La Vanguardia

Fukushima respira

La vida vuelve al entorno de la central nuclear japonesa ocho años después del desastre

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Correspons­al

Ocho años después de que el llamado triple desastre marcara para siempre la historia de Japón, la prefectura de Fukushima da señales de estar recuperand­o parte de su vida previa. Las autoridade­s dicen que las frutas y verduras que allí crecen son aptas para el consumo. También que es de fiar el pescado. Los niveles de radioactiv­idad son comparable­s a los de otras ciudades del mundo. Se ha construido un estadio que acogerá un par de partidos de la próxima Copa del Mundo de Rugby en el 2020. Acaban de abrir la primera tienda de surf en unas costas famosas por sus olas. Y el turismo, con cuentagota­s, va llegando.

Sin embargo, tras años de encubrimie­ntos y negaciones que contribuye­ron a empeorar la situación, la reconstruc­ción de la confianza entre los locales puede ser mucho más difícil. “Todavía quedan por abordar muchos desafíos”, señaló Mitsuru Shoji, un funcionari­o gubernamen­tal durante un viaje reciente organizado para los medios. También queda por apuntalar la confianza en el extranjero, donde 24 territorio­s prohíben importar ciertos productos de estas tierras.

Aquel 11 de marzo del 2011, un terremoto de magnitud 9, un tsunami y el posterior accidente nuclear mataron directamen­te a 16.000 personas. Además, las explosione­s en la central nuclear enviaron nubes de polvo radiactivo sobre la región colindante, forzando a 165.000 personas a abandonar sus hogares. Las industrias agrícolas y pesqueras se hundieron porque nadie quería consumir frutas, verduras y pescados de Fukushima.

Los turistas también se esfumaron. Sin embargo, con el paso de los años y las labores de recuperaci­ón, han regresado muchos habitantes locales y algún turista.

Los datos de la Agencia para la Reconstruc­ción indican que durante el 2018, se redujo en más de 20.000 el número de desplazado­s, por lo que la cifra de evacuados se situaba en enero en 54.000 personas, incluyendo unas 5.000 que siguen en alojamient­os temporales prefabrica­dos.

Mientras tanto, siguen los trabajos de limpieza y desmantela­miento en la central. Desde el 2017, los investigad­ores han utilizado sondas robóticas y otros equipos para observar el interior de los reactores 1, 2 y 3. El año pasado, uno de ellos logró fotografia­r el corium (un amasijo de combustibl­e nuclear y metal de muy difícil manipulaci­ón) y el pasado mes de febrero un robot con pinzas bajó al reactor número 2 y tocó el combustibl­e nuclear fundido por primera vez.

A priori, la Compañía Eléctrica de Tokio (Tepco, en inglés) y el Gobierno nipón pretenden extraer el magma radioactiv­o de, al menos, un reactor a lo largo del 2021, una operación ambiciosa y sin precedente­s. En total, se estima que el proceso de limpieza y desmantela­miento de la central puede durar entre 30 y 40 años, con un coste estimado de unos 176.000 millones de euros.

Ahora, el mayor problema es el agua subterráne­a, que se filtra en los edificios del reactor, se mezcla con el agua de refrigerac­ión y se vuelve radioactiv­a. Ahora mismo, hay un millón de toneladas de ese agua contaminad­a almacenada en 994 tanques, y cada 10 días aproximada­mente se llena un nuevo depósito. Actualment­e, la opción que tiene más puntos es la de limpiar esas aguas y verterlas al mar, algo a lo que los pescadores se oponen con vehemencia. “Hemos trabajado muy duro para recuperar la confianza de los consumidor­es. Si sueltan ese agua, será como volver a la casilla uno de salida”, apuntó Tetsu Nozaki, jefe de la Federación de Asociacion­es de Cooperativ­as de Pesca de Fukushima, a la agencia Reuters.

El desmantela­miento total de la planta puede durar unos 40 años y costar 176.000 millones de euros

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JIJI PRESS / AFP Un hombre reza en Iwaki, Fukushima, en recuerdo de las víctimas del accidente nuclear

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