La Vanguardia

La concejal violeta de Barcelona

- SILVIA HINOJOSA

“Qosqo, Qosqo willkasqan...!”, canta Laura Pérez (Barcelona, 1982), entre risas, recordando el himno de Cuzco en lengua quechua. Lo aprendió en los Andes peruanos, donde dirigió un proyecto de turismo rural comunitari­o en el Valle Sagrado de los Incas, entre el 2009 y el 2010. “Soy muy afortunada, pero fue muy duro. Allí fui consciente de lo que es el feminismo. Haciendo talleres en las comunidade­s indígenas me di cuenta del nivel de violencia invisible en aquellos grupos, tan cerrados”, explica la concejal de Feminismos y LGTBI del Ayuntamien­to de Barcelona y secretaria general de Podem en la provincia. Pérez repite en la lista de Ada Colau, ahora de número seis, en las elecciones del 26 de mayo.

Periodista de formación –siempre le ha gustado escribir, relatos y novela fantástica, detalla–, Pérez empezó a trabajar de camarera en una empresa de catering, mientras estudiaba la carrera, y acabó dedicándos­e a esta profesión durante años. Servían banquetes en bodas y llevaban catering a institucio­nes, entre ellas las dos de la plaza Sant Jaume. “Estuve muchas veces en el Palau de la Generalita­t. Yo le serví cava a Jordi Pujol, cuando era president, lo recuerdo perfectame­nte, bajaba al office a saludarnos. Trabajé muchos años de camarera y a mis amigos de la universida­d los llevaba a hacer bolos”, recuerda.

Tener el oficio le abrió las puertas del Bibendum Oyster Bar, un sofisticad­o local de moda de Londres, donde trabajó durante el año que pasó allí para aprender inglés.

De los 4 a los 18 años, estudió con su hermana mayor en el colegio religioso Sant Josep Obrer, en l’Hospitalet, y fue en esta etapa que empezó a desarrolla­r tareas de voluntaria­do, la vía por la que acabó haciendo la maleta para irse a América Latina, en el 2008, con una be- ca Copca de la Generalita­t. “Me fui por insatisfac­ción vital”, resume. Su primer destino fue Quito, donde se integró en un equipo de seguimient­o técnico de proyectos de cooperació­n, en su mayoría económicos, como microcrédi­tos. Luego la enviaron a Perú, con un contrato de trabajo, y pasado un año y medio, tras unas inundacion­es en la zona que causaron varios muertos en las comunidade­s en las que trabajaba, regresó a Ecuador.

En Quito trabajó en la Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales, en estrategia­s municipali­stas, y se dedicó a consultorí­a sobre derechos económicos y políticos para mujeres, entre otros en Guatemala y en El Salvador. A través de la universida­d consiguió un trabajo más estable con ONU Mujeres y siguió un año más. En una primera etapa, hacía de intermedia­ria entre el financiado­r del proyecto y la oenegé que pedía la subvención, pero luego puso en pie su proyecto Ciudades seguras para las mujeres y las niñas, con otras capitales como Nueva Delhi, El Cairo o Kigali.

“Cuando empecé a tratar temas de violencia sexual pensé: ‘Esto no lo podré dejar nunca’”, destaca. Su campaña “Quiero andar tranquila”, del 2011-2012, con el apoyo del entonces alcalde de Quito, Augusto Barrera, dio visibilida­d al problema del acoso y agresión sexual a las mujeres en el espacio público.

En junio de 2012, en el octavo mes de embarazo, volvió a Barcelona con el padre de su hija, para dar a luz en un entorno que consideró más seguro. “Si pasaba algo quería estar con mi familia”, explica. Volvió a trabajar y se apuntó al máster de género de la Universita­t de Barcelona. Y a finales del 2014, unos meses antes de las elecciones municipale­s de mayo del 2015, contac- tó por e-mail con Podemos, un partido que se estaba creando. “Estaba todo por hacer y con Mar García –diputada en el Congreso– empezamos a impulsar el área de feminismo en Barcelona”, subraya.

Su concejalía de Feminismos y LGTBI, con un presupuest­o de 8,3 millones de euros este año, ha incidido en temas como la prevención y ayuda ante la violencia sexual machista –con el establecim­iento de ‘puntos violeta’ de informació­n y acompañami­ento a las víctimas o un protocolo para actuar ante estas situacione­s en espacios de ocio– o programas para incorporar a mujeres en ámbitos laborales en los que los hombres son mayoría.

En sus años en América Latina le cogió el gusto a bailar salsa, bachata, guaracha..., cualquier ritmo latino, y mantiene esa afición. En cambio, ya no sale a correr, por falta de tiempo. Por la ciudad se mueve en tranvía y metro y, cuando no hace frío, coge la moto. Y por la noche, en casa, le gusta ver series o programas que le permitan desconecta­r. En cuanto a lecturas, es monotema: solo lee libros de feminismo.

Explica que de joven, su padre es con quien hablaba de política, y la había llevado a algún mitin del PSC. El padre es socialista y solo ha votado una vez a los comunes, explica. “Y se sintió fatal, así que lo he liberado de eso”, bromea. No es independen­tista, pero su compañero sí, y del PDECat, así que como muchas parejas evitan algunos temas.

Después de cuatro años de concejal, asegura que no se ha acostumbra­do al doble discurso, a negociar un asunto con concejales de otros grupos y que luego en el pleno cambien de postura. “Prefiero el teatro, al menos allí las reglas están claras pero en política me pierdo muchas veces”, concluye.

Durante años trabajó de camarera, en Barcelona y también en Londres; “le serví cava a Pujol en Palau”

 ?? XAVIER CERVERA ?? Laura Pérez, esta semana, eligiendo una tela violeta, símbolo del movimiento feminista, en la tienda Ribes & Casals de Barcelona
XAVIER CERVERA Laura Pérez, esta semana, eligiendo una tela violeta, símbolo del movimiento feminista, en la tienda Ribes & Casals de Barcelona

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