Una fonoteca que marca la agenda política
El 20 de septiembre del 2012, Artur Mas se entrevistó en Madrid con Mariano Rajoy y le solicitó un pacto fiscal, petición que no fue atendida. A partir de entonces tomó cuerpo la posibilidad de optar por la independencia. Son los tiempos en que crece vertiginosamente la Assemblea Nacional Catalana y de las grandes manifestaciones del Onze de Setembre. El gobierno asiste descolocado a lo que ocurre y se da cuenta que no sabe nada ni de las entidades que lideran este fenómeno, ANC y Òmnium, ni de las personas que lo lideran, ni de cómo se financian. En paralelo, en los juzgados estaba el asunto del Palau de la Música y asomaban otros escándalos relacionados con Catalunya. Siendo ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, se ordenó a la Policía que indagara quién era quién en el movimiento independentista y qué posibles escenarios se podrían desarrollar. Agentes de las unidades centrales de Madrid y también de Barcelona redactaron informes que eran remitidos a la dirección general operativa de la Policía, con Eugenio Pino al frente, donde se centralizó esta investigación bajo la supervisión de varios comisarios. A este departamento estaba adscrito un comisario que ya se había distinguido por osadas intervenciones: José Manuel Villarejo. Por medio de unos detectives privados entró en contacto con María Victoria Álvarez, expareja de Jordi Pujol Ferrusola, y así comenzó a trabajar sobre Catalunya.
El problema es que sus métodos eran cuestionables, como su manía de grabar todas sus conversaciones, incluso con los que se creían sus amigos. Otra cuestión es que cualquier dato que se averiguaba era filtrado a la velocidad de la luz a determinados medios, aunque no se hubiera comprobado fehacientemente. Incluso informes anónimos que no tenían padre ni madre, y que contenían más rumores que realidades.
El final es que Villarejo es el nombre que aparece en todos los menús, desde el BBVA hasta los Pujol pasando por la Gürtel, y que su fonoteca está marcando la agenda política.