La Vanguardia

Una salida

La historia de Pilar, ejemplo de victoria en el infierno de la violencia machista

- JAVIER RICOU

Pilar, una víctima de la violencia machista, ha podido iniciar una nueva vida libre de temores tras su paso por un piso de acogida de emergencia para mujeres maltratada­s en Lleida.

Pilar (el nombre es supuesto) ya no tiene miedo. Su paso por un piso de acogida de emergencia para mujeres maltratada­s en Lleida, donde encontró refugio cuando no tenía a nadie en este mundo que pudiera ayudarla, le ha abierto las puertas a una nueva vida. Muchos de sus temores han quedado enterrados y esa experienci­a le ha ayudado a reencontra­rse con ella misma.

Pilar, de 26 años, ya no se siente culpable por los golpes recibidos, ni tampoco por haber caído en la trampa de un amor no correspond­ido con una pareja equivocada o por haber parido, fruto de esa relación, a una niña que crece, ríe y corretea ajena al particular drama de su madre.

Pilar es el ejemplo de la superviven­cia, la confirmaci­ón de que es posible volver a empezar, renacer del infierno de la violencia machista. Ella ha puesto mucho de su parte, pero como dice esta mujer, “jamás habría superado lo que a mí me ha tocado vivir sin la ayuda de la que considero ya mi nueva familia”.

Brotan las lágrimas, pero Pilar no llora por el recuerdo de los golpes recibidos o el desprecio hacia su persona –primero por parte de su propio padre y, después, por el que durante un año fue su marido– por el simple hecho de ser mujer. Pilar, muy serena durante toda la entrevista, se emociona al mirar a Cris y a Herminia. Son dos de las trabajador­as sociales del piso de acogida para mujeres maltratada­s gestionado por la Paeria de Lleida, que la acogió hace ocho meses y en el que continúa a la espera de que le asignen un piso social.

Herminia y Cris son para Pilar esa nueva familia de la que no para de hablar. Dos mujeres que la han acompañado, abrazado, aconsejado y cuidado todo ese tiempo. Sin esa ayuda y cariño esta joven (ella es plenamente consciente de ello) difícilmen­te habría salido sola del pozo en el que quedó enterrada.

Y si Pilar es la cara de la superviven­cia a la violencia machista, Herminia y Cris son la constataci­ón de que el premio en esos pisos de acogida de emergencia para mujeres maltratada­s desperdiga­dos por toda España es posible cuando los profesiona­les que allí trabajan no escatiman esfuerzos, implicació­n y cariño.

“Recibimos muchas cajas de bombones”, revela Silvia Puertas, coordinado­ra del Centre Municipal d’Informació i Atenció a les Dones de Lleida. Regalos enviados por mujeres que un día dijeron basta y se armaron de valor para dejar atrás sus vidas. Un paso que les llevó a un piso de emergencia porque no tenían a nadie más a quien recurrir. Centros públicos donde se suele trabajar con mucha discreción y silencio con esas mujeres maltratada­s sin recursos, ni apoyos familiares.

Es el caso de Pilar, nacida en un país extranjero. “Huí de casa cuando estaba embarazada, aterricé en Barcelona y, aún hoy no se muy bien por qué, acabé en Lleida”, recuerda esta mujer. No conocía a nadie en esa ciudad, tampoco tenía en regla su documentac­ión, pero en esos momentos sólo quería alejarse de su marido. Dio a luz a su hija y sobrevivió esos primeros meses en un nuevo mundo desconocid­o para ella gracias a la ayuda de Cáritas.

Empezaba a despertar de esa pesadilla, cuando un día todo su mundo volvió a derrumbars­e. Se topó en la calle a su marido. La había localizado y el corazón de Pilar dio un vuelco. No pasó nada, pero ese reencuentr­o despertó un fantasma del pasado que la hizo reaccionar. Pilar dio un paso definitivo. Acudió a la comisaría de Mossos de Lleida

“Jamás habría salido de ese pozo sin la ayuda recibida en ese piso; aquí he encontrado a mi verdadera familia”

para denunciar el maltrato sufrido y manifestar que temía por su vida después del reencuentr­o con su esposo.

“Fue un paso difícil al no tener los papeles en regla, pues cabía la posibilida­d de que me devolviera­n a mi país y todo volviera a empezar”, confiesa. Pero eso no pasó. Tras la denuncia, su marido desapareci­ó (hace meses que no sabe nada de él) y gracias a esa visita a los Mossos su caso llegó a oídos del Centre Municipal d’Informació i Atenció a les Dones de la Paeria.

Empezaba así una historia muy similar a la vivida por otras mujeres en esos pisos de acogida de emergencia. “Cuando llegan aquí están bloqueadas, en una situación crítica. Han dado un paso muy difícil, el miedo las paraliza y no tienen otro lugar al que ir”, coinciden Cris y Herminia.

Los primeros pasos de las profesiona­les con las mujeres que buscan refugio en esos pisos se dan con pies de plomo. No hay prisa, nadie las interroga, ni cuestiona su relato. “Aquí lo que hacemos es determinar la necesidade­s de cada usuaria en función de su situación e historia”, revela Herminia. No hay ninguna prisa por conocer detalles de sus particular­es dramas. “Si los cuentan, las escuchamos; si no quieren hablar del tema, las respetamos”, indica Cris.

Para estas profesiona­les resulta imposible no llevarse el trabajo a casa. “La implicació­n con cada historia es total”, afirma Silvia. Se espera a que esas mujeres maltratada­s salgan del bloqueo. Y conforme aumenta la confianza, al entender que allí se va a hacer lo imposible por ayudarlas, se va forjando una relación que traspasa, como no puede ser de otra manera, lo que en otro ambiente no pasaría de ser un frío contacto profesiona­l. Basta observar lo que comunican los ojos de Pilar, Silvia, Herminia y Cris cuando se cruzan sus miradas, para constatar el intenso vínculo creado entre la joven maltratada y esas tres profesiona­les que la han ayudado a iniciar una nueva vida.

Otra premisa de esos pisos de emergencia para víctimas de violencia machista “es que ninguna mujer (a pesar de que las estancias estan pensadas para un mes, como máximo) sale de esa vivienda sin el recurso resuelto”, afirma Silvia Puertas.

En los pisos rigen unas normas de convivenci­a que hay que cumplir. Pueden surgir fricciones entre las inquilinas, pero por norma general esas mujeres suelen ayudarse unas a otras. Haber compartido dramas similares –aunque cada historia es un mundo– ayuda a empatizar. Pilar ha forjado en estos últimos ocho meses una sólida amistad, asegura, con otras dos mujeres maltratada­s. “Cuando empiezas a tener confianza explicas tu infierno y ellas narran el suyo. Esto puede llegar, incluso, a ayudar. Al menos es lo que me ha pasado a mí”, revela la joven.

En estos momentos Pilar se siente tan fuerte que no duda en ofrecerse para acompañar y apoyar a inquilinas recién llegadas a esos pisos. Su mensaje positivo, la seguridad de que se puede volver a empezar, es la mejor dosis de optimismo para mujeres que aún no han llegado a ese estadio y todavía se preguntan, con su autoestima por los suelos, si ellas son las únicas culpables de todo lo que les ha pasado.

El rostro de Pilar se ilumina, algo que meses atrás no pasaba, cuando se le pregunta por el futuro. Ahora lo tiene todo mucho más claro. Quiere continuar con los estudios que había iniciado en su país. Muchos de sus temores se han esfumado y espera ilusionada que le asignen un piso social para dar el paso definitivo en su nueva vida. Y se siente, como nunca, querida por esas tres mujeres que la han acompañado en estos últimos ocho meses. “Ellas son hoy mi verdadera familia”, repite.

Para Silvia, Cris y Herminia, acostumbra­das a convivir con las historias más crudas y crueles de la violencia machista, el optimismo que destila Pilar es la mejor recompensa que pueden recibir por su trabajo. Es una batalla más ganada en una guerra que esperan acabe algún día.

Las mujeres de los pisos de acogida comparten sus dramas; explicarlo­s puede ser de gran ayuda

 ?? MERCÈ GILI ?? Silvia abraza a Pilar, con su hija en brazos, en el Casal de la Dona de Lleida; la mirada de la primera destila el cariño con el que se recibe a las mujeres maltratada­s
MERCÈ GILI Silvia abraza a Pilar, con su hija en brazos, en el Casal de la Dona de Lleida; la mirada de la primera destila el cariño con el que se recibe a las mujeres maltratada­s

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