Contenedores con siete vidas
Una entidad adapta containers desechados a las necesidades de colonias felinas, a la vez que consiguen una mayor integración en espacios urbanos
José Luis Rodríguez trabaja en la deixalleria de El Prat. “En todos los municipios en los que estamos acordamos que la asociación pueda tener acceso a los puntos limpios, porque allí encontramos gran parte del material que necesitamos. Hacemos economía verde y circular”, afirma con satisfacción este amante de los gatos, entregado desde hace décadas a mejorar la calidad de vida de los felinos de la calle. Hace un año y medio fundó con su mujer Pepi Rodríguez, LlobreGats: esa es la asociación que busca en los puntos limpios los materiales que necesita. ¿Para qué? Para convertir viejos contenedores en hogares para felinos en los que diseñan zonas de descanso y ocio; y también en dispensadores 24 horas de comida y agua. José Luis y Pepi buscan proporcionar calidad de vida a los animales, pero también facilitan el equilibrio entre los felinos y su entorno.
“Los gatos necesitan pequeñas dosis de comida y agua durante todo el día. Los voluntarios sólo reparten la comida, normalmente, una vez al día. De ahí que pensáramos en cómo conseguir puntos de abastecimiento permanentes. Puntos de comida a los que no pudieran acceder otros animales, por ejemplo jabalís, erizos o zorros”, explica José Luis. Querían evitar también que el pienso se quedara a la intemperie, desparramado, lo que genera también suciedad. Para dar forma a esa idea nacieron los primeros CatDonalds. Fue hace cuatro años, cuando todavía no existía LlobreGats y José Luis y Pepi eran voluntarios en una entidad animalista de Sant Boi que se dedicaba a controlar colonias y asegurar su bienestar.
Aprovechando viejos contenedores de dos ruedas crearon unos originales dispensadores de comida y agua. Instalaron tres en polígonos industriales de Sant Boi –todavía están– y uno en el entorno del hotel Castell de esta misma población. “Ese fue el principio”, explica José Luis. Continuaron dándole vueltas a la cuestión, y un año después, crearon el primer CatHotel, ya en un contenedor grande (utilizan tanto iglús de plástico y vidrio, como contenedores de cuatro ruedas), que se instaló en la montaña de Sant Ramon, también en Sant Boi.
“En aquella etapa el Ayuntamiento cambió todos sus contai- ners”, recuerda José Luis: pudieron acceder a más material. En los CatHotels los gatos pueden comer pero también refugiarse ante las inclemencias del tiempo o del ataque de depredadores, pero también de seres humanos. Los últimos modelos incorporan salidas de emergencia para que estos refugios no sean ratoneras, también luz.
Al año y medio de aquel CatHotel optaron por constituir la entidad para hacer más fácil la colaboración con ayuntamientos y con otras entidades. Y desde entonces, el número de CatDonalds y CatHotels ha ido en aumento y su iniciativa, incluso, ha generado interés en el otro lado del charco. “Se pusieron en contacto con nosotros la Asociación New York Feral Cats Initiative que cuida de los felinos con más de 6.000 voluntarios”, explica José Luis. Desde la ciudad estadounidense querían conocer una iniciativa, que también ha suscitado el interés de otra populosa asociación americana como la SPCA, en este caso de Montreal. De hecho, estuvieron hablando con los representantes de LlobreGats sobre la posibilidad de que fabricasen refugios para Canadá, pero la distancia lo hizo inviable. “Sí que les facilitamos información, les explicamos la forma en la que trabajamos”, señala José Luis.
En la actualidad hay CatDonalds y CatHotels en Abrera: el Ayuntamiento de esta población está apostando de manera firme por esta iniciativa y se están instalando de forma conjunta con la concejalía de Medio Ambiente. Allí, además, estudiantes de Bellas Artes los han decorado. “También ha colaborado con nosotros algún grafitero”, apunta José Luis. Y hay también en Viladecans o en Sant Just Desvern.
El proyecto se expande por municipios metropolitanos e interesa a ciudades como Nueva York
La iniciativa, según sus impulsores, ha permitido reutilizar el 90% de tres toneladas de material desechado
En este último caso se decoraron gracias a plantillas hechas con radiografías, que también se habían desechado. “Nosotros no hacemos reciclaje, sino que reutilizamos, hacemos upcycling, que es mucho más económico. Lo aprovechamos casi todo”, apunta este amante de los felinos que señala que, por ahora, han utilizado unas tres toneladas de material para asistir a unas 50 colonias, y que en un 90% ha sido material reutilizado.
En las próximas semanas, LlobreGats desembarcará en l’Hospitalet –se están buscando emplazamientos adecuados para cuatro nuevas estructuras–, después de ganar unos premios municipales que promueven la innovación y apoyan la creación. Y aunque el Ayuntamiento de Barcelona también ha mostrado su interés, por ahora los que hay en la capital catalana –que también los hay– son porque los han solicitado algunas entidades. ¿Y quién más? Ibiza, la Universidad Complutense de Madrid, el Gobierno de Andorra... “Los gatos no tienen siete vidas. Intentamos que la vivan de la mejor manera posible”, sentencia José Luis.