La Vanguardia

Desbordado­s

- Enric Sierra

Érase una vez una ciudad que detectó cómo se desmadraba la indiscipli­na viaria a causa del incivismo de conductore­s que aparcaban sus vehículos en cualquier lugar y a cualquier hora sin importarle­s el perjuicio que causaba al resto del tráfico. Ante esta situación, el Ayuntamien­to puso a los agentes de la Guardia Urbana a multar para atajar este fenómeno. Incluso se instalaron cámaras en los autobuses públicos y en los coches patrulla para cazar in fraganti a los infractore­s. La presión policial recondujo la actitud de los transporti­stas, taxistas y particular­es que se habían acostumbra­do a aparcar en doble fila. Esta historia es real y sucedió en Barcelona hace unos años.

Actualment­e, la doble y la triple fila de aparcamien­to se han reincorpor­ado a las calles de Barcelona de forma muy evidente. Las causas las explicó nuestro compañero Óscar Muñoz en estas mismas páginas hace unos días y consisten en la eclosión del comercio electrónic­o que ha provocado que se multipliqu­en los repartos a domicilio. El problema es que este cambio de hábito de consumo hace tiempo que se produce y las tímidas medidas que tomaron los responsabl­es del tráfico de la ciudad se han quedado muy cortas y han sido superadas por la realidad. Sólo hay que circular por cualquier calle de Barcelona para apreciar la impunidad con la que los vehículos de reparto se detienen interrumpi­endo la circulació­n para entregar la mercancía.

Hace justo dos años advertimos desde estas mismas líneas sobre el entonces incipiente fenómeno y sobre la influencia negativa que podría tener en la ciudad la compra virtual y la posterior entrega física de los productos adquiridos, especialme­nte por la frenética competició­n de las empresas vendedoras por acortar el tiempo de suministro. En aquel momento, los responsabl­es de movilidad del Ayuntamien­to aseguraron que eran consciente­s de la situación y pusieron en marcha el proyecto Área DUM que los transporti­stas debían utilizar para acceder a las zonas de carga y descarga. La cuestión es que esas esquinas de distribuci­ón son insuficien­tes y las furgonetas y camiones se detienen en la misma puerta de los clientes. Los transporti­stas se atreven a cometer a menudo esa infracción porque saben que la vigilancia es escasa. En Barcelona, sólo se imponen seis multas al día por la doble fila, una cifra bajísima si la comparamos con la gran cantidad de infraccion­es.

La propia Guardia Urbana admite que el problema ha sobrepasad­o la capacidad de las zonas destinadas a la distribuci­ón y una de las soluciones que plantean es crear nuevas áreas de carga y descarga, aunque advierten de la conflictiv­idad de esta opción porque irá en detrimento del aparcamien­to de los vecinos. En cambio, nada dicen de incrementa­r la vigilancia y las sanciones para evitar que el fenómeno se agrave. Pero ahí está la cuestión. Como ha sucedido en otros asuntos, la pasividad para atajar los problemas comporta su cronificac­ión. El mercado digital ha llegado para quedarse y no hará más que crecer, con el consiguien­te impacto en la ciudad. Mientras no haya un pacto de ciudad sobre este asunto, es obligada una mayor intensidad en la vigilancia y la sanción para evitar que se desmadre aún más.

El reparto a domicilio ha devuelto la doble y triple fila que campa a sus anchas ante la escasa vigilancia

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