorello d’un povero armento, que rompió el contraste con el aria estrella precedente de Rodelinda Se’l mio duol.
Hablar de ópera barroca es hablar del triunfo de la filigrana y el virtuosismo vocal, y aquí la reina de la función fue la soprano Lisette Oropesa, quien cantó por primera vez el rol y también en Barcelona. Escrito para la diva barroca de la época, Francesca Cuzzoni, la misma soprano que debutó como Cleopatra händeliana, Rodelinda es una protagonista de exigente vocalidad, a la que Oropesa dotó de virtuosismo técnico y frescura interpretativa. Cantó sus ¡ocho arias!, dúo y número final con irresistible versatilidad, con trinos, variaciones y sobreagudos de escuela belcantista quizás más que barroca, pero con un dominio tal que sólo puede resumirse su actuación con un solemne: Brava!
Bejun Mehta es un superespecialista en el rol de Bertarido, escrito para el castrato Il Senesino, otro divo barroco mítico y primer Giulio Cesare de Händel. Mehta está en un momento de dorada madurez vocal, más expresivo y lírico que nunca, sobresalió por su cuidada y fina emisión y la pureza de una media voz con la que se lució
Tanto Oropesa como Mehta bordaron uno de los dúos barrocos más hermosos de Händel
como en el sublime Con rauco mormorio. Tanto Oropesa como Mehta bordaron uno de los dúos barrocos más hermosos de Händel en Io t’abraccio, gratamente empastados y expresivos.
El resto de reparto brilló en menor grado, desde el Grimoaldo impecable de Joel Prieto pero falto de incisión y proyección, pasando por la correcta Edvige de Sasha Cooke, o la trabajada malignidad vocal del Garibaldo del bajo-barítono Gianluca Margheri. Mención especial para el impecable Unulfo de Gerald Thompson. Claus Guth acierta en su imaginativo estudio interpretativo del gris libreto, con una lectura psicológica desde el punto de vista del hijo de Rodelinda, un omnipresente Fabián Augusto Gómez, actor que dota de credibilidad y angustia la historia.
Una casa rotatoria como metáfora estructural de la lucha por el poder más el contraste de la analítica sobriedad del blanco y negro con la voluptuosidad barroca de la partitura. Un éxito y un acierto que ponen al Liceu de nuevo al frente de la clásica en plena semana del Barcelona Obertura.