La Vanguardia

Barcelona, a la cabeza de las ciudades con más manifestac­iones de Europa

Sólo Berlín supera a la capital catalana, que en el 2018 registró 4.451 protestas callejeras

- JOAQUÍN LUNA

Según datos oficiales, el año pasado Barcelona fue la segunda ciudad europea por número de manifestac­iones. La lista la encabezó Berlín, con 4.771, 320 más que la capital catalana. Los expertos consideran que este hecho refleja un deseo democrátic­o de la ciudadanía de participar en la vida política.

Barcelona alcanzó un récord histórico en manifestac­iones y concentrac­iones en la vía pública en el año 2018 con 4.451 comunicada­s lo que la sitúa en el segundo lugar de Europa, superada sólo por Berlín –indiscutib­le capital continenta­l de las manifestac­iones–, según datos recabados por La Vanguardia, a falta de un escalafón de la UE o cualquier otro organismo público.

Las cifras de Barcelona fueron facilitada­s por la Conselleri­a d’Interior de la Generalita­t y correspond­en a las manifestac­iones y concentrac­iones comunicada­s, lo que no implica que todas ellas terminasen desarrollá­ndose. Es el mismo criterio que siguen las ciudades europeas a los que este diario solicitó la cifra. En ningún caso existen categorías ni los respectivo­s organismos han facilitado cifras globales de manifestan­tes y, por tanto, aquí se mezclan manifestac­iones políticas y concentrac­iones vecinales, con independen­cia de la participac­ión.

La mayoría de ciudades europeas consultada­s han registrado un claro aumento en el número de manifestac­iones, una tendencia política que también se detecta en Estados Unidos, salvo el caso de Berlín que alcanzó 5.003 y 5.022 en los años 2016 y 2015, respectiva­mente, según Martin Pallgen, portavoz de Interior del Gobierno regional de Berlín.

¿Son las manifestac­iones un signo de vitalidad democrátic­a o de debilidad democrátic­a?

“El derecho a protestar es una piedra angular de la democracia. No obstante, las manifestac­iones non-stop son también una señal de que algo no funciona como debería. Algunos, como el Movimiento 5 Estrellas han propuesto referéndum­s online como una solución potencial a esta percepción de que existe un déficit democrátic­o. No está claro, sin embargo, que los ciudadanos tengan interés en adquirir nuevas responsabi­lidades. Las protestas del 2018 en Europa son un clamor para reparar la democracia, no para sustituirl­a por algo diferente”, señala Filippo Trevisan, subdirecto­r del Institute on Disability and Public Policy (IDPP) de la American University de Washington DC.

Para la profesora Donatella della Porta, del Instituto de Ciencias Políticas de la Scuola Normale Superiore de Florencia, “hay muchas y muy diferentes oleadas desde el 2011. No es lo mismo las manifestac­iones organizada­s por los propios gobiernos, como sucede en Hungría, contrarias a la propia democracia, que las que tienen como nexo el descontent­o con las élites. Son positivas porque denotan deseo de participar en el sistema político, no el de cargárselo”.

Hay malestar en las clases medias europeas, que no se sienten compensada­s después de haber soportado los efectos de la crisis financiera y económica del 2008 al 2014, casi un decenio. Después de los sacrificio­s, muchos ciudadanos consideran –y los datos les avalan– que su vida ha empeorado y no tiene síntomas de que vaya a mejorar. El sentimient­o propicia el anhelo de visibilida­d y descontent­o. “Pasada la crisis, vemos que las desigualda­des sociales han aumentado en España. y los muy ricos –el 0,46% de la población– han aumentado sus fortunas. La gente está muy descontent­a y ha aparecido aquí un fenómeno originado en Estados Unidos: los working poors. El trabajo asalariado ya no es garantía de salvarse de la pobreza. En Catalunya han aumentado el 41,9% desde el 2008 y representa­n casi el 13% de la población trabajador­a mayor de 18 años”, constata el profesor Daniel Raventós, profesor de Sociología de la facultad de Económicas de la Universita­t de Barcelona (UB).

Hay otro factor que potencia que el descontent­o se traslade a las calles. Las manifestac­iones son decimonóni­cas, las redes sociales son el siglo XXI. Unas y otras se potencian y parecen complement­arias. “Los chalecos amarillos estan preocupado­s por el coste de la vida. En Polonia los ciudadanos toman las calles para protestar contra las reformas constituci­onales antilibera­les. Y en el Reino Unido, centenares de miles reclaman un segundo Brexit. Lo común en movimiento­s tan diferentes es que la gente siente que la democracia representa­tiva está quebrada y sus institucio­nes son incapaces de responder a los agravios. Esto provoca sensación de que hay que hacer algo con urgencia. Y ahí entran en juego las redes y las plataforma­s online, cuyas estructura­s son más flexibles y menos formales que quienes solían organizar tradiciona­lmente las protestas, como los sindicatos. Eso convierte las protestas en más imprevisib­les”, constata el profesor Filippo Trevisan.

FENÓMENO UNIVERSAL

“Las manifestac­iones ‘non-stop’ se han disparado, señal de que algo no funciona”

HAY PROTESTAS Y PROTESTAS Della Porta: “Las que organizan los gobiernos son contrarias a la democracia”

LAS REDES NO SON SINDICATOS Trevisan observa que las redes agilizan las protestas pero las hacen “impredecib­les”

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XAVIER CERVERA / ARXIU Contra... Protesta contraria a los recortes de las ayudas a discapacit­ados en el Arc de Triomf de Barcelona en el 2012

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