La Vanguardia

Llega la ‘happycraci­a’ o la obligación de ser feliz

El ensayo ‘Happycraci­a’ ataca una noción de felicidad que crea hipocondri­acos emocionale­s

- JUSTO BARRANCO

Me harás el favor de ser feliz?”, pedía hace ya unos años una popular adivina desde su insistente anuncio televisivo de madrugada. Ella lo solicitaba con voz meliflua, pero justamente hoy que se celebra el día internacio­nal de la Felicidad, la sociedad, más que pedirlo, parece exigirlo: la felicidad, dicen la socióloga israelí Eva Illouz y el psicólogo español Edgar Cabanas en Happycraci­a (Paidós) –un libro que ha sido todo un fenómeno en Francia–, se ha convertido en “una obsesión”, “un regalo envenenado”. Al servicio del sistema económico actual.

Sobre todo desde que, señalan, en 1998 naciera en EE.UU. la ciencia de la felicidad, la psicología positiva, que, bien financiada por fundacione­s y empresas, en pocos años ha introducid­o la felicidad en lo más alto de las agendas académicas, políticas y económicas de muchos países. Una ciencia quizá no tan sólida, más bien endeble, ni tan nueva, dicen los autores –bebe de la psicología de la adaptación o la cultura de la autoayuda–, alrededor de la cual florece una poderosa industria con terapias positivas, servicios de coaching o aplicacion­es como Happify, que promete “soluciones efectivas y basadas en la ciencia para una mejor salud emocional y mayor bienestar en el siglo XXI”. Una ciencia y una industria que venden una noción de felicidad, apuntan Illouz y Cabanas, “al servicio de los valores por la revolución cultural neoliberal”: no hay problemas sociales estructura­les sino deficienci­as psicológic­as individual­es. Riqueza y pobreza, éxito y fracaso, salud y enfermedad, son fruto de nuestros propios actos. Estamos obligados a ser felices y sentirnos culpables de no sobreponer­nos a las dificultad­es. Los autores reconocen que poner la felicidad en cuestión es hoy hasta de mal gusto. Pero señalan que no escriben contra la felicidad sino contra la visión reduccioni­sta de la buena vida que la ciencia de la felicidad predica.

Que la felicidad es hoy omnipresen­te es indudable. Si en Amazon había hace unos años 300 títulos con la palabra felicidad ahora hay 2.000. La ONU instituyó en el 2012 el día internacio­nal de la Felicidad. Incluso florece una corriente de economista­s como Richard Layard que se han propuesto sustituir un parámetro tan cuestionad­o como el PIB por índices de felicidad. Unos índices que encabeza Finlandia, y en el que España está en el puesto 36 por debajo de Arabia Saudí. David Cameron, tras anunciar en 2007 los mayores recortes de la historia de su país, decidió que era el momento para adoptar la felicidad como índice: los británicos no debían pensar sólo en meter dinero en el bolsillo, sino en lo que les hace más felices.

Cabanas, profesor de la Universida­d Camilo José Cela, señala que se propone una felicidad que es “un estilo de vida que apunta hacia la construcci­ón de un ciudadano muy concreto, individual­ista, que entiende que no le debe nada a nadie, sino que lo que tiene se lo merece. Sus éxitos y fracasos, su salud, su satisfacci­ón, no dependen de cuestiones sociales, sino de él y la correcta gestión de sus emociones, pensamient­os y actitudes”.

Y advierte que “la psicología positiva lleva 20 años diciendo que han descubiert­o las claves de la felicidad, pero están por ver. Incluso dijeron que habían descubiert­o la fórmula de la felicidad como si fuera una ecuación. Afirmaban que la felicidad en casi el 90% se debe a factores personales y las circunsimp­uestos

EL PROBLEMA

“La felicidad se ha convertido en una obsesión y en un regalo envenenado”

UNA CIENCIA EN CUESTIÓN

“La actual noción de felicidad está al servicio de los valores de la revolución neoliberal”

LO PERSONAL ES POLÍTICO

“Se afirma que el 90% de la felicidad son factores personales, como si lo social no importara”

EN EL TRABAJO

“Los trabajador­es con estrés constante no lo tienen por no gestionar bien sus emociones”

EN LA EDUCACIÓN

“¿En la escuela crearemos gente crítica o centrada en conocerse a sí misma?”

MIRAR AFUERA

“De esta noción de felicidad se sale; la buena vida es justa, solidaria, íntegra”

tancias no importan. Clase, nivel de ingresos o educativo, género, cultura, no importan. Las circunstan­cias no nos hacen felices, somos nosotros, es psicológic­o. Muchos se han desdicho de esa idea”.

Y el psicólogo señala que en esta nueva ciencia “no es suficiente con no estar mal o estar bien, hay que estar lo mejor posible, y por eso no sólo el que lo pasa mal necesita un experto, sino cualquiera para sacarse el máximo rendimient­o, aprender nuevas técnicas de gestión de sí mismo y obtener nuevos consejos para conocerse mejor, ser más productivo y tener más éxito. La felicidad así es una meta en constante movimiento, nos hace correr detrás de forma obsesiva. Y tiene que ver siempre con una mirada hacia dentro, nos hace estar muy ensimismad­os, muy controlado­s por nosotros mismos, en constante vigilancia. Eso aumenta la ansiedad y la depresión. Nos proponen ser atletas de alto rendimient­o de nuestras emociones. Vigorexia emocional. En vez de generar seres satisfecho­s y completos genera happycondr­iacos”.

Luego, en el terreno ideológico, es una psicología conservado­ra. “Propone que las soluciones a pro- blemas estructura­les tienen soluciones individual­es. Pero los trabajador­es que viven en un estrés constante no lo tienen porque no gestionen bien sus emociones, es que la situación laboral es precaria, insegura y muy competitiv­a”. Justamente por eso esta psicología positiva ha entrado con fuerza en la empresa y la educación. “En las empresas obligan a pasar cursos de resilienci­a y mindfulnes­s para aprender que eres tú el que ha de encontrar la forma de estar mejor en el trabajo, de eso depende la productivi­dad. Y en la educación se dice que el objetivo es hacer que los alumnos sean felices. Habría que ver qué tipo de ciudadano queremos construir. Crítico y centrado en el conocimien­to del mundo o un alumno emocional centrado en el conocimien­to de sí mismo. Es complicado que la psicología en vez de ser una herramient­a pase a dictar lo que debe ser la educación”.

Además, desactiva el cambio social. “Admiten que las circunstan­cias algo influyen pero es muy costoso cambiarlas y no merece la pena. Debes cambiarte a ti mismo. Abogan poco porque la idea de buena vida esté relacionad­a con una buena vida colectiva”, dice Cabanas, y explica qué pasa cuando la psicología positiva ataca emociones como la ira. “Las emociones no son positivas o negativas. Tienen diferentes funciones según la circunstan­cia. Y son siempre políticas. La ira puede ser mala a veces y buena para luchar por reparar injusticia­s. Cuando dices que es tóxica, desactivas una emoción política muy importante. Cuando estamos indignados, nos ponemos las pilas.”.

En ese sentido concluye que “hoy declarar que no eres feliz es vergonzoso, como si hubiéramos perdido el tiempo, hubiéramos hecho algo mal, podríamos hacer algo y no lo hacemos, somos personas negativas. Pero el concepto de felicidad no ha sido igual en la historia. El actual tiene raíces norteameri­canas. Y no tiene las claves para la buena vida. La única buena noticia es que de esta noción de felicidad se sale. Y hay valores más importante­s:la buena vida es justa, solidaria, íntegra, comprometi­da con la verdad. No es estar preocupado­s por nosotros mismos todo el tiempo”.

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CSA IMAGES / GETTY

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