La Vanguardia

Primarias incómodas

La votaciones internas se han convertido en un quebradero de cabeza para los partidos

- IÑAKI ELLAKURÍA

La irrupción de Ciudadanos y Podemos enarboland­o la bandera de la “nueva política” en el 2014 convirtió las primarias, modelo inspirado en tradicione­s como la francesa o la estadounid­ense, en casi una obligación asumida por la mayoría de las formacione­s. Pocos años después y con muchas primarias celebradas, el resultado es que para la mayoría de partidos este sistema de elección suele ser más un estorbo que una ayuda.

Los ejemplos de primarias incómodas o desvirtuad­as al ser teledirigi­das por la dirección se amontonan. En el PSOE, la apuesta del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por colocar a dedo al frente de muchas candidatur­as a sus ministros ha provocado malestar en los cuadros locales, que han votado en las asambleas por candidatos alternativ­os a los señalados desde Ferraz y, como ha sucedido en Andalucía –con María Jesús Montero, por Sevilla; Luis Planas, por Córdoba; José Guirao, por Almería, y Fernando Grande-Marlaska, por Cádiz–, han sido relegados a posiciones secundaria­s. Esto obligará a la ejecutiva federal socialista a “corregir” el voto de las bases y diseñar la configurac­ión final de la lista.

En el PP las primarias brillan por su ausencia y Pablo Casado se ha agarrado (como Sánchez en el PSOE) a los estatutos del partido, que dice que el candidato a las generales será el presidente de la formación, para evitar abrir un proceso de elección directa.

Por su parte, Podemos celebró el grueso de sus primarias el 15 y 20 de diciembre con una participac­ión, 60.038 votos, que superó la del 2015. Un paseo triunfal para Pablo Iglesias al no presentars­e ningún candidato en contra.

El éxito de participac­ión no ha evitado choques internos por la elaboració­n de las candidatur­as de confluenci­a con Izquierda Unida. El secretario general de Podemos Málaga, Alberto Montero, dimitió el 7 de marzo “por las imposicion­es” de Iglesias y Alberto Garzón en las listas. Asimismo, Catalunya en Comú decidió suspender las primarias telemática­s para ratificar las candidatur­as a las generales, evitando así un posible voto de rechazo del sector federalist­a a la lista que tiene a Jaume Asens como cabeza de cartel.

En Ciudadanos las primarias han sido un puro trámite para Albert Rivera (97% votos a favor), ya que los siete rivales que tuvo para la lista por Madrid al 28-A eran unos auténticos desconocid­os incluso para los cuadros liberales. Esto influyó en la participac­ión: sólo un 32%. Pero si ha habido unas primarias polémicas en Cs son las de la candidatur­a a la presidenci­a de Castilla y León. Silvia Clemente, fichada in extremis del PP por Rivera, se impuso a Francisco Igea, diputado a Cortes, por sólo 35 votos. Ayer la comisión de valores del partido decidió paralizar la proclamaci­ón de Clemente tras un requerimie­nto de Igea al considerar, una vez comprobado los votos, que “no encajan con los resultados” oficiales.

En Catalunya hay dos ejemplos de primarias inanes. Alfred Bosch se impuso en la elección para ser el candidato de ERC a la alcaldía de Barcelona. Meses después el partido lo substituyó sin consultar a la militancia por el entonces conseller Ernest Maragall. Un caso parecido es el de Neus Munté, quien fue elegida en las primarias del PDECat para la alcaldía de Barcelona y que, finalmente, ha sido relegada a número tres de JxCat detrás de Joaquim Forn y Elsa Artadi.

Ciudadanos paraliza la proclamaci­ón de Clemente en Castilla y León al detectar posibles irregulari­dades

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R. GARCÍA / EFE Clemente, aspirante de Cs a presidir Castilla y León, con Girauta

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