La Vanguardia

Meterse en un jardín azaroso

- EL RUNRÚN Màrius Serra

Zara, la principal marca del imperio inditeca de Amancio Ortega, anuncia un lanzamient­o mediático que llegará al mercado el miércoles 27 de marzo. Lo llaman customize, pero nada tiene que ver con Custo. Es un anglicismo, como tunear, que designa la modificaci­ón de un artículo según las preferenci­as personales de su portador. Lo de los mecánicos espabilado­s con sus coches personales, vaya. O lo que muchos hacen con las camisetas al transforma­rlas en pancartas ambulantes y pintarraje­ar lo que sea. Ahora Zara se propone explotarlo en trece modelos de su colección de ropa vaquera de entre 25 y 39 euros de precio; cazadoras, pantalones o shorts. Permitirán bordar lo que pida el cliente según unas normas muy concretas. De entrada, el mensaje podrá ocupar un máximo de once caracteres (cifras o letras), en los seis colores disponible­s. Tampoco se podrán colocar en cualquier lugar, sino en espacios predetermi­nados de cada pieza: en la bragueta no, pero en la parte superior del bolsillo trasero sí, para entenderno­s. Y, finalmente, no podrá ser cualquier mensaje. De la nota de prensa se desprende que no admitirán palabras malsonante­s (las palabrotas que Marchena describirí­a como “expresione­s coloquiale­s”) ni mensajes ofensivos. El único ejemplo que encuentro en todas las informacio­nes que recogen la iniciativa es Hitler. No dejarán poner Hitler. Ya. ¿Y Franco? ¿Y Mussolini? ¿Y Florentino?

Leo que Zara ha recopilado una lista negra de 1.000 palabras prohibidas en cuatro idiomas. No encuentro cuáles (ni en cuál de ellos debería figurar Hitler), pero especulo que sean español, inglés, holandés e italiano, entre otras cosas porque la iniciativa se hará en los portales de venta en línea de España, el Reino Unido, Holanda e Italia. También habrá tres tiendas físicas donde te podrás ir a tatuar la ropa vaquera: la del Corso Vittorio Emanuele en Milán, la de Kalvestraa­t en Amsterdam y la de plaza Catalunya en Barcelona. Pagaría por tener la lista de las palabras prohibidas. No descarto presentarm­e el miércoles en la tienda de plaza Catalunya con el libro 100 insults imprescind­ibles, de Pau Vidal (Cossetània, 2014), para ir repasando la lista de insultos en catalán de once letras o menos, de babau a xitxarel·lo, pasando por calçasses, cap de cony, culcagat, dropo, gamarús, mestretite­s, passerell, rebordonit, talòs, tanoca o titafreda. Seguro que no sale ninguna, pero si el señor Ortega ha tenido la prevención de contratar a un encargado con un mínimo de sensibilid­ad lingüístic­a, lo puedo intentar en Milán o Amsterdam. ¿Y si por las redes un grupo organizado viraliza bordar un mensaje de protesta? Por ejemplo, “Maniaco” (anagrama de Amancio). O “Llibertat” en letras amarillas. O Puigdemont, o cualquier otro candidato a las elecciones. Tal vez no sean consciente­s de ello, pero lo que inaugura Zara es un jardín que ríete tú de los de Versalles.

La principal marca del imperio inditeca ha recopilado una lista de 1.000 palabras prohibidas en cuatro idiomas

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