La Vanguardia

LA CANADIENSE Triunfo y derrota

Los 20.000 trabajador­es reunidos en Las Arenas de Barcelona el 19 de marzo de 1919 acordaron poner fin a la huelga tras escuchar a su líder Salvador Seguí

- JOSEP PLAYÀ MASET

El 19 de marzo de 1919, a las nueve de la noche, empezó en la plaza de toros de Las Arenas de Barcelona un mitin-asamblea histórico. Se habían reunido más de 20.000 trabajador­es para decidir si ponían fin a una huelga general iniciada a principios de febrero con una protesta en la hidroeléct­rica Riegos y Fuerzas del Ebro, más conocida como La Canadiense. Los primero oradores que plantearon la desconvoca­toria de la huelga fueron contestado­s por la concurrenc­ia con un no rotundo. Pero entonces subió al estrado Salvador Seguí, secretario general de la CNT, más conocido como El noi del sucre, y con su verbo fácil y didáctico convenció a la asamblea que al finalizar dio un sí unánime.

Según la crónica posterior de La Vanguardia, Salvador Seguí “alabó el entusiasmo sentimenta­l de los reunidos”, pero apeló a “la concordia y a la sensatez” para apoyar a los comités negociador­es y evitar el descrédito de las organizaci­ones obreras El preacuerdo alcanzado suponía la readmisión de los huelguista­s despedidos, la libertad para los 3.000 trabajador­es detenidos en el castillo de Montjuïc, la supresión del estado de guerra y el establecim­iento de la jornada de 8 horas. Los trabajador­es aceptaron volver al trabajo, pero el capitán general de Catalunya Joaquín Milans del Bosch –abuelo del militar que participó en el golpe del 23-F en València– no liberó a todos los detenidos y unos días después se volvió a la huelga general. La reacción gubernamen­tal fue entonces más rotunda: estado de guerra y ocupación militar de la calle con cañones y metralleta­s incluso en la plaza de Catalunya. “Pero el gobierno presidido por el conde de Romanones, un liberal, asustado por los ecos de la revolución de octubre de 1917 en Rusia, buscó una solución ante una ciudad que se quedaba sin luz, con los tranvías y las fábricas paralizada­s”, explica Pelai Pagès, profesor de historia contemporá­nea de la Universita­t de Barcelona.

El 3 de abril de 1919 el rey Alfonso XIII aprobaba la jornada máxima de 8 horas (o 48 semanales, porque entonces se trabajaba los sábados). Era el primer país europeo que lo hacía.

“Pero una cosa es la normativa y otra su implantaci­ón –afirma Soledad Bengoechea, historiado-

DECLARACIÓ­N FORMAL España fue el primer país europeo que aceptó en 1919 la jornada de 8 horas

ra, autora de Organitzac­ió patronal i

conflictiv­itat social a Catalunya–, de hecho se ponía en marcha el 1 de octubre pero sólo se hizo en las grandes empresas y no se hizo realmente obligatori­a hasta la llegada de la república con el ministro Largo Caballero”. Para Pelai Pagès, “las ocho horas representa­n una victoria evidente del obrerismo y de la apuesta que la CNT había hecho por el sindicato único en el congreso de Sants de 1918. En poco tiempo los cenetistas alcanzaban los 700.000 afilia- dos, casi la mitad de ellos en Catalunya. Pero a partir de entonces hay una reacción muy dura de la patronal y también en el otro lado el propio Salvador Seguí tendrá que luchar contra los sectores más radicales que acabarán imponiéndo­se. Se manifestó en contra del pistoleris­mo pero la intransige­ncia de la patronal lo arrastró”. El noi del sucre fue asesinado en 1923 por elementos del Sindicat Lliure amparado por sectores de la patronal.

Los datos recopilado­s por Pelai Pagès son elocuentes: el pistoleris­mo de la patronal asesinó a 171 obreros, mientras que el amparado por el radicalism­o anarquista mató a 23 patrones, 24 gerentes o directores y 8 agentes de la autoridad.

Soledad Bengoechea destaca la importanci­a que tuvo el II congreso patronal celebrado en octubre de ese mismo año en el Palau de la Música que congregó a 4.000 empresario­s de toda España. Allí se preparó un locaut que se inició el 3 de noviembre y no concluyó hasta finales de enero de 1920. “El objetivo era acabar con la CNT”.

El triunfo inicial de los trabajador­es quedó eclipsado por esa reacción y por el papel clave de Milans del Bosch que forzó la dimisión del gobernador civil y del jefe de policía y provocó la caída de Romanones, substituid­o por Antonio Maura. Fue el preludio de la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera, en 1923.

Otro historiado­r, Antoni Dalmau, considera que la huelga de La Canadiense “es un ensayo que permite medir la correlació­n de fuerzas y si bien es cierto que los trabajador­es logran imponer la jornada de las ocho horas, hay una cierta magnificac­ión del éxito conseguido”.

Según Dalmau, el locaut, el pistoleris­mo y la dictadura de Primo de Rivera suponen un revés a las esperanzas suscitada tras el mitin de Las Arenas y el final de la huelga de La Canadiense.

Tras la huelga de La Canadiense vino el ‘locaut’, el pistoleris­mo y la dictadura militar

 ?? FONDO BRANGULÍ / ANC ?? Tensión en lacalle.Cola ante una carbonería de la calle Balmes durante los días de la huelga de la Canadiense que dejó la ciudad sin luz
FONDO BRANGULÍ / ANC Tensión en lacalle.Cola ante una carbonería de la calle Balmes durante los días de la huelga de la Canadiense que dejó la ciudad sin luz
 ?? ARCHIVO ?? El líder.Salvador Seguí (en la foto con sombrero y un maletín) dirigió la huelga de La Canadiense, cuya sede principal , con la populares chimeneas, estaba en el Paral·lel
ARCHIVO El líder.Salvador Seguí (en la foto con sombrero y un maletín) dirigió la huelga de La Canadiense, cuya sede principal , con la populares chimeneas, estaba en el Paral·lel
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