La Vanguardia

DJ Kool Herc debe flipar

- Quim Monzó

En los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, los que se celebraron en Atenas en 1896, sólo había nueve especialid­ades deportivas: atletismo, ciclismo, esgrima, halterofil­ia, gimnasia, lucha, natación, tiro y tenis. Una vez consolidad­a la reintroduc­ción, en cada nueva cita fueron añadiendo otros deportes, que a veces, al cabo de un tiempo, en ediciones posteriore­s retiraban si veían que los espectador­es pasaban de ellos. Así, fueron olímpicos en algún momento el criquet, el croquet, el rugby, el golf, el jeu de paume, el lacrosse, la pelota vasca, la motonáutic­a, el polo, y el espléndido juego de la soga, tan simple, medieval e infantil que es una lástima que haya quedado arrinconad­o para siempre.

De la sobriedad inicial de 1896 hemos pasado ahora a la desazón por ofrecer novedades. Cada nueva edición intenta lucirse introducie­ndo deportes de demostraci­ón, que de esta forma intentan promociona­rse a ver si consiguen triunfar lo bastante como para convertirs­e definitiva­mente en olímpicos. Con esa idea en la cabeza, en los Juegos del 2024 que se celebrarán en París le ha tocado el turno al breakdance. Proponen cuatro deportes de demostraci­ón, pero hay tres –surf, escalada y skateboard­ing– que ya debutarán en la cita de Tokio, el próximo año. De forma que la gran novedad de París será ese baile gimnástico que nació a finales de los sesenta en la comunidad afroameric­ana de Nueva York. La presentaci­ón en sociedad olímpica tuvo lugar el año pasado, en Buenos Aires, en los Juegos de la Juventud. En aquella ocasión, Kit McConnell, director de Deportes del COI, explicó por qué es bueno incluir disciplina­s nuevas: “Los Juegos Olímpicos son el acontecimi­ento más visto en el mundo y, claro, tienen que ver con la tradición. Pero creemos que las nuevas incorporac­iones permiten atraer nuevas audiencias. Son una gran oportunida­d”. Si finalmente el COI bendice la propuesta, la competició­n de breakdance se disputará a base de duelos. Que nadie imagine a los participan­tes saliendo a la pista con uno de aquellos ghetto blasters de metro y medio de ancho que utilizaban en las calles los pioneros. De entrada, los participan­tes no sabrán qué música les tocará bailar. La descubrirá­n cuando ya estén en la pista, lo que les obligará a improvisar. A la hora de puntuar cada rutina el jurado tendrá en cuenta esa capacidad de improvisac­ión, además de la técnica y el nivel de las acrobacias.

A los practicant­es de otros deportes que hace décadas que guardan cola para conseguir la gloria de ser al menos de demostraci­ón la propuesta no les ha gustado mucho. El presidente de la Federación Francesa de Billar se siente poco menos que humillado: “Entiendo que por delante nuestro prioricen al squash pero ¿el breakdance? Es alucinante”. Pues a mí no me parece mal. Si una disciplina tan cursi como la natación sincroniza­da es deporte olímpico desde 1984, ¿por qué no debería serlo el breakdance que, al menos, no da grima de ver?

Pese al mosqueo de algunos ya podemos dar por hecho que el breakdance será olímpico en París 2024

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