Enric Sòria
El poeta valenciano publica ‘Abans del vespre’, un recorrido por toda su obra
El poeta valenciano Enric Sòria publica la antología Abans del vespre, a partir de los seis libros que componen su obra, en la que ha escogido personalmente los poemas que mejor ilustran sus etapas de juventud y de madurez.
El poeta y periodista valenciano Enric Sòria (Oliva, la Safor, 1958) es “refractario a las antologías elaboradas por otros”, porque considera que no hacen justicia a la obra de un autor. Sin embargo, es distinto cuando el antólogo es uno mismo, como en el caso de Abans del vespre (Proa), “la autoantología” que ahora presenta. Profesor de periodismo en la Universitat Ramon Llull y veterano periodista de El Temps yel Avui, Sòria, que tiene formación de historiador, se vio pronto atrapado por el mundo del periodismo.
Abans del vespre “es un proyecto antiguo, y tenía ganas de ofrecer una imagen de lo que ha sido mi trayectoria a lo largo del tiempo”, cuenta Sòria, a quien le ha sido fácil hacer la antología porque no se plantea los libros –cinco más un opúsculo– como un conjunto: “Cada poema es lo que es: he escogido los que me gustaban a mí y punto”. “Mi antología también ofrece una visión sesgada –aclara–, pero no importa porque es mi selección”.
Son 88 poemas que se cierran con el único inédito que afirma que tenía acabado, Fidelitat, pero eso no quiere decir que esté trabajando en un proyecto nuevo: “Querría, pero está todo por definir”. De hecho, una antología suele responder a un final de etapa y así lo reconoce, y no se atreve a decir si tras estas dos etapas, de juventud y de madurez, que ahora se cierran –según el análisis del prologuista, Sebastià Alzamora–, llegará una tercera, de senectud: “La musa últimamente está muy esquiva, o yo me he hecho mayor. O las dos cosas”, ríe.
El poema inédito habla justamente de un ushebti, una figura mortuoria del antiguo Egipto. “Hay una idea de recapitulación; mi poesía siempre ha sido muy rememorativa, y con el tiempo esa sensación se agudiza, por ello lo simbolizo en esta figura del ushebti”, reflexiona. “La poesía es lenta y en mi caso está ralentizándose mucho”.
Los primeros poemas son “más pasionales y tumultuosos” y, a partir del libro Compàs d’espera, son más reflexivos, apunta el prologuista, y por ello habla de dos etapas. “Para mí son iguales –dice Sòria–, pero es evidente que cambias de punto de vista con la edad”, y cita a Vicent Andrés Estellés: “Llega un momento en que tienes más recuerdos que vísceras. Y ahora pesan más los recuerdos”.
Reconoce que se ha sentido bien recuperando sus poemas de juventud, pero confiesa que les ha dado algún retoque: “Quizás en los del primer libro, Mirall de miratges, era muy novato y me dan un poco de vergüenza porque eran muy incipientes. Aún no sabía muy bien qué hacer con eso de
“No podemos deforestar el Amazonas si lo que se hace no tiene sentido; además, el tiempo de la gente merece respeto”
la poesía, pero gané un premio y me los publicaron. Sólo he escogido dos, para dejar testimonio”. “Es cierto que los miras con algo de condescendencia –añade–, pero al fin y al cabo dicen lo que yo quería decir”.
En el prólogo, Alzamora afirma: “Sòria escribe desde la necesidad de no perder el tiempo y de no hacerlo perder a nadie”, y el poeta lo suscribe: “Necesitamos árboles para hacer papel y no podemos estar deforestando el Amazonas si lo que hacemos no tiene ningún sentido. Además, el tiempo de la gente merece ser respetado”.
Enric Sòria se reconoce discípulo de Joan Fuster: “Es el intelectual más importante de mi época de juventud en el País Valenciano, y un prosista magnífico; Fuster y Pla son nuestros dos grandes prosistas”. Y también admite la existencia de una escuela valenciana, “en unas circunstancias que son algo distintas respecto de Catalunya, todos nos conocemos, y la poesía es más vitalista y más irónica”.