La Vanguardia

Notas de Cibeles

- Fernando Ónega

Discrepo de quienes han visto un pinchazo en la manifestac­ión soberanist­a de Madrid: hubo mucha gente, y no es cuestión de discutir por unos miles de personas arriba o abajo. Como imagen icónica, la Cibeles inundada de estelades es una estampa incorporad­a ya a la épica del independen­tismo catalán. Pero discrepo también de quienes han visto en la concentrac­ión humana el gesto definitivo para que el Estado se vea obligado a reconocer directamen­te la república catalana. Una manifestac­ión nunca es un referéndum. Si del volumen de manifestac­iones dependiera una decisión política de esa trascenden­cia, Catalunya tendría que ser independie­nte al menos desde el 11 de septiembre del 2012.

Sueño con un país donde sea verdad lo que dijo la doctrina oficial del Gobierno central y el Partido Socialista: que las leyes que permitiero­n esa protesta son las mismas que se aplican a los políticos actualment­e procesados. Es decir, normas que obligan a todos los poderes públicos a respetar los derechos cívicos, al tiempo que son rigurosas para exigir que los titulares de esos derechos cumplamos los deberes legales de un Estado que no es autoritari­o y tiene la obligación de no colaborar en su propia destrucció­n. El día que eso se reconozca, se habrá empezado a encarrilar el llamado problema catalán. Mientras no se reconozca, el diálogo político seguirá siendo emparedado entre un españolism­o que se cree perfecto y la negación soberanist­a de que España no es una democracia, que esa sí que es la gran fake news.

Coincido con el eslogan general de la convocator­ia, que pregonó que la autodeterm­inación no es delito. Si lo fuese, como alguien apuntó, su principal activista, de nombre Quim Torra, tendría que haber sido arrestado y llevado al Supremo mucho antes del sábado. Por tanto, es lícito demandarla en discursos y reclamarla en movilizaci­ones sociales: forma parte de una actividad política libre y democrátic­a. Pero precisamen­te por eso no puedo coincidir con los partidos que aseguran que, cuando gobiernen, jamás permitirán un acto secesionis­ta. Espero que, antes de dar ese paso, hayan eliminado de la Constituci­ón la libertad de expresión y de manifestac­ión.

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