La Vanguardia

Arqueologí­a de Loewenstei­n (V)

- Josep Maria Ruiz Simon

Si el fascismo es, como dice Karl Loewenstei­n, una técnica política orientada a la movilizaci­ón emocional de los ciudadanos, se puede pensar como una técnica que se coordina con otras técnicas para ofrecer respuestas cada vez más funcionale­s a problemas que con anteriorid­ad no había sabido resolver eficazment­e. Tanto Loewenstei­n como Franz Neumann observan el fascismo desde esa perspectiv­a.

En Behemot (1942), Neumann subraya el cambio de estrategia de los nazis tras el fracaso del putsch de Munich. Recuerda que, después de estos hechos, Hitler, que había sido condenado por alta traición, entendió que había que sustituir el método con que perseguían sus objetivos. En Baviera habían puesto en escena una obra en que se rebelaban violentame­nte contra la Constituci­ón con el propósito de conquistar el Estado. Ahora tocaba representa­r otra. En la nueva obra, hacían el papel de un partido respetuoso con el ordenamien­to jurídico que se había comprometi­do a respetar. Como apunta el propio Neumann con sarcasmo, en esta otra función, los comandos de las SA se convirtier­on en cuerpos dedicados a actividade­s deportivas y a los desfiles inocuos y el partido nazi se presentaba como un gran defensor de la democracia. Esta estrategia, tan semejante a la del caballo de Troya, les salió bien. No precisaron saltarse la Constituci­ón para conquistar el poder ejecutivo y, para ir más allá, les bastó con usar la legalidad como un instrument­o táctico. Cuando Hitler fue nombrado canciller era el jefe de la fuerza política más votada. Y, desde el gobierno, aprovechó el pretexto y las ocasiones que ofrecía el incendio del Reichstag para conseguir que un parlamento

El artículo de Loewenstei­n se puede leer como Spinoza leía a Tácito: describe cómo se llega a la tiranía que se quiere prevenir

disminuido aprobara una ley que convertía el texto constituci­onal en papel mojado y le permitía hacer y deshacer a discreción.

Loewenstei­n describe así este procedimie­nto, que generaliza a todos los fascismos de última generación: “los estrategas fascistas se han vuelto especialme­nte cuidadosos con no cometer ningún acto abierto de rebelión hasta que los métodos más sutiles y calculadam­ente legales de socavar el Estado y establecer una atmósfera de doble legalidad justifican la toma del poder definitiva por medio de un golpe de estado.” En el caso alemán, esta toma del poder se realizó yendo de ley a ley y tanto la burocracia local como los gobiernos extranjero­s prefiriero­n no ver el golpe.

Hasta 1933, los nazis realizaron muchos progresos en la técnica de usar los instrument­os e institucio­nes de la democracia liberal como arma contra la democracia liberal. Sobresalie­ron en el uso de los procesos electorale­s, los reglamento­s parlamenta­rios y las libertades civiles para generar situacione­s, conflictos y noticias falsas explotable­s para la movilizaci­ón de los ciudadanos y la deslegitim­ación de las institucio­nes del Estado. Luego, de un día para otro, se esfumaron las libertades y en el parlamento dejó de practicars­e el parlamenta­rismo. El artículo de Loewenstei­n se puede leer como Spinoza leía a Tácito: como un documento histórico que describe cómo se llega a la tiranía que se quiere prevenir.

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