La Vanguardia

El palo del Minotauro

Tres altos cargos policiales declaran en el Supremo. Los profesiona­les de la violencia legítima son piezas sólidas de cualquier Estado. Trapero y los Mossos, en el centro del relato

- FRANCESC-MARC ÁLVARO

Hacen su aparición estelar en el Tribunal Supremo para dar cuenta de los detalles de lo que sucede cuando los porrazos desplazan a las palabras. Dan su versión de los hechos los que eran máximos responsabl­es de la Policía Nacional y de la Guardia Civil en Catalunya, bajo las órdenes, durante el otoño catalán del 2017, del coordinado­r general Diego Pérez de los Cobos, que declaró el martes y el miércoles. Un tío mío los llamaba “gente de gorra”. Como había hecho la guerra, mi tío conocía la diferencia entre los de la gorra y los ciudadanos corrientes. Llevan gorra los militares y los policías, aquellos a los que el Estado encarga eso que los manuales de ciencia política denominan –asépticame­nte– el monopolio de la violencia legítipreg­unta ma. Ayer, comparecie­ron –sin gorra y vestidos de paisano– Sebastián Trapote, excomisari­o jefe de la Policía Nacional, y Ángel Gozalo, exjefe de la séptima zona de la Guardia Civil (luciendo corbata verde). Eran dos tipos desconocid­os para el gran público hace unos meses, volverán a serlo dentro de un tiempo. La transparen­cia de lo que controla la transparen­cia.

Desde el primer momento de la sesión, son constantes las alusiones al mayor de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluís Trapero (que ha sido citado para declarar la semana próxima), al que los dos testigos presentan como un hombre “reacio a ser coordinado”. Los fiscales, primero Madrigal y luego Cadena, insisten en preguntar y re- preguntar sobre la actitud del que fue responsabl­e máximo de la policía catalana, que será juzgado por delito de rebelión en la Audiencia Nacional. Recordemos que la Fiscalía solicita once años de cárcel para quien lideró la respuesta policial tras los atentados yihadistas en Barcelona y Cambrils del 17 de agosto del 2017. Se nota en el aire que Trapero es considerad­o algo cercano a un traidor por los jefes de los otros cuerpos.

Al igual que hizo Pérez de los Cobos, Trapote y Gozalo siembran dudas sobre la lealtad del mayor de la policía catalana porque preparó “un plan como si fueran unas elecciones normales”, lo cual desemboca en la segunda tesis de ambos testigos: los Mossos actuaron con “pasividad” e “inacción” a la hora de cumplir las órdenes judiciales dictadas para impedir el referéndum unilateral. El comisario Trapote califica el dispositiv­o previsto por los Mossos de “insuficien­te, inadecuado e ineficaz”. Por todo ello, a primera hora del 1 de octubre, Pérez de los Cobos comunicó a sus subordinad­os que “pasábamos al plan B, la sustitució­n de los Mossos”. Cuesta creer que eso no se hubiera decidido mucho antes.

A diferencia de lo que ocurrió con las comparecen­cias de Rajoy, Sáenz de Santamaría y Zoido, los que hoy declaran son y se saben piezas sólidas de la maquinaria del Estado. Los profesiona­les de la fuerza. La gorra y la jerarquía. Constituye­n el palo macizo del Miparecía notauro, imprescind­ible. Jaume Vicens Vives escribió que los catalanes somos un pueblo que no ha comprendid­o la naturaleza del Minotauro, esto es el poder y, por eso, según el autor de Notícia de Catalunya, no hemos conseguido convertir el hecho nacional en un Estado-nación. Antes de la rara declaració­n de independen­cia y del 155, el diagnóstic­o de Vicens Vives fatalismo pesimista, pero hoy reaparece como un esquema esclareced­or. El Minotauro español empleó la violencia y el independen­tismo catalán se sorprendió, porque había olvidado las tesis del célebre historiado­r gerundense. ¿Ingenuidad? ¿Desconocim­iento? Si no conoces al adversario, vas vendido. El abogado Pina por qué no hubo mediación en los centros de votación en vez de golpes y cargas. Trapote se pone algo nervioso, no contaba con esa pregunta, que es de otra galaxia. ¿Mediación? El Minotauro se impone y punto. Al final, el comisario responde que no había nadie, entre los manifestan­tes, que quisiera mediar. Esto no es un juicio, es una batalla cultural, lo que explica la presencia del partido ultra Vox en el papel de acusación popular.

Durante la jornada del referéndum del 1 de octubre, policías y guardias civiles cargaron con extrema dureza contra los votantes congregado­s. La brutalidad de esas actuacione­s se vio en medios de todo el mundo y ha dejado huella en la sociedad catalana. Eso existió sean cuales sean las sentencias. Los que dieron las órdenes, pretenden, ante el tribunal, un giro radical del relato que ha fijado el bando enemigo, es la tercera tesis de su recital: los ciudadanos que acudieron a los colegios electorale­s no eran pacíficos, eran presa de “una excitación que mudaba en actitudes violentas”, en palabras del general Gozalo. El juicio se transforma, de nuevo, en una ceremonia de tuneado selectivo de los hechos, un intento esforzado de lavado de cara del Minotauro. Las defensas consiguen que afloren algunas contradicc­iones y lagunas inexplicab­les, pero no rompen la sintaxis blindada de los comparecie­ntes. Nadie aclara, por cierto, la causa de que las grabacione­s policiales de las cargas no se incorporas­en al sumario.

Por la tarde, el testimonio de Manel Castellví, exjefe de la comisaría general de Informació­n de los Mossos d’Esquadra, remata –sin pretenderl­o– la lección magistral sobre tener un Estado detrás o no tenerlo. A pesar de ser también hombre de gorra, Castellví no tiene nada que ver con los anteriores comparecie­ntes. Está bastante nervioso cuando comienza a responder al fiscal Zaragoza. Este policía se sabe lejos del Minotauro, caminando sobre cristal, atrapado entre una política de pirotecnia y el sentido institucio­nal. Los Mossos advirtiero­n a Puigdemont que era mejor no celebrar el referéndum, lo cuenta cariaconte­cido. Brota, inevitable, una de las moralejas de esta novela de política, en la que el lector nunca sabe donde hay ficción y donde guiño histórico. Forn, que se sienta junto a Junqueras y Romeva tras la bancada de los abogados, pone cara de circunstan­cias mientras Castellví responde vacilante y se mete en jardines infinitos. En las antípodas, hace un rato, el general Gozalo ha hecho un spot de la Guardia Civil citando el himno del instituto armado –“el orden y la ley”– y hemos visto al Duque de Ahumada a lomos del Minotauro. La declaració­n de Castellví resume, sin querer, una gran contradicc­ión del proceso soberanist­a: ensayar una ruptura desde la administra­ción y la calle, pero no del todo. Para tener un Estado hay que comprender, sin filtros, que el Minotauro es siempre Leviatán.

TRAPOTE Y GOZALO

Trapero es considerad­o algo cercano a un traidor por los jefes de los otros cuerpos

MANEL CASTELLVÍ

Su declaració­n resume, sin querer, una gran contradicc­ión del proceso soberanist­a

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ORIOL MALET El comisario de los Mossos Manel Castellví declaró ayer como testigo en el juicio del 1-O en el Tribunal Supremo
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