El tiempo no siempre es elástico

MARCEL Proust escribió que “el tiempo del que disponemos cada día es elástico, las pasiones que se despiertan en nosotros lo dilatan, las que inspiran lo contraen y la costumbre lo llena”. La cita aparece en el libro de Quim Torra, El quadern suís, que publicó el año pasado, sobre su estancia en la ciudad de Winterthur, en el cantón de Zurich. Desgraciadamente, cuando la justicia nos impone sus instrucciones, el tiempo empieza a perder elasticidad y se vuelve rígido. Y por mucho que nuestras emociones nos inviten a dilatarlo, lo cierto es que, cuando las togas nos ordenan acotar el tiempo, no siempre podemos alargarlo.

La Junta Electoral Central (JEC) le ha concedido al president de la Generalitat otras veinticuatro horas para que retire lazos amarillos y esteladas de los edificios públicos dependientes del Govern, si no quiere incurrir en responsabilidades administrativas y penales. El tiempo ha perdido en este caso la maleabilidad con que Proust lo define. El acuerdo de la JEC –ente compuesto por jueces, magistrados y catedráticos– no atiende las alegaciones esgrimidas por Torra y rechaza sus argumentos. Los asesores del president sostenían que la bandera es un símbolo que representa un anhelo de libertad y una reivindicación democrática, pero la Junta considera que, aunque se trata de un símbolo legítimo que las formaciones políticas pueden utilizar en su propaganda, durante los periodos electorales los poderes públicos no pueden usarlo a fin de mantener la rigurosa neutralidad política. El mismo argumento vale, a su criterio, para los lazos amarillos.

Torra no debería desatender el requerimiento, porque podría ser acusado de un delito de desobediencia. No es ninguna traición cumplir aquello a lo que obliga la ley, aunque vaya en contra de lo que uno cree.

El imperativo legal no da margen, pero descansa la conciencia.

En esta hora, el país necesita más pausa que pulsos.